¿Te has planteado si te estás convirtiendo en autómata?

Nieves nos trae un artículo muy necesario e interesantísimo para reflexionar sobre la educación, la inteligencia, la gestión emocional y el pensamiento crítico. ¡Qué necesario tenerlo en cuenta a la hora de educar!

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Ilustración de Miriam S. de Arcos

La inteligencia es, cada vez más, ese don que cualquiera ansía para sí y para sus peques.

No es escaso el número de padres y madres que desde que tienen menores a cargo se esfuerzan por estimularla. “Que escuche Mozart en tu tripa que estimula la inteligencia, apunta al niño a chino y a piano; que juegue a este juego de la tablet que potencia la inteligencia espacial”… y un sinfín de consejos diarios.

La inteligencia está en el Top Ten de las cualidades más deseadas y esto, en el mercado, se sabe: qué de apps dedicadas a ella, qué de juegos, qué de cursos para estimularla… de hecho es un recurso fácil de venta.

Sin embargo, no puedo evitar preguntarme muchas veces dónde está el trabajo emocional que debería ser paralelo para su gestión.

Lo que se considera inteligencia

La inteligencia, que aunque en psicología se afirme que no se trata de una sino que pueden ser incluso inteligencias infinitas -no sólo múltiples-, socialmente se asocia a saber usar los recursos a tu favor, es decir, a saber interpretar información para poder usarla, a saber analizar situaciones, a resolver conflictos a tu favor o a usar los medios y herramientas que te rodean para favorecerte.

Desde que nacemos, se nos yerran dos mensajes a fuego: primero, que tienes que ser inteligente y segundo, que esa inteligencia es para favorecerte a ti o, como muchísimo, a personas próximas.

Es decir, ser inteligente se acaba igualando a saber “dar la vuelta a la tortilla” para ganar o resolver algo a cualquier precio.

¿Fomentamos el pensamiento crítico?

Pero es que además, se nos dice qué debemos pensar para que socialmente se nos considere inteligentes. Pensar en voz alta, aunque sea con sentido crítico e información contrastable, se castiga socialmente si lo que se dice no es lo comúnmente creído o lo esperado según tu rol.

Entonces, yo me pregunto: ¿lo que realmente se pretende es llegar a criar seres con pensamiento crítico o seres con los recursos suficientes de resolución, pero no los suficientes como para la desobediencia?

No pretendo hablar de ninguna conspiración contra el pensamiento crítico, pero sí afirmo que esperamos que, sin querer o queriendo, las personas adultas del mañana sean más inteligentes pero sin contradecirnos. “Que sea inteligente, pero si yo digo blanco, que sea blanco y no negro”.

Sin quererlo, pretendemos crear seres más útiles cognitivamente, pero que por supuesto respondan ante órdenes y que encajen en este sistema previamente creado, aunque no encajen.

Inteligencia sin gestión emocional

Las futuras generaciones cada vez tienen más acceso a la (des)información, cada vez tienen más redes neuronales que favorecen las soluciones a su favor (llamémoslo “inteligencia”, creatividad o como queráis), pero este aumento exponencial de conocimiento no avanza en paralelo a las habilidades emocionales porque éstas no se están estimulando al mismo nivel. Solo se pretende la obediencia inteligente, pero no desde el sentir, ni desde el reconocimiento propio de necesidades.

La empatía, la tolerancia a la frustración, la identificación de emociones o la necesidad de mejora social no se están trabajando ni la mitad que la estimulación cognitiva en la mayoría de casos.

En definitiva, estamos creando seres más listos y creativos que no tienen de entrada ninguna intención de ayuda. En el ámbito empresarial, “tiburones” que harán lo que sea por conseguir los objetivos de sus jefes o propios sin miramientos.

Ejemplo de autómata

Imaginemos la repercusión a largo plazo de esto: imaginad a la persona más inteligente del mundo -entendiéndose como quien mejor aprovecha recursos a su favor-, con mucho poder a su alcance y sin tolerancia a la frustración, alguien que no sabe aceptar un “no”, que si se enfada la pagará con quien se cruce porque no sabe gestionar su enfado. ¿No os daría miedo?

PORQUE LA INTELIGENCIA SIN GESTIÓN EMOCIONAL ES PELIGROSA.

A este tipo de personas que van en automático movidos por objetivos impuestos, adquiriendo conocimientos pero sin pararse a pensar en su ser, es a lo que me refiero cuando hablo de autómatas.

Porque siento decir que dejaron su sentido crítico en el camino. Siguen el discurso de “La lista de cosas que me han dicho que necesito para ser feliz” sin pensar en la que realmente necesita su persona para serlo. Gente que se mata para ser feliz sin haber parado a pensar lo que necesita para serlo.

Inteligencia + gestión emocional

Pero luego está su antítesis: están quienes paran a escuchar con atención los mensajes impuestos y se preguntan si son los que quieren seguir; quienes paran a descansar y a respirar; quienes reflexionan sobre sus heridas e intentan curarlas, no solo para sí, sino para evitar causar estragos ajenos.

Quienes, por más conocimiento que tengan sobre un tema, solo hablan si hay posibilidad de ayuda -ayuda deseada- y si no es así, se callan.

Aquellas personas que, aunque tienen continua curiosidad por aprender, no solo se esfuerzan en términos productivos, sino que piensan en qué tipo de personas desean ser para este mundo.

Quienes piensan en el bien de la mayoría (me encanta el término africano Ubuntu).

Aquellas personas que buscan la serenidad por encima de todo, a pesar de saber que para conseguirla primero vendrán mil batallas, sobre todo internas. Pero no convertirán al prójimo en el blanco de su ira.

Quienes aceptan lo que no puede ser sin pagarla con nadie.

A estas últimas, seguramente cualquiera las querría cerca. 

Ejemplo a seguir

¿Y si ponemos el mismo ejemplo de antes y una persona de este estilo consigue ser la más inteligente del mundo y con recursos a su alcance? No sé vosotres, pero a mí me encantaría conocerla.

PORQUE LA INTELIGENCIA, SI ADEMÁS ES EMOCIONAL, NUTRE.

Para mí, esto es la sabiduría y el camino a intentar seguir.

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