Mi experiencia al pasar de un espacio femenino a uno mixto

Una Frida nos cuenta su experiencia al pasar de un espacio femenino a uno mixto en un equipo de natación sincronizada.

Mi experiencia al pasar de un espacio femenino a uno mixto
Ilustración de Ori Chalbaud

He sabido de la existencia de grupos no mixtos. He entendido la necesidad de estas agrupaciones para que las mujeres pudieran empoderarse y autoorganizarse como grupo oprimido. Estos espacios ayudan a ganar confianza, perder el miedo a expresar nuestras ideas en público, en un entorno menos hostil.

A pesar de entenderlo y defenderlo, nunca había formado parte de uno, o eso creía.

Desde los seis años he entrenado natación sincronizada. Un deporte históricamente femenino. Hasta los dieciséis competí junto a mis compañeras, quienes, además se convirtieron en mis mejores amigas y confidentes. Este deporte me ha hecho la persona que soy ahora, una mujer disciplinada, responsable, luchadora y segura de sí misma.

Como todos los deportes femeninos, la natación sincronizada sufrió de la falta de visibilidad, de desatención mediática, de desconocimiento y de machismo. En vez de mostrar los esfuerzos de las nadadoras que a tanto habían renunciado en su vida para dedicarle 12 horas al día, les hacían hacer perfomances banales, mostraban sus maquillajes y sus llamativos bañadores. Las llamaban sirenitas en vez de deportistas de élite.

Sin embargo, algo cambió drásticamente cuando la Federación Internacional de Natación dio vía libre a la categoría de dúo mixto en el Campeonato del Mundo de Kazán, en 2015. Por primera vez en la historia, los hombres se incorporaban a la natación sincronizada de competición. A nivel español, esto le abrió la puerta al catalán Pau Ribes, quien había entrenado desde pequeño este deporte pero jamás pudo competir a nivel internacional.

Que no se malentienda, me alegré de este cambio en la normativa y, en especial, por Pau, una fantástica persona a la que la normativa le había cerrado las puertas. De los 42 deportes que se disputaron en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, solo en dos podía competir exclusivamente un sexo, el femenino: la natación sincronizada y la gimnasia rítmica. Por tanto, no me parece sino un paso justo hacia delante.

Pero, igual que me alegra ver hombres aliados feministas, me hierve la sangre al ver que la imagen más viral de las manifestaciones feministas sea la de un hombre sosteniendo una pancarta que dice Real men are feminist. Del mismo modo, lógicamente la noticia de la inclusión del dúo mixto entre las rutinas de la sincronizada fue noticia en todos los periódicos, Pau fue el miembro de la selección más demandado por los medios. La sincro dejaba de ser un deporte de peinados y lentejuelas para centrarnos en la modalidad mixta del mismo. Y cómo no, dejaron de ser las nadadoras de la selección española para ser los nadadores de la selección española. Si eso no es invisibilización… En ocasiones, la inclusión justa de hombres en espacios femeninos le da una legitimidad que al parecer le faltaba.

Como decía, yo seguía entrenando en mi equipo femenino de natación sincronizada hasta que, a finales del año pasado, me uní a un equipo mixto, un club por la inclusión LGTBI en el deporte. Suena bien ¿no?

Pronto me hice con mi nuevo equipo, personas maravillosas, pero fue entonces cuando entendí de verdad la utilidad de los espacios no mixtos. La actitud de hombres y mujeres en el equipo es completamente distinta. Ya en el mismo calentamiento, al nadar, me doy cuenta de cómo los hombres ocupan todo el carril, sin importar que lo compartan con más gente, mientras las mujeres intentamos esquivarlos como podemos. Lo mismo dentro de las formaciones, en la sincro ya de por sí recibes patadas subacuáticas, en este caso se acentuaron. La actitud hacia la entrenadora, las interrupciones constantes, incluso las conversaciones dentro de nuestro grupo de Whatsapp, donde casi tienen el monopolio de las conversaciones y de las bromas, en su gran mayoría falocéntricas.

No se trata de una organización feminista, pero esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre qué tan diferente hubiese sido mi infancia si durante todos estos años que he crecido con la natación sincronizada, lo hubiese hecho en un equipo mixto en vez de en uno femenino. ¿Tendría la confianza en mi misma que tengo ahora? ¿Me hubiesen dado la oportunidad de ser yo? ¿Hubiese evolucionado deportivamente del mismo modo? ¿Hubiese tenido la oportunidad de crecer expresándome libremente? Sinceramente creo que no.

Y aunque nunca he militado en una organización feminista no mixta opino que debemos reservarnos espacios femeninos a lo largo de nuestra vida, personal, activista y profesional.

A pesar de que no todos los hombres son opresores, lo cierto es que nuestra sociedad les ha educado para serlo, así como nosotras somos educadas para ser sumisas. Ellos aprenden a ser líderes y emprendedores y lo vemos en todas las esferas de nuestra vida.

Por supuesto el feminismo busca la igualdad, por supuesto es beneficiosa la inclusión de deportes mixtos, pero no podemos actuar como si esa igualdad ya fuera efectiva. Está claro que no la hemos alcanzado y aún queda mucho por hacer.

Creo que los espacios no mixtos no deberían establecerse únicamente en la militancia, deberían poder darse en determinados espacios del colegio, de los extraescolares, de nuestros grupos de amigas, de la familia, del trabajo… Porque, por el momento, en los espacios mixtos, concienciados o no, seguimos encontrando opresión. Como afirmaba Virginia Woolf en su novela Una habitación propia, las mujeres necesitamos independencia económica y personal para poder escribir buenas novelas. En mi opinión necesitamos espacios seguros dentro de una sociedad patriarcal para poder crecer libres, seguras e independientes.

Claudia Roca (26), Barcelona

Twitter: @ClaudiaRoca28

Blog: https://histeria-fem.com/

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