20 febrero: Día Internacional de la Justicia Social

Cecilia nos habla sobre el Día Internacional de la Justicia Social. ¿Hemos avanzado como Humanidad en el último año? Ilustra Sdraswi.

Día justicia social
Ilustración de Sdraswi

El 20 de febrero ha sido elegido por la ONU como el Día Internacional de la Justicia Social. Esto ocurrió el 10 de mayo de 2008, año en que se estableció que el desarrollo y crecimiento equitativos de las sociedades son necesarios para que las personas puedan vivir con oportunidades. 

Nos encontramos sin embargo pasando uno de los momentos más críticos de los últimos 100 años: una pandemia inexplicable en términos conocidos azota aún un año después de haber surgido a todas las sociedades del planeta, las de los países del hemisferio norte y las del hemisferio sur. No ha hecho diferencias entre personas el virus a la hora de propagarse, no distingue color, etnia, idioma, religión, género, o ideología. Lo que sí ha hecho la diferencia es el modo en que los gobiernos han respondido a la crisis y cómo hoy, más de doce meses después de comenzada la debacle, todavía no hay certezas ni ningún futuro definido. 

No estamos aquí para remarcar esta situación y contribuir a la tristeza, amargura o ansiedad que ya de por sí venimos sintiendo. Estamos aquí para reclamar aún con más fuerza que antes la importancia de construir sociedades más justas en dónde todes les habitantes tengan igual acceso a oportunidades, a cuidados médicos y de salud, a una educación más justa, a salarios que reconozcan en serio el valor del trabajo realizado

La pandemia ha puesto en vidriera y ha hecho mucho más profundas las diferencias existentes de un sistema altamente desigual. El capitalismo junto al patriarcado son los reales males de esta planeta porque entienden que todo lo que existe en él está a disposición de los sectores de poder para usar y abusar: la naturaleza, las mujeres, los sectores trabajadores (donde obviamente se incluye a las mujeres), las minorías de género, raciales o culturales. La diferencia en el modo en que se pudo hacer frente a la pandemia entre los países ricos y los países en vías de desarrollo debería ser pensado y revisado a futuro como un escándalo ético sin precedentes: mientras los gobiernos más poderosos del planeta se aseguran y acopian vacunas en exceso, una parte importante de la población más pobre y vulnerable del planeta no sabe a ciencia cierta cuándo podrá acceder a tal beneficio (y a nadie le importa realmente). 

Al mismo tiempo, las estadísticas nos dicen que mientras los sectores trabajadores han mostrado pérdidas económicas por millones de dólares durante el 2020 (1), quienes ya eran antes de la pandemia billonarios y trillonarios siguieron acumulando dinero, ganancias y poder (2). La ambición capitalista es infinita y como si fuera poco, entre esos ricos y poderosos no encontramos casi nunca a una mujer. Despidos y desempleo que suben, economías que caen, proyectos personales que se destruyen e incertidumbre por un lado; lujo extremo, obscenidades de consumo, acopio de recursos y destrucción del planeta del otro. 

En este sentido, las mujeres son tal vez uno de los sectores más perjudicados por la pandemia. Ante cuarentenas de mayor o menor rigidez que se han establecido en todas partes del mundo, son las mujeres quienes más debieron hacer frente a situaciones injustas (3). Mientras que las mujeres de sectores humildes y ya de por sí vulnerados debieron continuar exponiéndose para poder asegurar un medio de subsistencia (o enfrentar la falta del mismo), las mujeres de sectores medios debieron hacerse cargo en sus hogares tanto de sus tareas laborales como de sus responsabilidades maternales al permanecer les niñes en el hogar. La combinación de ambas responsabilidades a otro ritmo y con otra intensidad ha destruido la organización de los hogares y ha complicado en gran modo la convivencia. Se estima que ante la necesidad de cuidar el hogar durante el año en el que las clases fueron más que nada virtuales, fueron las mujeres quienes debieron dejar sus puestos de trabajo en mayor porcentaje que los hombres para poder sostener las actividades domésticas . Al mismo tiempo, el encierro ha expuesto a muchas mujeres a situaciones de mayor violencia por parte de los hombres con los que convivían. 

Cuando hablamos de justicia social hace falta entonces mucho camino por recorrer. En gran parte del planeta avanzan con cada vez mayor firmeza los discursos de odio, racistas, abiertamente xenófobos, misóginos, islamófobos y pro-libertad de mercado. Mientras por mucho tiempo estos discursos sólo pudieron subsistir a la sombra de sistemas políticos que se unían para no dejarles espacio, hoy en día esos discursos son parte del sistema político de muchos países, han llegado a tener representantes parlamentarios y lo morboso de sus ideas aparece no sólo en todos los medios de comunicación sino en las redes sociales dónde el control hacia este tipo de expresiones es nulo.

Soñar en sociedades con más justicia social parece cada vez más una utopía. Una pandemia que vino a enseñarnos mucho sobre nuestro accionar sobre el planeta, sobre cómo estamos dañándolo y dañándonos a nosotres mismes también parece ya no alcanzar para detenernos a reflexionar, parar un poco el ritmo y empezar a intentar llevar estilos de vida más solidarios, más sensatos, más realistas, más enfocados en lo colectivo y no tanto en lo individual. Para muches, la pandemia fue justamente una oportunidad más de destacar, de mostrarse egoístas, de hacer lo mínimo indispensable para salvarse a sí mismes y no mucho más. La capacidad del ser humano para ser dañino pareciera no tener límites si ni siquiera un fenómeno tan históricamente único no nos enseña nada.

Creo firmemente en que si estamos aquí, escribiendo o leyendo es por algo. Si estamos pensando en estos temas es por algo. Si observamos todas estas cuestiones con asombro, preocupación e incertidumbre es porque no nos son indiferentes. La justicia social es un valor muy importante por el cual luchar porque implica pensar más allá de los propios talones. Justicia social no es algo para mí, no es un derecho que necesariamente me afecte a mí, pero sí a toda la comunidad en la que vivo y de la que soy parte. Lucho por mis derechos pero también por los de quienes tengo al lado y a quienes tal vez no conozco. Justicia social es una idea que se me hace muy intrínsecamente ligada al feminismo, tal vez el último gran movimiento revolucionario que hemos conocido y que ha venido a hacer visibles cosas que por mucho tiempo parecieron ocultas. ‘No hay feminismo sin justicia social’ decimos en Argentina, tal vez porque aquí la noción de la justicia social está muy vinculada a la lucha política y al sueño de una sociedad más justa para todes. Ahí estamos entonces, luchando.

Referencias:

  1. https://news.un.org/es/story/2020/09/1481042
  2. https://www.google.com/amp/s/www.bbc.com/mundo/noticias-52304139.amp
  3. https://www.google.com/amp/s/cnnespanol.cnn.com/2020/11/24/seis-maneras-en-las-que-la-pandemia-de-coronavirus-ha-afectado-mas-a-las-mujeres-que-a-los-hombres/amp/

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