Princesa por sorpresa

Aquí estoy, perdida en Internet buscando un vestido para la próxima boda. Llevo meses buscándolo. Esta boda es importante, es la boda de mi cuñada, y no puedo (ni quiero) dar mala imagen a mi familia política, por mucho que me acepten y me quieran como soy.


Ilustración: Javitxuela


>Jamás me había pasado, he ido a bastantes bodas y el vestido nunca había sido un tema que me preocupara. Pero esta vez es diferente. Mis amigas y pareja lo saben, es algo que está en mi cabeza y no se va. Odio ponerme problemas por un simple vestido, algo que, a mi juicio,  es banal y simple. Y me da mucha rabia, me da rabia parecerme a alguien que no quiero ser, a alguien que pasa el tiempo en busca del modelito perfecto.

¿Y el pelo? ¿Qué haré con mi pelo? ¿Debería llevar tacones esta vez?  ¡Uf!

¿Por qué los chicos no tenéis  tantos problemas a la hora de vestir? Le pregunto a mi pareja. Él me contesta diciendo que vaya como quiera, que lo importante es participar. Pero no le hago caso. Él también está buscando un traje, le gusta uno azul claro, que por lo visto es muy chic en su país. Yo le digo que aquí es más de ir de oscuro, y él me responde que no entiende por qué las chicas podemos ir de mil colores y maneras  y ellos tienen que ir siempre con lo mismo.

Ahí me ha pillado. No envidio su obligación de chaqueta y corbata, pero tampoco le deseo lo del tacón y la braga faja. ¡Cuántos convencionalismos y tontuneces sexistas hay en las bodas! Por los menos en muchas de las bodas españolas. Y en las de las películas estadounidenses, por supuesto. Pues estos problemillas vienen de lejos; de hecho, el mismo origen del matrimonio marca el inicio de todo:

El matrimonio, desde el punto de vista antropológico, es una institución que permite legitimar la descendencia de una mujer y crea relaciones de alianza entre los grupos de parentesco de los cuales provienen sus miembros. 1

Vamos, que si una paría sin estar casada, no era legítimo. Y que servía para tener descendencia, que si no, mejor no casarse.  Es un origen sexista y homófobo a partes iguales.

Otro ejemplo, es el hecho de casarse de blanco. Todavía en este siglo XX se  cree que el blanco es el símbolo de la pureza, y que simboliza el corazón inmaculado de la novia. ¡WTF!

Sí, WTF porque es machista, porque desde mi punto de vista, hoy en día la pureza es algo que se queda en el ámbito de la química. Además, la historia es la encargada de contradecir esta tradición; antes de la Revolución Industrial no había mucho tejido de ese color; pero después de esta, subió la demanda  por el vestido blanco de novia e hizo que se volviera tan popular.

Además, ¿Por qué el vestido de novia tiene que ser tan importante y tan impactante? El del esposo da igual, pero todo el mundo se emociona al ver a la novia y siempre hay que comentar lo guapa que está con su vestido. Y la forma de vestir es sólo lo más evidente. Hay más hechos rancios en las bodas que aún hoy en día (y tristemente) siguen vigentes.

El tener que maquillarse tanto, o las personas que hacen dietas expresamente para este acontecimiento y  así estar ideales. Los puros para los hombres y para las mujeres ese alfiler tan bonito para que encuentren un buen chico. O los regalos para la gente invitada divididos por sexo (esto personalmente me asquea mucho, porque me ha pasado en más de una ocasión que me gustase más el que dan a los hombres), en vez de hacer regalos unisex (o no regalar nada, ya que estamos, que tampoco pasa nada, vaya). Las bromitas vomitivas de ya te han pillado, empieza tu vida de no libertad. Si alguien no quiere, no se casa y punto; el matrimonio no viene definido en el diccionario como sinónimo de prisión.

Pero lo que más chirría y apesta, es esa imagen de que la boda es sólo importante para la mujer y que es ella la que tiene que ser el centro de todo. La princesa por sorpresa. Aunque las personas que se casen sean dos y, sobre todo, cuando ahora por fin pueden casarse personas del mismo sexo.  La sensación que me da muchas veces, es la de que los hombres en estos eventos son secundarios, sobre todo a la hora de preparar el evento, como si el bodorrio no fuera con ellos, que sólo lo hacen para ver feliz a sus parejas.

Creo de verdad que el protagonismo debería ser conjunto de principio a fin; desde la decisión de casarse, hasta la noche de bodas. Y también creo que si para que vuestra boda sea perfecta, tiene que venir llena de todos los detalles casposos arriba señalados, deberíais empezar a pensar qué películas y cuentos os han  educado y qué podrías hacer para ayudar a que ciertas tradiciones desaparezcan.  Como la de los toros. Que no viene a cuento, pero ya que me he lanzado, pues la dejo aquí de paso.

Y como me he venido arriba, queda decidido: a esta boda voy a ir también sin tacones, que lo que pierda en altura lo ganaré en salud.

San Román y González Echevarría, 1994: 21

 

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