El arte drag como método de autoconocimiento

Maravilla de texto personal mostrando lo drag como forma de autoconocimiento y hablando de género, drag queen, drag king, influencias, mitos y polémicas. ¡Una joyita!

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Ilustración de Paula C.

Debo comenzar diciendo que no soy una profesional del -como me gusta llamarlo- arte drag ni una experta en el tema, aunque lleve años tanteando este universo desde mis tímidas prácticas -ahora las estoy llevando hacia otro nivel- hasta mi ansia por devorar cualquier material, ya sea audiovisual o literario, en el que se traten los temas del transformismo, travestismo, transexualidad, arte drag, etc.

En definitiva, el género y su construcción social me fascina. Porque necesito ver como la gente lo transgrede y así se acerca a destruirlo. Igual que yo lo necesito. Y, creo, la sociedad también lo necesita. Urgentemente. Para ser más libres.

Dicho esto, discúlpenme si cometo algún error ya que, como el propio título indica, quiero tratar el tema desde lo que para mi posee de terapéutico, de forma de encontrarse a une misme, de liberador, en definitiva.

¿Dónde comenzó toda esta fascinación por cruzar barreras impuestas, por la purpurina y la autodeterminación? No lo sé a ciencia cierta. Pero tengo claro un momento. Con trece años, mi padre -¡mi padre!, ¡minero, “paisano asturiano” estándar!- me habló de una película, un musical “diferente” que “tenía unas canciones buenísimas”. Se trataba de “The Rocky Horror Picture Show”. La localicé. Me la puse una tarde. Cuando terminó, tuve que volver a darle al “play” y la devoré en bucle. No sabía qué estaba ocurriendo, pero una obsesión creció dentro de mi. Y aunque la película al completo era una maravilla, esa atracción se centraba en el personaje interpretado por Tim Curry, en ese ambiguo doctor Frank N. Furter, al que sentía que quería emular y al mismo tiempo despertaba en mi una chispa de algo que aún no podía definir, pero que se adentraba en excitantes terrenos de despertares sexuales.

Forré carpetas fotocopiando imágenes del libreto del DVD que pude comprar algún tiempo después, en el 25 aniversario del film. Eran tiempos duros para el “fandom”, no existía Internet en nuestro mundo, no a nuestro alcance, al menos.

Como advertencias de mi profesión futura, que no vi en su momento, solía coger una primitiva cámara de vídeo que mis padres compraron en un arrebato de modernidad y me grababa haciendo distintos números frente a ella (sola o con mi primo o amigas): bailes, marionetas… Y un día, un grandioso día que me quedé sola en casa, cogí prestada la capa de Drácula con la que mi primo se disfrazó un año en Carnaval. Me maquillé como buenamente pude, lo más similar a esa imagen lasciva que me observaba desde la pared… y puse a todo volumen Sweet Transvestitepara hacer lo que ahora sé que se llama “lyp sinc” (“sincronización de labios”) y es la base escénica de todo buen drag.

Fue instintivo.

Y aquí hilo con la actualidad. Con lo que estoy experimentando y liberando con la práctica -casera de momento- del drag.

Porque hay mucho de dejar aflorar tu instinto, y por tanto de liberar a un “yo” que de otro modo tal vez permanezca oculto para siempre.

Yo vengo del teatro, estudié dirección escénica y actué en numerosas ocasiones desde entonces, hace ya más de doce años.

Cuando creas un personaje para una obra de teatro, película, etc., partes de unas características y situaciones dadas, que la autora o el autor han planteado previamente.

En cambio en la creación de tu drag -exceptuando imitaciones de famoses o números con guion-, surge un proceso de descubrimiento en el que une misme suele ser la parte más sorprendide del proyecto. Los atributos de tu drag parecen escogerte a ti, no tú a ellos.

No en vano dice RuPaul eso de “el drag no cambia quién eres, en realidad revela quién eres”.

Aquello que te guste más en otres drags no quiere decir que sea lo que vaya a prevalecer en tu propio drag. Hay una parte estética de decisión propia, por supuesto, pero hay mucho más de instinto y creación espontánea de lo que pueda parecer. Sobre todo al inicio del proceso, cuando tienes que encontrar tu perfil.

A mi suelen fascinarme eses drags elegantes y originales: Brooke Lynn Hytes, Gigi Goode, Jaida Essence Hall… Y aquellas “raras”, “freaks”, oscuras o “purpurínicas” y, de nuevo, muy originales, como Yvie Oddly, Sasha Velour o Crystal Methyd.

Pero, en mi proceso de búsqueda drag, he descubierto que soy mucho más “camp” de lo que creía.

¿Qué es “camp”? Susan Sontag teorizó sobre este concepto en los años sesenta y lo definió como “un amor por lo innatural, el artificio y la exageración”. Esta saturación puede generar atracción y repulsión a un tiempo. Parodia, ironía, extravagancia teatralizada… Todas estas características confluyen en les drags “campy” (Trixie Mattel, Nina West, Miz Cracker…).

Vamos, que por mucho que quisiera verme como una bellísima y estilizada RuPaul, soy más una estrafalaria “hacedora de muecas” rollo Divine, rebajando su estado soez.

Y estoy hablando referenciando a la creación “drag queen”, más popular en gran medida por las construcciones culturales que nos la acercaron: películas, el concurso RuPaul’s Drag Race, etc. Pero también existen los “drag kings”, categoría que, si me basara en el sexo y género que me fue asignado al nacer, debería ser a la que yo optara.

Pero no quiero quedarme ahí.

Creo que el drag existe por encima de todo, por lo que posee de liberador. En un momento en el que tenemos claro -o deberíamos ya- que el género es una construcción social, este tipo de juegos y expresiones creo que son fundamentales para burlarnos de esas casillas en las que nos quieren tener recluides.

Por eso no puedo comprender las críticas de ciertos sectores que se dicen feministas hacia les drag queens (de les drag kings no dicen nada, ¿sabrán de su existencia? en fin) afirmando que se burlan de las mujeres. Como en todas partes, habrá personas deleznables en este mundo, misóginas o lo que toque. Pero no es eso lo que hacen ni cómo son. El drag no es eso.

También hay sectores de drag queen que creen que las mujeres no podrían practicarlo, por no ser este arte tal cosa por definición, digamos. A estas drags se las suele denominar faux queen, ya que no travisten su género (lo que se viene asociando al género socialmente) y solo exageran la feminidad (clásica) con fines artísticos, con vestidos y maquillajes ostentosos.

Bueno, vale. Definiciones.

Yo digo que se puede ser incluso un personaje drag no binario. O fluir entre el drag queen y el drag king al gusto, si se desea. De nuevo, libertad, no rendir cuentas a nadie, autoconocerse, eso es para mi el arte drag.

¿Hay que abolir el género? Pues juguemos con él, mezclemos y exageremos lo que se nos fue imponiendo como normativo. No van a desaparecer de repente las referencias culturales e identitarias, ¡pero podemos manipularlas a nuestro antojo! Y con ello, ser lo que nuestro cuerpo y mente nos piden en cada momento.

Autodescubrirse para respetarnos a nosotres mismes, siempre.

Esa es la idea.

Mi idea, al menos.

Y ahora, crisis hiladas y confinamientos de por medio, vuelta al hogar, paso noches viendo “RuPaul’s Drag Race” con mis padres. Y mi padre es más “criticón” con los maquillajes y los estilos de las drags que mi madre o que yo misma, muchas veces. ¿Cómo es posible esto? ¿Construcciones sociales y años de patriarcado mediante?

No estoy segura, pero el drag tiene magia. El drag une. El drag expande la mente. Como dicen a menudo en dicho programa: “el drag es alegría”. Te lleva a un universo donde todo es posible, donde puedes ser lo que quieras sin ser juzgade. Y si te “juzgan”, va a ser lo más divertido y terapéutico del mundo. Vas a aprender a reírte de ti misme. Y a respetar a todes. Es un viaje de autoconocimiento a través de ti y de quienes te rodean y quieren. De tus hermanes drag y de ti misme.

De alguna manera mi vida se hila desde “Rocky Horror”.

No lo sueñes, vívelo”.

Es prescripción del Dr. Frank N. Furter.

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