No me gusta cuando callas

Respondes a los insultos de un conocido con desafío y decisión, pero tus amistades te reprochan no haberte comportado «con elegancia» ignorándolo. ¿Por qué nos hacen sentir culpables por defendernos y alzar la voz?


Ilustración: Estrella


No me gustas cuando callas porque estás como ausente y te quiero presente, te quiero viva, te quiero cuando gritas.

Este podía ser el verso alternativo al famoso de Neruda, pero no, no lo es, de momento el que se repite una y otra vez es el me gustas cuando callas. Y es que sí, de momento, calladitas estamos más guapas (y repito aquí a otro lugar común sobre nuestro preciado silencio), y el que una mujer hable y no calle no siempre puede ser bien entendido en nuestra sociedad. Que una mujer exprese su opinión libremente o, peor aún, que se defienda ante insultos u otras agresiones machistas no está bien y tú misma lo sabes, por eso cuando expresamos nuestras opiniones o cuando respondemos a las agresiones hay una parte de nuestro ser que se arrepiente de haber pronunciado las palabras que acaban de salir de nuestra boca.

Hasta hace poco cuando por la calle recibía algún piropo contestaba con un amable corte de mangas o les invitaba a decir eso mismo a un hombre. Estaba convencida de que estaba en mi derecho de contestar a ese tipo de actitudes, pero una parte de mi me culpaba, me decía que no estaba bien, de manera que cuando esto ocurría en un lugar concurrido obviaba decir nada para no montar “el espectáculo”, que es algo que no se puede hacer. Cuando te sueltan algo así tienes que aceptar, sonreír y dar las gracias ya que estás, de rechazar conductas machistas nada, que eso está muy feo.

Hace pocas semanas, pasé por una situación similar, ante un conocido que me dedicó varios insultos, no sólo no hubo nadie que lo parara del resto de amigos presentes, sino que también una vez terminado el conflicto mis propias amistades femeninas me culpabilizaron a mí. La culpa era mía, si yo no hubiera respondido ante los insultos todo hubiera quedado en nada, no habría habido un “espectáculo” (otra vez el famoso show que tanto nos gusta montar), él me habría insultado, yo me habría quedado con los insultos y aquí paz y después gloria. Te llevas los insultos a tu casita y allí decides que hacer con ellos, si te los quedas, los tiras o tú verás, pero eso de responder a los insultos, igual, no se hace que está muy feo.

Lo peor de todo es que al día siguiente me desperté con un gran sentimiento de culpa y solo sabía preguntarme ¿por qué? ¿por qué me siento mal por defenderme? ¿por qué lo hice? ¿estuvo mal? Y la verdad es que por muy firme que pensara que son mis convicciones en ese momento sentía que había hecho mal y que tenía la culpa de ello. Y al final de todos estos pensamientos surgía el por qué no me quedé callada. Me sentía culpable por haber respondido a los insultos, por no dejar que me pisotearan, ¿qué tenía eso de malo? ¿por qué entonces me sentía mal? Pues aquí tengo la respuesta: porque no supe responder como una señora.

¿Qué es esto de responder como una señora? Una señora ante los insultos no hubiera respondido, se hubiera callado y se hubiera ido, una señora sería reconocida por todos por la valía de su silencio. Entonces yo ¿qué tipo de señora era? A lo mejor, ¿ni siquiera era una señora? El problema es que una señora es un modelo a seguir que lleva implícito la pasividad de la mujer y la dependencia de la opinión pública. La señora no se defiende, su defensa es el silencio, la indiferencia ante lo que puedan decir de ella, no le afecta el insulto, pero tampoco se rebela ante ello. Si decides rebelarte, si no aceptas el insulto ya no serás una señora, serás otra cosa, una mujer, una joven, lo que sea, pero serás alguien que no se le merece ningún respeto. Y tú misma sabes que cuando no te comportas como tal, lo estás haciendo mal y te sientes culpable, como me sentí yo aquella mañana.

Una culpa la nuestra al hablar, al defendernos, autoimpuesta por una sociedad que sólo parece aceptar cierto tipo de mujeres. Puedes hablar, pero veamos de qué, y lo de las agresiones dejémoslo para otro momento, que eso son cosas vuestras, de feministas que lo exageráis todo. Pero la verdad es que me niego a sentir esta culpa que no es mía, que no es ni mucho menos nuestra. Lo positivo que saco de todo esto es que las actitudes machistas solo me dan más ganas de hablar y no callar nunca ante situaciones de este tipo, que esos insultos, de alguna manera, pueden sacar lo mejor de mí.

 

3 Comentarios

  1. Yo les digo…dícelo a tu madre, dícelo a tu hija pedazo de guarro. Cállate bastardo, fóllate a tu abuela, que asco me da tu cara, cuanto hace que no follas pedazo asqueroso? Y asi me descargo y me rio mucho.

  2. Pues yo igual es que no soy una señora, pero yo me siento peor cuando me quedo callada y no les digo mis palabras favoritas para estas situaciones que son: gilipollas o mamón, remarcando bien la sílaba tónica. y me irrita sobremanera cuando alguna chica da las gracias. Gracias de qué, en todo caso a tus padres por tus genes o a tu peluquera.
    Pd: tb me gusta sacar el dedo, uns buena peineta…

  3. Hola, soy una joven de 18 años y todos los días recibo un chiflido o un «piropo» en la calle. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿Que es mejor/ peor? Ignorar eso o hacerle frente. Porque si ignoramos se puede prestar a un malentendido de aceptación pero si hacemos de frente, también es aceptar dicho acto. La cuestión es ¿Que hacer?

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies