La revolución de los sentidos

La revolución en la cama es la revolución de los sentidos. Si prestas atención, si escuchas lo que te transmiten, tus experiencias sexuales pueden ser más que extraordinarias. Marta, una de nuestras sexólogas, nos lo explica.


Ilustración: Dani


En esta vida sucede una cosa curiosa y es que cuanta más atención prestas a algo más grande se hace -y no hablo de genitales, que os veo venir-. Por eso, cuando nos duele algo, si nos centramos en ello, si le prestamos nuestra atención, vamos a hacer que ese dolor sea más agudo, más fuerte y que nos inunde. Sin apenas darnos cuenta habremos alimentado ese dolor hasta terminar con la sensación de “ya no puedo más”.

Pero esto también funciona de un modo más positivo ya que, si cuando algo nos gusta, nos centramos en ello, lo disfrutamos y prestamos atención, vamos a hacer que el placer se multiplique y nos invada un sentimiento realmente genial. Esto sí que está muuuy bien.

En el terreno sexual ocurre exactamente lo mismo y muchas veces damos por sentadas tantas cosas que no nos paramos a disfrutarlas, a sentirlas y vivirlas como si fuesen lo más importante en ese momento. Pero ¿y si lo hiciéramos? ¿Y si estuviéramos en una cabañita en mitad del bosque sin ningún tipo de aparato tecnológico alrededor, sin compromiso posterior, con todo el tiempo del mundo?

  • Uy, qué ojos más grandes tienes. Son para verte mejor…

¿Nos excitamos visualmente? Sí, por supuesto. Cuando ves un tipo de persona que te atrae, cuando ves un rincón en el que te gustaría disfrutar, cuando ves determinado tipo de prenda de vestir, cuando ves esos labios que te gustaría morder, ese movimiento, ese…

Somos muy visuales porque además vivimos en una sociedad que nos lo inculca -y a veces hasta nos bombardea- pero cuando tienes relaciones sexuales por septuagésima vez con esa persona ¿realmente te paras a mirar de verdad? O, como es un cuerpo ya conocido, ¿pasas un poco de largo como el que camina su calle llegando a casa?

Es normal que ocurra lo primero por pura inercia pero la próxima vez presta atención a todo como si lo vieses con nuevos ojos. Mira cómo respira, observa cómo se muerde el labio, cómo se le eriza la piel, cuenta de nuevo sus lunares, comprueba qué es lo que más te excita y exprímelo. ¿La forma de su hombro cuando se mueve? ¿La curva de su cadera al ponerse de perfil?

Observa y come con los ojos. Y no te pierdas tu cuerpo, ¿cómo se ve su mano en tu pecho? ¿Y cómo es el roce del pelo entre tus muslos? Lo mismo a solas, contigo, no te masturbes, sedúcete, sorpréndete, mírate… Uhmmm…

  • Uy, qué orejas más grandes tienes. Son para oírte mejor…

Vale, esto ha sonado un poco raro y nos empiezo a imaginar a todes con unas orejas de metro y medio, así que corramos un tupido velo y hagamos que aquí –ejem– no ha pasado nada.

Al igual que a la vista al oído no le sacamos siempre todo el partido que deberíamos. Céntrate en la respiración, la tuya, la suya… la que sea pero escucha cómo se acelera, cómo se transforma, cómo las palabras en ese momento suenan de otra manera, el sonido de la tela, el de una cremallera bajándose, de un tirante cayendo por el hombro. No hace falta que nos mareemos y estemos a todo cual gato pero elige algo y síguelo, no dejes que se escape.

Y hablando del oído no podía dejar de nombrar la música. Música que nos transporta, que nos conmueve, que nos excita, que nos invita a marcar su ritmo… ¡Ay! ¡Escúchala y déjate llevar!

  • Uy, qué nariz más grande tienes. Es para olerte mejor…

Y así llegamos a este punto, con el olfato de los sabuesos, con ganas de disfrutar de los olores. Este es un punto que me parece necesario matizar, además de porque es uno de nuestros sentidos -obvio- porque es uno de los más criticados.

Y es que parece que hablar de olores y sexualidad hace que más de una persona contraiga la nariz en gestos de asco. ¿Por qué? Por mala fama y porque igual no queda muy cool que digas que disfrutas de algo que tiene unas connotaciones negativas a nuestro alrededor, pero la realidad es que los olores pueden ser maravillosos, desde la brisa del mar hasta el del sudor que va naciendo en la piel. El olor del aliento de otra persona, el olor del flujo vaginal, del semen, de su piel, de su pelo. No cierres tu nariz a ello, prueba, experimenta y embriágate.

  • Uy, qué cuerpo más grande tienes. Es para tocarte y que me toques mejor…

Vale, esto se me está yendo de las manos y nunca mejor dicho. Pero es que cuando pensamos en el órgano más grande de nuestro cuerpo algunas personas pensaréis en el cerebro, otras en los pulmones, otras en vete tú a saber, cuando el órgano más grande que tenemos es nuestra piel. Nuestra maravillosa piel. Cargadita de receptores para sentir tanto de manera activa -tocas- como pasiva -te tocan-.

No te limites a acariciar a alguien para hacerle sentir, hazlo para hacerTE sentir. Disfruta tú de su tacto, de sus baches y sus curvas, de sus pliegues, de sus zonas más suaves, de las más ásperas que nos cuentan una historia maravillosa.

Y al contrario también. Deja que te toquen de arriba a abajo, no pongas puertas al mar, no acotes, no ningunees zonas porque en cualquier momento, en quien sabe qué centímetro de tu piel, puedes sentir algo que no sabías que estaba ahí. La piel. ¡Oh! la piel.

  • Uy, qué boca más grande tienes. Es para comerte mejor…

Bueno, esto no ha sonado tan mal… De hecho suena muy bien ¿no creéis?

Mordisquitos, lametones, succiones, besos… la boca es la puerta a universo maravilloso de sensaciones y sabores. Al igual que comentábamos con el olfato, no dejéis de lado saborear todo y, como decíamos con el tacto, disfrutad del menú completo, pensad en el cuerpo de vuestre compañere de cama como un menú degustación y ¡barra libre!

Tan sólo con cerrar los ojos y chupar -por ejemplo- el dedo de alguien centrándote en su forma, su tacto en tu boca, su sabor, pfff… Con un único dedo puedes llegar a sentir de todo así que ¿te imaginas con todo un cuerpo? Me entran los calores de pensarlo…

Y aquí llegamos, con los ojos como platos, las orejas arrastrando, sujetándonos la nariz con nuestras manos gigantes mientras babeamos y es que la verdadera revolución sensorial -y sexual- es cuando te permites probar y sentir todo sin juzgarte ni privarte.

¡Bon appétit!

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