La campaña por el aborto: un verde que es lucha y libertad

La «Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito» es el verde más intenso que aún grita para ser escuchado en la República Argentina.

 

Ilustración de Javitxuela

En la Argentina hay una lucha que todavía está verde, y esto no es porque no se le ponga fuerza  sino porque aún hace falta mucho debate serio y profundo en la sociedad y en las instituciones que la rigen. Estamos hablando de la lucha por el aborto legal, gratuito y seguro.

Bajo el lema «Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir», el colectivo que lleva a cabo el reclamo por un aborto que no sea delito en la Argentina dan cuenta de que la lucha no es un capricho y que son varios los elementos que hay que tomar en cuenta para mejorar la salud reproductiva de las mujeres, así como también nuestro derecho a elegir sobre lo que es, en definitiva, nuestro cuerpo. El movimiento ha recibido en la Argentina el nombre de «Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito». La unión se hizo necesaria ya que aún hoy, en pleno siglo XXI, las mujeres no podemos tomar decisiones elementales sobre nuestro propio organismo y cuerpo.

Ese espacio tan único y especial, nuestro cuerpo, que contradictoriamente debe ser privado cuando de mostrar las tetas para amamantar o tomar sol se trata, termina convirtiéndose en algo público cuando queremos hablar de nuestra salud reproductiva, y en la discusión se meten un número de instituciones sociales que deciden desde su lógica y su moral heteronormativas cómo debe ser y cómo debe comportarse una mujer para ser «decente» y «sana».

Una de las instituciones que más obstaculiza el debate sobre el aborto es la Iglesia. Legitimada desde el poder político (que tampoco está preparado aún hoy para dejar de lado las hipocresías patriarcales), la institución religiosa más popular de la región se aprovecha justamente de esa llegada popular y se niega a reconocer la realidad de miles de mujeres que mueren por no poder acceder a un tratamiento seguro de Interrupción Voluntaria del Embarazo o IVE.

Está claro, la Iglesia Católica entiende que el ser humano es tal desde el momento de la concepción y esa es su postura. Pero, ¿por qué estando ya en el siglo XXI es esta institución, con su moral que para muchas cosas se ha quedado en el Medioevo, la que presiona y decide sobre nuestros cuerpos y nuestros destinos? ¿Dónde quedan las libertades y garantías individuales que el capitalismo tanto propugna cuando se trata de la identidad y de los derechos de la mujer? ¿Acaso no somos lo suficientemente «sujetos» como para, dos siglos después de la Revolución que terminó con el Antiguo Régimen, poder decidir si queremos llevar a fin un embarazo, con todo lo que eso implica para nuestro organismo, nuestro ánimo y nuestra salud? ¿Somos entendidas todavía como personas de inferior capacidad, a las que hay que tutelar y guiar por el camino de la decencia? Muchas preguntas, pocas respuestas.

La Iglesia hace permear su moral a muchos ámbitos de la vida cotidiana: el Estado (que en países como el nuestro no logra separarse completamente de posturas religiosas), la moral pública, los medios de comunicación, los espacios laborales, de salud, de educación, etc. Así, es difícil dar un debate equilibrado y justo cuando son tantas las voces que desean legislar sobre el cuerpo femenino desde posturas altamente subjetivas y que no entienden que la problemática del aborto debe ser analizada de manera compleja y profunda.

Por otro lado tenemos a los medios de comunicación, claros responsables del mensaje que se difunde socialmente. Mientras son esos medios los que eligen cómo contar el hecho de que tres mujeres hayan decidido sacarse la parte superior de la bikini en una playa argentina, también son los medios los que construyen el relato que se arma en torno al tema del aborto.

Basta con colocar la palabra «aborto» en los buscadores o portales de noticias y enseguida accederemos a artículos donde la objetividad es lo que menos importa, donde abundan fotos de bebés por nacer o de fetos en gestación (pero nunca de mujeres muertas por abortar clandestinamente), donde se detallan con lujo de morbosidad los posibles peligros del uso de las pastillas de misoprostol o de otras drogas abortivas o se recurre sin disimulo a posturas condenatorias, juiciosas y moralistas sobre el comportamiento de la mujer pero nunca del hombre.

Aunque hoy muchas de nosotres podamos leer estas «noticias» (que no son más que artículos de opinión, reconozcámoslo) de manera crítica, la verdad es que llegan a miles y miles de mujeres y hombres que tal vez no se detengan a escuchar la otra campana, que toman esas palabras como verdad científica y que a partir de eso construyen su postura sobre algo que no puede quedar en manos de portales «informativos».

A todo esto se suma una durísima desigualdad social, que es la que hace que las mujeres humildes que deseen abortar se vean obligadas a hacerlo con métodos peligrosos, sin asistencia profesional o en lugares insalubres ya que acceder a clínicas seguras o a un tratamiento que no exponga la vida de la mujer es carísimo, por no decir imposible. Les profesionales de la salud que se niegan a realizar abortos en hospitales públicos no parecieran estar tan opuestes a cobrar las altísimas cifras que se manejan por hacerlo clandestinamente. La mujer, indefensa, siempre queda en el medio. Y así nos olvidamos que abortan mujeres de todas las clases sociales, orígenes, edades y realidades económicas o familiares. Negar esto es ingenuo, es injusto, es asesino. La diferencia esta en cómo lo hacen, con qué asistencia médica y emocional cuentan, qué privacidad e intimidad tienen, cuánto les cuesta, pero no en la existencia o ausencia de abortos. Vamos, ¡ha habido mujeres humildes denunciadas por médicos que, violando el secreto profesional, prefirieron poner por delante sus convicciones éticas personales antes que la salud y el bienestar de sus pacientes!

Sabemos además que nada de esto se soluciona con mejor educación sexual o con la entrega de anticonceptivos de manera gratuita porque en el fondo de la cuestión estamos hablando de nuestro derecho a decidir cuando el embarazo ya está en marcha. ¡Pero es que ni siquiera nos permiten educarnos o protegernos! En la Argentina existe hace unos años la Ley de Educación Sexual Integral a ser impartida, trabajada, conversada tanto en instituciones públicas como privadas de todos los niveles educativos. El problema es que el actual gobierno no pareciera tener demasiado interés en invertir en ello y por lo tanto son las provincias y las regiones del país las que se deben encargar de llevarla a cabo, sin directrices claras, serias o integradoras. Al mismo tiempo, la entrega de preservativos gratuitos (elemento que hasta hace un año atrás podía encontrarse en cualquier dependencia pública) ha empezado a flaquear y los fondos destinados a esto escasean. Da la sensación que el Estado argentino se lava las manos sobre sus responsabilidades pero pretende que las mujeres seamos sanas, responsables y decentes. La salud reproductiva de las mujeres es entonces una cuestión de moral personal. Abandono es poco.

Leyendo hasta aquí podrán decir… ¿qué tiene todo esto que ver con el verde? Bueno, el símbolo de esta campaña nacional en la Argentina es el pañuelo verde. Consultándolo con expertas del área y con las fundadoras del colectivo, la razón de que el pañuelo tenga ese color es porque el mismo no se identifica directamente con ningún partido u organización política. Esto tiene como principal objetivo hacer de esta una lucha pluralista, que permita sumarse a quien lo desee y que no distinga entre intereses o facciones partidarias.

Aunque usualmente estos reclamos pasan desapercibidos por los grandes medios de comunicación, la actividad es constante. Las marchas, los pedidos de debate y elevación a voto en el Congreso, la difusión en redes y medios alternativos de comunicación suelen ser momentos repletos de verde: pañuelos, cintas, globos, pancartas, banderas. Ese es el color que da el marco, que nos identifica como hermanas en la misma lucha y que hace crecer la esperanza de algún día poder gritar y celebrar en alguna plaza haberles arrancado a las garras del patriarcado nuestra libertad y nuestra vida. 

Para más información sobre el tema, podés visitar el sitio oficial de la campaña Aborto Legal o seguirla en la cuenta oficial de Facebook y Twitter: Campaña Nacional por el Aborto Legal – Facebook Campaña Nacional por el Aborto Legal – Twitter

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