¿Hasta que la silla nos separe?

Marta reflexiona sobre la sexualidad y las relaciones de pareja en las personas con lesión medular.


Ilustración: Javitxuela


Cuando se habla de una persona con lesión medular, lo primero que le suele venir a todo el mundo a la cabeza es que “no puede andar” y seguido aparece la imagen de una silla de ruedas. Pero al final la silla es lo de menos. En función de lo alta o baja que sea la lesión la persona tendrá más o menos movilidad pero, no sólo eso, sino todo lo que acompaña: la sensibilidad, el funcionamiento de los órganos, los problemas para regular la temperatura del cuerpo y un etcétera que se queda corto si lo uso como abreviatura. Eso sí que es una “silla” que importa, que preocupa y que tambalea la vida de esa persona y los que la rodean.

Esa “silla” suele venir de golpe y, a veces, no sólo pasa a formar parte del día a día de esa persona sino también de sus pensamientos. Y es que la silla trae consigo cierto nivel de dependencia, mucha impotencia y, porqué no decirlo, rabia y tristeza.

Hay parejas que se encuentran con esta silla entre ellas y, muchas veces, es difícil hacerse con ella, manejarla, conseguir que siga rodando la relación y que no volquemos con ella en el primer escalón.

Hay quienes se asustan y se alejan cuando a sus parejas les sucede algo así, lo que no es plato de buen gusto porque es una gota capaz de desbordar el vaso más vacío. Pero, pensándolo bien, es mejor que sea así porque quiero que estés conmigo en lo bueno y en lo malo no sólo en los días soleados.

También hay quienes se re-enamoran y no ven la silla como un estorbo sino como una segunda oportunidad, no ven las barreras arquitectónicas como pequeños Everest sino como retos que juntos, unidos, de la mano, se suben mejor y te hacen crecer.

Eso por el lado de las “parejas de” pero ¿y qué me decís de la persona que lo sufre? Hay quien piensa que vale menos, que es sólo una carga, que la vida ya no será igual. Lo último es indiscutible pero tenemos que recordar -y más aún en los momentos difíciles- que los cambios pueden ser para mejor y no porque suceda algo así para peor.

La dichosa “silla” también se cuela en la cama, en la sexualidad de la persona. Dependiendo de cada lesión habrá quien sienta poco, mucho o nada, habrá hombres que tengan o no erección y la lubricación en las mujeres también se verá afectada. Encontraremos guías y artículos sobre como conseguir una eyaculación o “embarazarse” con determinada lesión, etc. pero ¿y dónde queda el placer? ¿Dónde queda el autoconcepto?

Porque es en situaciones como éstas en las que se ve más claramente cómo vivimos en una sociedad coitocéntrica, que da una importancia tremenda a un tipo de relación y deja las demás como meros accesorios. Es aquí cuando vemos a hombres que se sienten diminutos porque no pueden tener una relación sexual “normal” -maldita palabra- y mujeres que sienten que son un “pero” muy gordo para sus parejas.

No, no, no,…. ¡NO! La sexualidad no es eso -nunca me cansaré de repetirlo-, la sexualidad es mucho más. En un abrazo, en un beso, en una caricia, en una mirada, en un gesto, en tantas cosas hay sexualidad que la limitamos, la ninguneamos y no aprovechamos su verdadero potencial. Podemos querer sin movernos, podemos tener relaciones sexuales en las que no demos a los genitales el papel protagonista y podemos tener orgasmos tan sólo con nuestro cerebro, no necesitamos más.

Habrá quien piense que el orgasmo es físico, que para ello necesitamos una estimulación, pero la realidad es que todo lo que necesitamos es nuestra cabeza. Seguro que más de una persona habéis tenido alguna vez un sueño erótico, ¿verdad? y os habéis excitado… y también más de una habréis visto cómo ese sueño es acompañado por un maravilloso orgasmo que os ha despertado y os ha dejado el resto del día con una sonrisa de oreja a oreja. Y todo ello sin necesidad de ningún tipo de estimulación física, ¡voilà!

Pero con esto no quiero menospreciar de ninguna manera el contacto físico, ni muchísimo menos. En el cuerpo tenemos millones de rincones que nos pueden hacer sentir igual o más que nuestros genitales, ¿dónde?, ¿cómo? Ahí está la parte divertida, en descubrirlos, buscarlos y, por supuesto, disfrutarlos.

Y es que hay veces que hay que pararse, cerrar los ojos, respirar y gozar por el mero hecho de estar vivo y por poder seguir disfrutando de tantas cosas placenteras que existen en la vida, sólo tenemos que prestar atención para no perdérnoslas.

Este artículo quiero dedicárselo a mis padres. A mi madre por ser la persona más fuerte, valiente y hermosa que hay en este mundo y a mi padre por haber seguido queríendola como el primer día y haber sido un pilar fuerte y seguro en el que apoyarse. Porque sois el ejemplo perfecto de que una silla no tiene porque estorbar, sino que puede ser un instrumento que os lleve juntos a lugares maravillosos. Os quiero.

 

2 Comentarios

  1. Hay que romper ese tabú que las personas con lesiones medulares se termino su vida sexual. Es de experimentar nuevas experiencias, es de conocer mas nuestros cuerpos y utilizar más nuestro cerebro. Hay que disfrutar plenamente en forma responsable.

  2. La verdad es que es cierto que lo primero en lo que pensamos es en no poder andar, cuando también hay otras áreas muy importantes como puede ser el sexo, sobre todo a ciertas edades. Aunque también muchas veces disfrutamos más recibiendo caricias o un buen masaje que con el acto en si.
    Hay que disfrutar del sexo en cuerpo y mente, estoy totalmente de acuerdo.
    Estoy enganchada a vuestros artículos 😉

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies