Frida y Diego: el romance del elefante y la paloma

Si hay una historia de amor que merece ser escrita en Proyecto Kahlo es la de Frida y Diego. Este mes les contamos con detalles esta relación tan apasionante como oscilante.



Como un acto de hechicería, como la aleación de dos sustancias que se funden juntas o como un acto de magia, el amor y el desamor que Frida Kahlo y Diego Rivera se juraron y se quitaron hasta el final de sus días, convirtió su vínculo en una de las historias más maravillosas, fascinantes pero también incomprensibles e inabarcables del siglo XX. Frida y Diego, creadores de incontables pinturas y murales, también supieron ser creadores y destructores de su realidad, indefensos y sublimes ante el enorme torbellino que los envolvió al encontrarse y que los separaría definitivamente veintiséis años después con la partida de este mundo de una de las más cautivantes mujeres de la Historia.

Él, inteligente y encantador. Ella, sensible y pasional. Él, Diego. Amante de la política, del arte y de las mujeres. Ella, Frida. Enamorada de su México, del color y del dolor. Ambos fueron una explosión que como un fuego se consumió brevemente pero dejó cenizas eternas. Resultado de sus elecciones o consecuencia del destino, el romance del elefante y la paloma es digno de ser contado en este mes de matrimonios, bodas y uniones.

Frida y Diego se encontraron por primera vez en 1928. Ella tenía sólo 21 años de edad y el ya recorría los 42. Frida recién daba sus primeros pasos como pintora, una joven venida del Coyoacán mexicano, que todavía no sabía bien lo que quería pero que empezaba a construir su círculo de amistades y contactos en la ciudad capital del país. Diego era ya entonces un artista consagrado en México, afiliado al Partido Comunista y con varias exhibiciones en su camino. Fue justamente ese círculo de nuevas amistades el que puso en contacto al artista y a la joven promesa. Nuestra Frida ya había sufrido para entonces el famoso accidente de tranvía que le provocó numerosas y graves heridas cuyas secuelas durarían hasta sus últimos días. Pero su descomunal fuerza le permitió seguir adelante y así fue que conoció al que sería el gran amor de su vida, al reconstruirse a sí misma una y otra vez.

El amor y la atracción fueron para Frida y Diego tan fulminantes para ambos que sólo un año después, en 1929, los protagonistas de esta historia se casarían en el ayuntamiento de la localidad de Coyoacán. Esta decisión significó para Frida ir en contra de lo que toda su familia y amigos más cercanos le recomendaban. En ese mismo año Diego sería expulsado del PC por tomar pedidos del mismo gobierno mexicano y esto haría que la pareja se mudara brevemente a San Francisco (Estados Unidos) donde ambos intentaron dedicarse de lleno a su profesión, él con más éxito que ella.

La pareja encontraría en esta convivencia sus primeros roces, que incluirían engaños e infidelidades primero de él y luego de ella. El dolor que a Frida le causaría enterarse de la relación extramatrimonial que Diego mantuvo con su hermana Cristina Kahlo la llevaría a correr con el tiempo a los brazos de otros hombres  e incluso de otras mujeres. Pero siempre ¡siempre! el amor y el sufrimiento la llevaban de vuelta a cobijarse en el pecho y en los brazos del hombre que más la conocía. Las idas y vueltas de la pareja se convirtieron en algo común con el tiempo y ambos aprendieron a aceptar las relaciones de cada uno sabiendo que entre sí se necesitaban como el río al mar y las mareas a la luna.  Hay quienes sostienen que Frida mantuvo un profundo y cercano vínculo con León Trotsky cuando la pareja lo recibió en su casa de México ante el exilio del político ruso, pero dicha relación nunca fue confirmada por historiadores.

Sin embargo, creer que el matrimonio de Frida y Diego estuvo construido sólo en base a la pasión o únicamente con amor sería ingenuo y pintaría una realidad multicolor sólo con algunos tonos. Entre los dos artistas existió un hondo sentimiento de admiración y de deslumbramiento mutuo. La presencia de uno era central para el otro y viceversa. Conocemos especialmente el sentir de Frida gracias a lo que nos legó con su diario personal, escrito en las últimas épocas de su vida. El costado íntimo de Diego siempre fue mucho más escurridizo, pero podemos acercarnos un poco más a él desde las palabras de Frida y del permanente acompañamiento a su mujer.

A través de las hojas del diario, Frida despliega su incondicionalidad y deja ver la envergadura de Diego en su vida. No hay posibilidad de dudarlo: es la persona más mencionada y más reclamada. Con palabras, dibujos y colores Frida representó a su gran amor como quien le daba vida y a quien todo le debía. Numerosas son las cartas que le escribe, entre ellas una en la que con prolija caligrafía le dice «Diego: nada comparable a tus manos ni nada igual al oro verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. (…) El hueco de tus axilas es mi refugio. (…) Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente, flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos».  El lazo indisoluble entre ambos se hace evidente así, como cuando señala con absoluta entrega su unión a Diego: «Tú te llamarás auxocromo, el que capta el color. Yo cromoforo, la que da el color».

Frida suele referirse a Diego con abundantes alusiones a la naturaleza, con la cual ella siempre se siente ligada: «Sobre tu forma, a mi tacto respondieron las pestañas de las flores, los rumores de los ríos. Todas las frutas había en el jugo de tus labios, la sangre de la granada, el tramonto del mamey y la piña acrisolada. (…) Olor a esencia de roble, a recuerdo de nogal, a verde aliento de fresno. Horizontes y paisajes que recorrí con el beso». Además, Frida también expresa su rol de madre y sus deseos de cuidar permanentemente a Diego cuando dice «Nadie sabrá jamás cómo quiero a Diego. No quiero que nada lo hiera, que nada lo moleste y le quite energía que él necesite para vivir». Tal vez estas líneas tengan que ver con el sentimiento de culpa que Frida sentía al requerir tantos cuidados debido a sus dolencias, operaciones y sufrimiento, situaciones que podrían en su mente significar distracción para el artista.

Pero también Frida muestra la desolación que existía en la pareja. En una de las páginas sobresale la frase «Diego. Estoy sola» en enormes letras, luego de dejar entrever que esperaba su llegada y sentía la soledad. Diego solía viajar durante el año para llevar sus obras a exhibiciones internacionales, pintar murales en Estados Unidos y esto hacía que el vínculo se construyera también en base a ausencias. En marzo de 1953, tan sólo un año antes de morir y en una de las últimas hojas dirigidas a su esposo, ya con una caligrafía desordenada, Frida escribiría: «Mi Diego. Ya no estoy sola. ¿Alas? Tú me acompañas. Tú me duermes y me avivas.»

 

 

A lo largo de su vida, Frida sufrió varios abortos. La imposibilidad física para concebir niños pero además el pedido expreso de Diego de no crear una familia nos hablan de un dolor que se sumaba no por decisión propia a su ya adolorida vida. Vivió numerosas cirugías y amputaciones de sus miembros inferiores, tanto de los dedos de sus pies como de una de sus piernas. Pasó muchos años postrada por intervenciones en su espalda, lo cual ayudó a que desarrollara con más ímpetu su tarea artística, siendo esa actividad una de las únicas cosas que podía realizar desde la cama. Con la ayuda de Diego, se le construyó un atril especial que le permitía seguir pintando desde esa posición. Sus enfermedades y padecimientos se hacían intermitentes, por eso podemos encontrar períodos de mayor actividad y otros de mayor desesperanza.

 

 

La política fue una parte importante de la pareja. Diego se mantuvo a lo largo de toda su vida en una relación de amor y odio hacia el Partido Comunista Mexicano, al cual invitó a unirse a la misma Frida. Esta pasión fue compartida por la artista, que se decía haber nacido el mismo año de la Revolución Mexicana (1910) como muestra de su compromiso permanente con la causa latinoamericana. Este dato se confirmó como falso, pero no deja de ser altamente simbólico sobre su postura ideológica. Ambos participaron activamente en acciones políticas, juntaron fondos para los republicanos españoles durante la Guerra Civil y se sumaron a marchas y manifestaciones contra la invasión de la CIA a Guatemala. Es en una de esas protestas en donde se vio públicamente por última vez a Frida, quien sufría ya neumonía y cuya salud empeoró para fallecer un tiempo después, en 1954.

Todo esto nos sirve como una pequeña muestra de lo compleja y sorprendente que esta relación fue para ambos. Usualmente reducidas a un producto de marketing, las figuras de Frida y Diego, eternamente enamorados del arte, de México, de la revolución y uno del otro se convierten en una extraordinaria historia de amor, de pena, de esperanza, de padecimiento, de entereza y de colores. Como ninguna otra. O tal vez, como todas las demás.

 

5 Comentarios

  1. Pues me van a disculpar, pero no me parece una relación para romantizar. Fue más bien tóxica como muchas.

    • Muchas gracias …muy interesante,yo admiro a Frida!!!

    • Opino exactamente lo mismo que tú. Si tuviese que elegir una relación ejemplar desde luego que no sería para nada la de Diego y Frida. Regresar una y otra vez con una persona que te hace daño no es símbolo de amor, es símbolo de debilidad y cobardía.

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