Belleza Fatal – Parte II

Cecilia continúa el artículo anterior para hablarnos del libro «Belleza Fatal» de Mona Chollet cuya lectura nos lleva a reflexionar sobre diversos aspectos relacionados con la belleza, el negocio y el consumo.

Belleza Fatal
Ilustración de Almu Arribas.

Durante el mes pasado reflexionamos sobre algunos de los aspectos que nos plantea el libro «Belleza Fatal», de Mona Chollet. Sobre la publicidad y la cultura como construcción de un ideal de belleza epocal. Somos personas que toman decisiones, claro está, pero muchas veces esas decisiones están mediadas por la cultura en la que vivimos. La cultura occidental, aquella que impera con sus valores en gran parte del mundo, supone un estilo de comportamiento para las mujeres respecto del concepto de belleza e imagen física. Sobre esto es que nos habla Mona en las páginas de su libro.

Crecer en el mundo de la individualidad

El feminismo es un fenómeno, bien sabemos ya, que no es reciente. Hace siglos, décadas que diferentes movimientos de mujeres han reclamado derechos, han avanzado hacia un horizonte de mayor igualdad y justicia. Sin embargo, es recién en los últimos años en que ha podido ganar un lugar repentinamente masivo a partir de la difusión en redes y medios hegemónicos de ciertas ideas y conceptos.

Este feminismo del que todas somos parte y que se construye con una mirada más bien urbana, dirigido a mujeres de clase media, con cierto bienestar económico y con acceso al consumo de determinados productos ha sido copado en gran modo por empresas y marcas que, prendiéndose a lo que consideran una moda, empiezan a vendernos sus productos bajo lemas novedosos de libertad y empoderamiento personal. Primero quererme a mí misma para luego querer a les demás es un lema que circula mucho y aunque está bueno romper con esa imposición de tener que caer bien que por mucho tiempo se nos impuso a las mujeres, tampoco pensar solamente en el amor a una misma sea la solución para romper con las estructuras de desigualdad.

En este sentido, lo que plantea Mona Chollet es que el consumo del ideal de belleza como un camino de liberación o de amor propio es otra forma de consumo del cual terminamos siendo cautivas, especialmente en las grandes ciudades donde el ritmo de la vida nos llena de insatisfacciones que buscamos aplacar dándonos un gustito, renovando nuestro look o cuidando la apariencia de nuestro cuerpo. Repito como lo hice el mes pasado, esto no quiere decir que si eliges cuidar tu imagen seas funcional al patriarcado, pero sí es importante detenernos a pensar hasta qué punto es dedicarle tanto tiempo de nuestras vidas a estas cuestiones algo que realmente nos libera.

Las mujeres racializadas, las mujeres de comunidades rurales, las mujeres indígenas, las refugiadas, las compañeras trans y travestis, las ancianas no suelen ser nunca interés de las grandes marcas ni consideradas sujetas de consumo. ¿Por qué creés que será?

Retomando un poco las palabras que Adriana Guzmán plasmó en el vivo que hicimos el último 20 de marzo (y que puedes encontrar en nuestro instagram), el feminismo como una expresión de la liberación individual en lugar de la construcción de mejores horizontes colectivos no será nunca algo realmente transformador ni revolucionario. El feminismo de los medios y de las influencers de las redes suena más a una nueva forma de imposición con la que cumplir que una real liberación profunda. Así, Mona nos marca en su libro: «(…) salvo para una pequeña minoría, (el feminismo) ya no es un compromiso militante y colectivo sino un recorrido de reflexión individual (…)».

El feminismo en un mundo globalizado

Una de las partes más interesantes del libro de Mona nos ayuda a pensar cómo el mundo de la belleza y de la moda construye valores y parámetros que se sirven de tradiciones y culturas milenarias de modo pintoresco y superficial. Bajo una capa de inclusión, las marcas y empresas que se dedican a crear productos de cuidado del cuerpo cada tanto necesitan recurrir a aquellas culturas que la globalización aplasta permanentemente como para simular interés y cuidado por la diversidad. Esto, nos dice Mona, «(…) inscribe a sus mujeres fatales en un decorado inspirado en universos culturales que se juzgan como inferiores pero que se presentan como pintorescos; mujer y pueblos subalternos son reducidos a la misma sensualidad insignificante y muda.»

Si nos parece difícil creer que la cultura occidental y blanca respete realmente a las identidades culturales de diferentes partes del mundo, ¿por qué creeríamos que el mercado va a respetar a las luchas feministas al intentar vendernos un lápiz labial que nos empodere, una crema antiarrugas que nos rejuvenezca o una nueva línea de ropa que incluya a la diversidad? El interés está siempre puesto en generar ganancias, ya sea a través de la voz cultural hegemónica o de las voces disonantes que se convierten en usables y desechables cuando convenga.

Enseñarnos a odiarnos a nosotras mismas

Una de las pautas principales con las que el mundo de la moda y la belleza sobrevive mejor es aquella que señala que mientras más inseguras nos sintamos, más plata gastaremos. Aquel amor propio del cual nos hablan permanentemente no es más que una ilusión al siguiente segundo, cuando nos damos cuenta que está enmarcado en la venta de ropa «inclusiva» que llega hasta el talle M (¡pero ojo que las remeras vienen con lemas muy inspiradores!), de máquinas que supuestamente nos quitan la flaccidez o de todo tipo de productos pensados para cambiarnos de pies a cabeza.

La gordofobia como sólo una muestra clara de lo que el consumo nos enseña nos hace pensar que no existen mujeres gordas en el mundo o que no están hechas para consumir porque qué marca querría que una mujer gorda lleve sus productos. Dietas, talleres de alimentación, famosas que venden productos adelgazantes que obviamente no consumen son los únicos productos dirigidos directamente a las personas gordas. A cada una con su inseguridad. Mona nos dice «El cuerpo es el lugar más extremo para expresar la fobia y la negación a la potencia de las mujeres, el rechazo máximo de su ascenso al estatuto de sujetxs de pleno derecho».

Un futuro esperanzador es posible, ¿no?

Las reflexiones de Mona a lo largo de las páginas de «Belleza Fatal» pueden fácilmente hundirnos en la desesperanza. Es tanto lo que hay por transformar y tan poco lo que realmente sentimos que está a nuestro alcance que pareciera que lo más fácil es rendirnos antes de empezar. Muchas veces, los desafíos que nos plantea el feminismo son tan duros y cansadores que no sabemos por dónde comenzar a atacarlos.

Sin embargo, hay mucho que podemos hacer. Sin querer caer en la demagogia del amarnos más, sí podemos empezar por armar colectivos de lucha, espacios en los que nos sintamos contenidas, acompañadas. Donde la palabra circule por fuera del mercado, de la lógica del consumo como parámetro de identidad, donde la sensación de insatisfacción pueda ser pensada y rearmada desde un lugar de plenitud, de la certeza de que es entre varias y organizándonos que realmente podremos convertirnos en sujetxs con horizonte político, horizonte de cambio y de real transformación. Por nosotras mismas, pero especialmente por todas las mujeres que no aparecen en ningún canal, en ninguna rutina influencer, en ninguna publicidad. Las silenciadas, las discriminadas, las ignoradas. Por todas juntas.

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