Tócala otra vez, Sam

El sexo en el cine es siempre ideal. Ideal, aséptico e irreal. Nuestra sexóloga nos lo explica con este divertidísimo artículo en clave irónica.


Ilustración: Ninde


Aún recuerdo mi primer beso. Qué nervios, qué emoción, qué incertidumbre. ¿Qué se sentirá? ¿Qué pasará? ¿Nos enamoraremos y estaremos juntos para el resto de nuestros días? ¿Sabré hacerlo? ¿Hacia qué lado se gira la cabeza, hacia la derecha o hacia la izquierda? ¿Por qué todo el mundo -independientemente de ser zurdes o diestres- tendemos a girarla hacia el mismo lado? Uhmmm…

Preguntas. Nervios. Ilusión. Y llegó.

¿Y sabéis qué me encuentro? ¡Que el tío este raro abre la boca e intenta introducir su lengua dentro de la mía! Que hace unos movimientos de succión cual besuguillo fuera del agua y que, mientras hace todo esto, sus manos -que parece que se han multiplicado- van acariciándome todo el cuerpo.

¿Pero esto qué es? Una, que se informa de las cosas, ya se había visto millones de pelis, ensayado con el brazo y todo estaba perfectamente preparado para no tener nada que envidiar a besos como los de Humphrey Bogart o Cary Grant… Boquita cerrada. Muy juntos. No respirar y apretar labios contra labios. En ese momento descubrí que los besos de verdad no eran así, no eran como me los habían enseñado.

Aprendí que el cine no era de fiar.

Pero no se si será porque soy un poco despistada o qué pero se me olvidó y volví a caer en la trampa hollywoodiense.

Era mi primer encuentro sexual y no estaba nerviosa porque mi “hombre” me dijo que no lo estuviese, y yo soy muy de obedecer a quien tiene razón y quien sabe lo que hace. Porque los hombres, ya lo sabéis, se supone que nacen con todo lo referente al sexo aprendido, viene de fábrica, no se ponen nerviosos, no tienen dudas.

Nos desnudamos rápido. No pusimos ningún tipo de medios ni utilizamos ningún método anticonceptivo porque eso en el cine no sale. ¿Cómo va a salir? ¡Qué cosas tenéis!

Se me hizo raro porque al contacto de nuestros cuerpos se producía un sonido -tap, tap- como si alguien se hubiese dejado una ventana abierta y estuviese golpeándose dulcemente con la corriente -tap, tap- y, además, me di cuenta de que nadie cantaba ni empezaba una melodía sugerente. Lo dicho, raro e inusual.

Lo que hicimos fue acariciarnos un poco e ir directos al coito porque eso es lo que hay que hacer siempre. Me extrañó no sentir el orgasmo pasados 5 segundos pero decidí darle un tiempecito más. Oioioioiii ha pasado un rato y nada -tap, tap- y él se está emocionando y tenemos que terminar juntos sí o sí.

¡Uy! ¡Ya sé por qué no llego al clímax! ¡Qué cabeza la mía! Si es lo que os estaba contando, que soy muy despistada, lo que falta es que grite, que los vecinos puedan escuchar el golpeteo en la pared y así, de esa manera, alcanzaremos los dos juntos el Nirvana.

¡Ah! ¡Oh! ¡Sí! ¡Aaah! ¡Oooh!

No sé que pasó pero no funcionó y eso que estuvimos unos 30 segundos. Algo raro. Será porque no ha sonado la música.

Según terminamos me vuelvo muy consciente de mi propio cuerpo. Socorro. Estoy desnuda y no estamos teniendo relaciones sexuales. El termómetro marca 35 ºC pero yo, que sé muy bien cómo van estas cosas y que no me he visto tropecientas series de televisión para nada, cojo la sábana y me tapo hasta que parezca que llevo un cuello vuelto. ¡Uf! Menos mal que me he acordado, que sino hubiese sido un momento muy embarazoso.

Aquí espero a que sea él el que se encienda o no “el cigarrillo de después” porque cuando he hecho el estudio cinematográfico he encontrado muchas contradicciones al respecto, algunas personas lo hacen y otras no. Yo no he fumado nunca pero si hay que hacerlo lo hago, por supuesto.

Parece que no.

Apoyo mi cabeza contra su pecho para disfrutar del momento y me doy cuenta de que necesito urgentemente ir al baño. ¿Lo bueno? Que soy una maestra, ya se cómo se hacen estas cosas.

Cojo la sábana -recordemos que ya no es “legal” que vea mi cuerpo- me la enrollo, me transformo en un rollito primavera y me voy muy digna al servicio intentando no tropezarme. Antes de entrar giro la cabeza hacia él. Él me mira, me sonríe y me dice “esa es mi chica” guiñándome un ojo. Me derrito.

Ya en el baño me doy cuenta de que no he visto esos fuegos artificiales de los que tanto hablan. Un caso paranormal. Debo estar en una película independiente.

Y es que el sexo, al natural, no es tan artístico ni tan aséptico. Hay fluídos, sonidos, sudor, pelos, sábanas que se enredan, ropa que cuesta desabrochar. Hay parones, hay “golpeteo” de cuerpos, hay tiempo. No siempre se va directos al coito e incluso el coito no tiene por qué estar presente, no siempre se alcanza un orgasmo simultáneo -ni creo que debería de ser ese nuestro objetivo- y muchas veces se necesitan más de 30 segundos para disfrutar de verdad.

Ni hombres ni mujeres tenemos que cargar con tanto estereotipo creado ni tenemos que pensar que “algo falla” cuando no es como en las películas.

Aprendamos a diferenciar ficción de realidad porque lo primero será más bonito y estético, pero lo segundo es lo que nos va a hacer disfrutar de verdad.

TocaME otra vez, Sam.

4 Comentarios

  1. Alexander

    Que buen colectivo. Con esta pagina me he sentido como cuando una chica te enseña su habitacion, en su version mas rosa. Acogedor.

  2. Pingback: Tócala otra vez, Sam | destino:placer

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