Fecha de caducidad

Emma nos habla de los problemas comunes que vivimos las mujeres en nuestro día a día y de la resiliencia que nos acompaña.

Fecha de caducidad
Ilustración de Patricia Corrales

Desde siempre, la mujer ha tenido una característica irrefutable: la resiliencia. También es un punto flaco del que, en esencia, pueden aprovecharse otras personas.

Sí, somos capaces de enfrentarnos a adversidades y sí, nos gusta ser capaces, pero no, no podemos olvidar nuestra condición humana por mucho que a veces nos esforcemos. También caemos, estamos agotadas o no nos apetece hacer lo que se supone que cae en nuestras responsabilidades.

Ha llegado la hora de parar y decir que basta de ser nosotras quienes cogen el permiso de maternidad. Os contaré una cosa: existe un permiso de paternidad, ¡sorpresa!

De entre todas las excusas que se puedan poner, ninguna es válida: “Se queda mi mujer con los niñxs porque yo cobro más”. Ya, ya sabemos que tú cobras más. 

Incluso si tu pareja (mujer) tiene el mismo puesto que tú, tú (hombre) cobrarás más. Suena tan ridículo que cuesta pensar que sea una realidad.

El cuidado de las criaturas que traiga una pareja (en este caso, mujer-hombre) al mundo, es una cosa de lxs dos.

Por otro lado, tenemos el hecho de que tampoco somos responsables del cuidado de personas dependientes, con minusvalías, familiares que necesiten ciertas atenciones especiales por la razón que sea.

Esto es un “sí, pero no”.

En una familia con algún miembro que tenga diversidad funcional, es mucho más probable que se haga cargo de sus necesidades una mujer de la familia que un hombre, aun estando en el mismo rango (por ejemplo, que entre ellxs sean hermanxs). Al final, no sorprende.

Nos resignamos a saber que nosotras lo haremos mejor y, sin que nadie diga nada, ya se sabe. Son tareas asociadas a mujeres y, de esta manera, acabamos sucumbiendo a ellas. 

Esto explicaría que en las profesiones dedicadas a la salud seamos mayoritariamente mujeres. Mujeres deseando que nos paguen un salario digno por realizar labores de cuidado, comunitarias, sociales, etc.

Sin olvidar, ni mucho menos,  a las mujeres que decidieron hacer lo que les gustaba y entrar en un mundo “de hombres” (aunque, cuanto más alto subes, más hombres hay, por muy feminizado que esté el trabajo en cuestión… Vaya sorpresa). Aquellas que se lanzaron a todo tipo de ingenierías, de ciencias puras… también las artistas, las historiadoras, las politólogas… Probablemente, conozcas pocas y, probablemente, buscaste tú para tener tus propios referentes. Qué paciencia.

Lo que tenemos en común, como decía antes, es la resiliencia.

A veces siento que somos seres mágicos. Me sorprende que hayamos aguantado tanto sin quemarlo todo. La paciencia para superar cada bache, incluso normalizarlo.

Es más, tras normalizarlo, sanar y deconstruir. Somos pura magia.

Cuando ves que, con mucho esfuerzo para llegar a cierta empresa, en la entrevista te preguntan si quieres tener hijxs. Para mí, está a otro nivel saber sobreponerte a ello.

Cuando te ves sin ninguna ayuda, cuidando de tu hijx con diversidad funcional, teniendo que poner excusas en el trabajo por llegar tarde. Para mí, son ídolas.

Cuando el jefe del departamento es un hombre y todo el resto de la plantilla son mujeres, con sus contextos y sus situaciones, con sus esfuerzos. Para mí, son superheroínas.

Cuando se creen que tu obligación es ser su mentora en el feminismo y deciden que, en vez de abrir un libro y leer, escuchar podcasts, buscar artículos, tú les debes esa información. Eso saca de quicio. 

Cuando en las tareas del hogar, eres tú quien toma la iniciativa de planchar los domingos y poner lavadoras el lunes y el miércoles, pero él “te ayuda” y con eso se conforma. No, ahí hay que contar hasta mucho más de un millón para relajarse. 

Habría tantos ejemplos que poner, que me sorprende que haya personas que digan:

“Vale, las feministas de antes entiendo que reivindicasen, ¿pero vosotras? ¡¡Si ya está todo conseguido!!”

Me sorprende la mecha tan larga que tenemos. Han sido muchísimos años de aguantar y ahora están girando las tornas.

Me gusta ver que cada vez hay más mujeres implicadas, más jóvenes empiezan dándose cuenta y las más mayores que deciden no rendirse. También lo noto en los hombres que se posicionan frente a esta opresión.

Mujeres, hemos llegado hasta aquí enfadadas, agotadas, tristes, sobrepasadas, indignadas, con miedo, iracundas, incluso hasta locas, pero esto está a punto de caducar. 

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