Amor… ¿me la quieres mamar?

En Nicaragua la situación no es muy distinta al resto de Latinoamérica. El acoso callejero continúa a la orden del día y todes parecen tomarlo con total naturalidad. Una Frida nos cuenta su experiencia y las reacciones.



Casi las 9 de la mañana. Antes de venirme al trabajo paso por el Bisne para hacer algunas compras. No todos los tramos están abiertos todavía pero en uno de los callejones la mayoría están funcionando, me parece un lugar seguro y decido pasar por ahí. Más adelante me encuentro con dos tramos cerrados frente a frente y un hombre orinando. No hay vueltas, no hay salidas, me veo obligada a continuar mi camino. En lo que voy pasando, el hombre me dice: – «AMOR ¿ME LA QUERÉS MAMAR?» Con más enojo que con miedo le digo: – «¡REPETÍ LO QUE DIJISTE, ABUSADOR!» Él, al ver a una mujer sin miedo, comienza a correr y yo detrás de él sigo gritando. Se me suman las mujeres comerciantes de la zona quienes sin entender la situación, pero sospechando que algo no está bien, gritan junto conmigo y corren con escoba en mano.

El tipo se nos escapa, pero el bullicio aún no termina. Las señoras me empiezan a preguntar y yo les cuento. Ellas se enojan, maldicen y dicen que de haber visto algo se hubieran puesto más las pilas para agarrarlo y malmatarlo aunque sea con escobas.

¿Los cuidadores?

Claro que fui a ponerles queja. Fui acompañada de las mujeres, que me ayudaron describiendo con detalle la situación y al acosador.

¿Las respuestas?

Él cuidador no es responsable de esa área y no es brujo para saber lo que va a pasar ni para estar en todos lados. Las comerciantes enfurecidas empiezan a recordarle sus deberes, que su salario sale de los impuestos de la gente y de lo que ellos, como comerciantes, pagan para tener niveles mínimos de seguridad.

Uno de los cuidadores se suma a la conversación de reclamos y solicitud de actuación y aparentemente indignado por la situación solo dice: «¡Qué barbaridad, que chavalo jodido más vulgar!»

Mi respuesta: – «Señor esto no se trata de vulgaridad, se trata de violencia sexual, esto es motivo suficiente para echarlo preso, yo soy una mujer adulta y esta situación para mí es gravísima. Pude defenderme aunque sea gritando, pero aquí en este mercado también andan niñas y adolescentes que están expuestas a una inseguridad terrible, yo entiendo que su compañero no es brujo para saber lo que va a pasar en tal lugar y tampoco lo estoy culpando de la violencia sexual de la que acabo de ser víctima, pero si le estoy exponiendo esta situación es para que la tomen en serio, que sepan quién fue y que estén atentos para que no vuelva a pasar o al menos para que puedan actuar ante un futuro incidente.»

Una realidad naturalizada

Desde silbidos en la calle, el típico “adiós mamacita” o “adiós muñequita”, los gestos faciales de morbo, las miradas invasivas y en sus formas más graves, los tocamientos, la masturbación en lugares públicos y el exhibicionismo todes somos parte de esa violencia machista que vivimos a diario las mujeres y que por la frecuencia con la que ocurre, es naturalizada.

Esto que me pasó a mí hoy en la mañana a plena luz del día, lo pasan miles de mujeres en nuestro país, en zonas que se supone deberían ser seguras. Ayer mi sobrina de 14 años estando dentro de la casa fue violentada por un tipo que se pegó a la ventana para acosarla y que suele pasar, también, por mi casa. Mi sobrina le puso quejas, yo me salí de inmediato y hablé con él seriamente, le manifesté mi motivo de enojo, exponiéndole lo que él hace es un acto de violencia y ejercerlo con una niña de 14 años lo agrava, le dije que mi sobrina no está sola y le expliqué que si esto se volvía a repetir fuese en la casa o en la calle que estuviera 100% seguro que iban a haber consecuencias.

Esto no se llama ni “enamorar ni piropear”. Tiene su propio nombre y se llama “acoso sexual callejero” y aunque en nuestro país aún no se reconocen ni se penalizan las formas más “leves” de este tipo de violencia, sí es necesario que actuemos, siempre y cuando las condiciones nos lo permitan.

Actuar no solamente significa defendernos a nosotres mismes, sino también reaccionar cuando otra mujer está siendo acosada, como reaccionaron en sororidad conmigo las señoras del mercado o como reaccioné yo con mi sobrina. Si sos hombre, tu actuar no debe ser parte de esta violencia. Ni ejerciéndola, ni en complicidad con risas o silencio permisivo mientras la violencia ocurre.

Ni los lugares ni las horas en las que andemos, ni la ropa que vistamos, ni la forma en cómo nos maquillemos nos hace responsables del acoso sexual, nadie provoca a nadie, ninguna mujer sale a la calle deseando ser acosada o violada, así que si sos de los que dice: «¡Ella provoca por cómo se viste! ¡Quien la manda a andar sola y tan noche en la calle!» y otra lista de sandeces, por favor sé un poquito más inteligente. Seguro vos tampoco salís a la disco o a la calle deseando que te roben o que te pase algo malo.

El silencio, el no reaccionar son formas de complicidad e impunidad social que contribuyen a la naturalización de la violencia, actuemos, reaccionemos, desnaturalicemos y poquito a poco construyamos un país más seguro y más justo para las mujeres, niñas y adolescentes.

Amarilis Acevedo (23), Chinandega, Nicaragua.

 

1 Comentario

  1. Maria Azul

    Hola acabo de leer el articulo. Soy argentina pero vivo en Nicaragua hace cinco meses. Creo que en toda latinoamerica esta instaurado muy fuerte el machismo y junto a el, el acoso callejero.
    Me ha pasado que me gritaran cosas como «mami quieres que te acompañe» o «amor muy linda pero gordita» por parte de agentes de seguridad, hombres trabajando o algun conductor de taxi que me diga cara a cara «mi amor hermosa» y darme vuelta y decir » quien te crees que sos. Porque no te vas a la mierda! » perobellos te sigen insultando y diciendo cosas a los gritos como si fueran la victima.
    Tambien he podido observar mujeres que son acosadas callejeramente y que respondan con una sonrisa o con un simple » hola». No quiero pensar que la mayoria de las mujeres acepta esto, pero si hay que ser realista y aceptar lo naturalizado que esta.
    He discutido con un compañero de trabajo cuando me preguntó que fue lo que mas me costo aceptar de Nicaragua, le dije » el machismo y el acoso callejero» a lo que me contesto » las mujeres aca tienen una mentalidad mas abierta, si un tipo le dice algo, no les hacen caso porque saben que nadie las puede ofender porque ellas saben quien son» a lo que conteste «. Realmente no creo que sea asi. Pero me han dicho mil veces » pero que otra cosa puedes hacer? Nada, solo tienes que callarte y seguir caminando. Sino algun dia te pueden hacer algo» . y sinceramente no estoy dispuesta a vivir con miedo, quiero, como todas, ser respetada y no ser cosificada. Caminar libre y sin sufrir el acoso.

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