Patentar la vida: Vandana Shiva y la patente de semillas

Vandana Shiva definió el cambio climático como «la enfermedad metabólica del planeta». En este artículo Kry nos acerca a sus investigaciones sobre las patentes de semillas y la relación que tienen con el patriarcado.

Vandana Shiva y la patente de semillas
Ilustración de Kry García

Mujeres diversas por la biodiversidad. Retos ante el cambio climático (STM, 2018) recoge una conferencia de Vandana Shiva en el Museo de San Telmo de Bilbao, en mayo de 2018. Este libro exige bastante atención -sobre todo si, como yo, no tienes ni idea de ciencia- pero, más que nada, requiere una mente crítica.

Creo que el gran obstáculo de investigar sobre ecología por inquietud personal es la gran cantidad de intereses (económicos, pero otras veces bienintencionados) que a menudo se esconden detrás de los artículos y estudios, algo que obliga a les autores a ensalzar los datos que confirman sus tesis y a ignorar otros. Y, aunque haya leído este libro y lo haya contrastado con otras lecturas, no me queda muy clara la peligrosidad del glifosato o la efectividad a largo plazo de la agricultura industrial. Vandana Shiva pone el foco en un tema que captó especialmente mi interés:

la problemática de las patentes de semillas y su relación con el patriarcado.

La conservación y almacenamiento de semillas es la manera en la que la agricultura tradicional ha funcionado durante miles de años. Las redes de intercambio de semillas entre agricultores han fomentado la biodiversidad e incluso aplacado los efectos de desastres naturales en los campos gracias a la optimización de las variedades de semillas.

Como ejemplo, Vandana Shiva nos habla del ciclón que asoló Odisha -en la India- en 1999 y de cómo la sal del mar redujo la fertilidad de los campos; una variedad de semillas resistentes a la sal fue entonces distribuida entre los agricultores que pudieron salvar sus tierras. Estes agricultores compartieron sus semillas con aquelles del sur del país, que sufrieron un desastre similar en 2004 y, de nuevo, esta red de intercambio fue clave para recuperar la agricultura local.

Nuestro planeta tiende a la diversidad y se beneficia de ella.

Quizás soy la única, pero si pienso en mutaciones genéticas, las imágenes que me vienen a la cabeza son grotescas y sacadas de películas de serie B; sin embargo, lo cierto es que todo material vivo está sujeto a mutaciones de forma natural y las semillas no son una excepción. Estas variedades protegidas por generaciones de agricultores -tradicionalmente, por las mujeres- han sido producto de estas mutaciones y de contaminaciones entre distintas variedades, bien provocadas por les agricultores o producto de la casualidad. Unos rasgos genéticos que efectivamente pueden darse de manera azarosa en campos de otras variedades y, sin embargo, provocar que une agricultor sea denunciado por una multinacional si esta tiene su patente.

En la década de los 70, científicxs estadounidenses empezaron a experimentar con organismos genéticamente modificados, o GMO. En los 80, estas prácticas se llevaron al terreno de la agricultura y desde entonces multinacionales como Monsanto han registrado más de 120.000 patentes. La problemática de esta situación no solo pasa por los rasgos genéticos anteriormente mencionados, sino que muchas patentes han sido registradas sobre variedades conocidas y conservadas durante años por agricultores locales, que ahora se ven en la tesitura de tener que pagar regalías y enfrentar demandas a estas empresas multimillonarias.

Una de las interpretaciones más habituales de Frankenstein de Mary Shelley habla de las consecuencias trágicas del hombre que pretende desafiar la naturaleza y ser creador de vida (de manera bastante literal, en este caso).

Las consecuencias del problema que nos ocupa suceden a media y a gran escala

A media, porque los efectos de esta situación en países en vías de desarrollo como la India -que tan dependientes son de su agricultura- son devastadores, incluyendo el suicidio de miles de granjeros y el intento de ilegalizar las redes de intercambio de semillas. A gran escala, porque es incalculable la pérdida de biodiversidad y la destrucción de las tierras en este modelo de agricultura industrial controlada por unas pocas multinacionales.

Hay una arrogancia inconmensurable en querer adueñarse legalmente de materia viva que ha ido sobreviviendo y adaptándose de una manera tan inteligente como solo la Naturaleza sabe; a menos, como dice Shiva, que no lo veas como algo vivo.

El patriarcado, como el capitalismo más agresivo, se basa en la idea en que aquel que tiene el poder -la fuerza bruta, la ventaja económica- está en la cúspide de la pirámide y tiene el derecho de utilizar a todo el que esté por debajo; si ves la tierra como un objeto explotable, también lo son los seres que viven en ella y, si no están en tu estrato de poder, son prescindibles. Es un sistema de violencia, muy lejos de esa concordia de las redes de intercambio, y está movido por la idea de que todo es una mercancía con la que se puede especular.

Pero, ¿quién posee la vida?

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