#YOTAMBIEN, #METOO, #MOIAUSSI, #EUTAMBEN…

#YoTambien, #MeToo, #MoiAussi, #EuTamben… estos días se han movido estos hashtags por las redes para visibilizar el acoso sexual. ¿Cuál es el origen y sus puntos negros? Marta lo analiza.

Ilustracion de Patricia Corrales
#metoo como modo de visualizacion de los abusos machistas que sufrimos las mujeres.

Si todas las mujeres que han sufrido agresiones o acoso sexual escribieran en sus redes #YoTambien, la gente podría hacerse una idea de la magnitud del problema.

Seguro que alguna versión del #YoTambien habéis visto por todas las redes sociales y en muchos idiomas y es que, si algo tenemos claro, es que este no es un problema aislado, no es un caso puntual, sino que es algo global, mundial.

De hecho parece que se ha hecho viral tras las denuncias por parte de medio Hollywood al ex-productor de cine estadounidense Harvey Weinstein, pero empezó mucho antes. Hace 10 años, de la mano de la activista Tarana Burke*, se originó este movimiento cuando una niña le hizo participe de su brutal historia y se dio cuenta de que era algo con lo que, desafortunadamente, muchas mujeres se podían identificar.

Es más, en otras ocasiones hemos vivido movimientos similares como el de #YesAllWomen #SiTodasLasMujeres en 2014, el “what was I wearing when I was raped”, “Qué llevaba puesto cuando me violaron” en 2016 como denuncia a una de las primeras preguntas que se le hacen a las mujeres y niñas cuando denuncian una violación. Y el #YoTeCreo por la credibilidad de las mujeres víctimas de agresiones sexuales.

Y es que esto no es algo nuevo bajo el sol -por desgracia- y el hecho de que se haya inundado internet con estos mensajes lo demuestra. No es que exista alguna mujer que alguna vez haya vivido una situación así, es que la pregunta sería ¿existe alguna que no? ¿Existe alguna mujer que no haya tenido miedo en un momento dado durante un encuentro con algún hombre? ¿Existe alguna mujer que nunca haya sentido cómo se acelera su corazón paseando por la calle sola? ¿Existe alguna mujer a la que un desconocido no le haya dicho algo sobre su físico o insinuado alguna situación que le haya resultado muy violento?

Ojalá existiesen.

Y muchas.

Todas.

¿Sirve de algo compartirlo?

Por un lado creo que, muchas mujeres se darán cuenta con los #YoTambién de que no están solas, que no son las únicas, y ese sentimiento de empatía, aceptación y comprensión, puede ser un soplo de aire fresco en sus vidas. La sororidad da vida.

Por otra parte, todas aquellas personas que niegan cualquier tipo de problema social respecto a este tema, que consideran que la misoginia está extinguida -sí, claro, como el racismo y la xenofobia por ejemplo- aquí tienen una muestra de ello. Igual esto ayuda a abrir los ojos y a proponerse un cambio aunque, no quiero pecar de ingenua, puede que a muchas de esas personas no les sirva ni esto ni nada.

Pero hay otro punto en el que pocas hemos caído al publicarlo -y me incluyo mientras entono el mea culpa más sincero- y es el hecho de compartir el #Yotambien abiertamente sin ningún tipo de advertencia o trigger warning.

Basta con buscar #YoTambién en las redes sociales para que aparezcan un millón de historias personales, mujeres que cuentan su propia experiencia, algunas que detallan lo que les pasó y se desahogan. Sin ningún tipo de aviso.

De hecho sólo se necesita navegar un rato por internet para encontrarlo, sin necesidad de búsqueda alguna. Y eso puede hacer que personas que están sufriendo alguna experiencia difícil relacionada con esto, ya sea porque lo viven actualmente o porque es un tema sensible para ellas, se vean rodeadas de mensajes que le recuerdan lo más crudo de su vida.

Su dolor.

Y así, tal cual, sin anestesia.

Igual, incluso muchas de ellas sienten una ambivalencia: les gustaría compartirlo, denunciarlo, soltarlo al mundo pero, si lo hicieran, sentirían miedo, dolor, vergüenza. Miedo de las reacciones que tendrían tanto de su entorno más íntimo como de la sociedad en general. Dolor porque abrirse y contar una experiencia traumática es lo que genera y lo ideal sería hacerlo en un entorno seguro y con apoyo psicológico. Vergüenza porque se echan la culpa, porque piensan que todo hubiese sido diferente si hubiesen hecho tal cosa o tal otra, y no se dan cuenta de que esa culpa no surge de ellas sino de la sociedad que la inculca, la alimenta.

Porque a veces son cosas que duelen mucho pero que están tan normalizadas que lo único que generan es que esa mujer se cuestione si “tiene derecho” a quejarse o no. Y lo tienen.

Quiero compartir un ejemplo con vosotres. El otro día se ponía en contacto con nosotras una mujer que, cuando le contó a su madre que un miembro de la familia había intentado forzarla siendo adolescente, recibió como respuesta: es que eras muy guapa.

Así de duro. Así de crudo. Y no. Nunca tendrás la culpa de nada y la vergüenza debería estar en manos de otros, no en las tuyas.

Todo esto sólo indica que tenemos que trabajar mucho para cambiarlo, que tenemos que actuar para que todo esto no pase. Que quizás sea más útil y necesario que los hombres sean quienes escriban el #YoTambien después de analizar sus vidas y detectar esas veces en las que han podido hacer que una mujer se sienta así.

Que no están enfermos, no son locos, no tienen una adicción, ni sufren un trastorno del control de impulsos por ser varones. Lo que están haciendo es reproducir lo que han vivido, lo que se les ha enseñado, lo que ven en su casa, en la de los vecinos, en la televisión y las películas. Igual que la madre de esa mujer.

Ojalá el #YoTambien no sea necesario algún día.

Ojalá.

 

*Podéis leer la historia de Tarana Burke en este enlace. (Inglés)

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