La mente y el cuerpo en The Handmaid’s Tale

«Somos úteros de dos piernas, eso es todo: vasos sagrados, cálices ambulantes.
June Osborne, The Handmaid’s Tale – (Margaret Atwood)

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Ilustración de Anabella González

El Cuento de la Criada -«The Handmaid’s Tale”– narra la historia de un mundo distópico donde, después de un golpe de estado totalitario y teocrático en los Estados Unidos, un grupo de hombres llamados “Comandantes”, crean el Estado de Gilead apoderándose de la moral social, del ejército y de los derechos, libertades, mentes y cuerpos de las mujeres.

Aquí, las féminas son clasificadas en distintos roles según su edad, clase social y, especialmente, su capacidad de reproducción. Gilead las divide dependiendo de lo que sus cuerpos le pueden dar a la sociedad. Si son fértiles, son enviadas a las casas de los Comandantes para convertirse en Criadas –Handmaids- y darles hijes. Si son mujeres de edad avanzada y siguen la nueva moralidad impuesta, entonces son sirvientas o Martas en las casas de ellos, o son “Tías” y su rol es educar y vigilar el comportamiento moral y servil de las Handmaids. Si son las esposas de los Comandantes, entonces su papel se limita a servir a su familia y ser madres de les hijes procreades por las Criadas.

Toda mujer está limitada a tener cualquier tipo de actividad intelectual. No puede leer ni escribir (exceptuando a las Tías). No puede decidir qué tipo de ropa usar y es uniformada dependiendo si es Tía, Criada, Esposa o Marta. No tiene libertad de tránsito, de expresión, ni la libertad de qué hacer con su cuerpo o mente.

Las Martas, siendo mujeres de edad avanzada, pierden todo tipo de brillo ante la sociedad, incluso en el color verde pálido de sus uniformes ya que, al no tener posibilidad de dar descendencia y al no estar casadas con ninguno de los hombres en el poder, pierden valor y quedan confinadas a la cocina.

Las Esposas, al ser de edad avanzada o infértiles, también pierden el brillo en sus ropas azuladas y, ante los ojos de sus esposos, pierden cualquier tipo de sexualidad y sus intereses se limitan exclusivamente a ser madres y cuidar de les niñes. A pesar de ser miembres de la clase alta, éstas no tienen ningún tipo de trabajo o libertad intelectual y deben responder estrictamente a los deseos e instrucciones de sus esposos.

Las Criadas, al ser las únicas mujeres en este mundo apocalíptico que pueden tener hijes, tienen como función servir sexualmente a los Comandantes para repoblar a la sociedad de Gilead. Su nombre cambia dependiendo el Comandante, por ejemplo, el personaje principal se llama Offred (Of- Fred o De-Fred) ya que el hombre de la casa en la que habita se llama Fred. Al tener la posibilidad y la edad de dar vida, son sexualmente atractivas para los Comandantes y sus cuerpos se vuelven de su propiedad. Ellas visten de rojo simbolizando la menstruación y la fertilidad femenina.

Entre todas las denuncias sociales que se proyectan en esta historia, es importante recalcar la que se hace en cuanto a lo que significa el cuerpo y la mente de la mujer en la sociedad actual. En Gilead, la mujer es limitada únicamente a lo que su cuerpo biológicamente le puede aportar a la sociedad. La mujer deja de ser un sujeto social con cuerpo, mente y alma para convertirse en un objeto que logra la reproducción de la clase alta.

Cuando los Comandantes toman el poder, la mente femenina queda absolutamente reprimida y el cuerpo deja de pertenecerle a ella. Cuando llegan al poder, la mujer deja de existir como persona en su totalidad, para ser tratada en función de cómo su cuerpo le sirve al poderoso hombre de Gilead. Aquí, el cuerpo femenino y por lo tanto, la mujer en su totalidad, existe para el placer sexual masculino, para esconderse en la calle y para incubar descendencia.

A pesar de que la autora Margaret Atwood, y después los guionistas de la aclamadísima serie, plasma de manera explícita un futuro distópico donde solamente unos cuantos Comandantes tienen el absoluto poder monetario, físico y moral sobre el resto de la población, intrínsecamente busca exponer un problema existente basado en la disparidad entre hombres y mujeres, la división de clases sociales, y la objetivización y apropiación del cuerpo y la mente femenina en la sociedad. 

La propiedad del cuerpo femenino es de todes les ciudadanes de Gilead, exceptuando de la mujer misma. Hoy en día, esta apropiación no es muy diferente. Podemos ver en las grandes cortes de países como Estados Unidos donde un grupo de hombres toman la decisión de qué libertades se les pueden dar a las mujeres sobre su propio cuerpo. En Estados Unidos, en el país más rico y poderoso del mundo, la mujer tampoco tiene las libertades totales para decidir qué hacer con su cuerpo. 

En Gilead, la esclavitud sexual es aceptada ante la ley para poder cumplir con lo que cada mujer fértil “debe” dar a la sociedad. Hoy en día, la esclavitud sexual de mujeres y niñas (siendo 99% del total en el mundo) aunque no está aceptada ante la ley, existe y hay 4.8 millones de esclavas sexuales y 15.4 millones de personas viven en matrimonios forzados. La ganadora del Nobel de la Paz 2018, Nadia Murad, es un ejemplo de la esclavitud sexual que se vive actualmente en varias partes del mundo ya que ella misma experimentó el secuestro de un grupo armado en Iraq y la esclavitud sexual por tres meses.

La limitación de la lectura y la educación, también puede verse hoy en día. Basta con recordar la historia de Malala para ver cómo en muchos puntos del planeta, las niñas y mujeres son obligadas a salir del salón de clases y limitadas de estudiar, leer o escribir. En el mundo, dos terceras partes de la población analfabeta son mujeres. Menos del 40% de todos los países en el mundo, proporciona el mismo acceso a educación básica a niños y niñas y sólo el 29% de las investigadoras en el mundo, son mujeres.

Al leer este libro o al ver la serie, lo primero que une como lectore o espectadore piensa es que ese futuro podría ocurrir. A pesar de ser una posibilidad verdaderamente inhumana y violenta, no podemos dejar de ver a Gilead como una representación brutal de los problemas que vivimos hoy.

¿Por qué? Porque nosotres, como Atwood, también estamos conscientes de las atrocidades que se hacen hoy en día en contra de la mujer, en contra de su cuerpo y de su mente. Estamos conscientes que la propiedad del cuerpo de la mujer, sigue sin ser completamente suya y todavía se sigue cuestionando si ella puede decidir qué hacer con él. Estamos conscientes que vivimos en un mundo donde se continúa objetivizando el cuerpo femenino y que todavía se le ve en función de cómo le sirve al hombre. Sabemos que vivimos en un lugar donde se sigue limitando la educación femenina y donde las oportunidades intelectuales siguen siendo dispares entre hombres y mujeres.

The Handmaid’s Tale es una historia de tortura, violencia y esclavitud. No es una historia para todo el mundo. Sin embargo, al leerla o verla, debemos hacer consciencia de lo que nos quiere transmitir y buscar, como Offred, el cambio social para dar las mismas oportunidades a hombres y mujeres.

Para apropiarnos de nuestro cuerpo en su totalidad y luchar para que se mantenga de esa manera. Para limitar que un Estado como Gilead pueda existir en el futuro cercano y que las libertades sean iguales para todos sin importar género, clase social, color de piel o religión.

Isabel Robleda, 29 años, Berlín.

Twitter: @isarobleda

Fuentes:

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