Go vegan! ¡Hazte veganx! II

Este mes, Mónica continúa el artículo publicado hace dos meses con más opiniones y formas de entender el veganismo. En este caso recopila las ideas y pensamientos de Bárbara, Pepe, Rosana y David. Go vegan!


Ilustración: Daniela


Bárbara

Para mí el veganismo es conciencia, lucha y justicia. No creo que para vivir o alimentarse, se tenga que hacer explotando a otra especie animal humanx o animal no humanx. Creo que no hay otra opción posible.

¿Qué me motiva para ser veganx? Ellxs, los animales no humanxs. Para mí es importante poder vivir veganx desde una lucha anticapitalista, y así no usarlxs para obtener un beneficio antropocentrista.

 

Pepe: Viviendo y pensando sobre veganismo y derechos animales

Viviendo

En algún momento entre mis diez años y esto que con mucha benevolencia se podría llamar segunda edad, miré para otro lado. Recuerdo las agobiantes tardes de domingo en casa de la familia, unas de fútbol, otras de toros, algunas de las dos cosas. Recuerdo que con muy pocos años, pasillo arriba y abajo como gato enjaulado, me paraba ante la puerta. La veía como el símbolo de salida, de escape hacia un futuro donde, aunque entonces fuera impensable, las corridas de toros no existirían y se reconocería la obviedad del derecho de los animales a no sufrir. Un futuro en el que yo y unxs cuantas antes incomprendidas, llevaríamos a la humanidad a una nueva visión: porque sí, tenía que haber más gente como yo, aunque no se atrevieran con tan pocos años a plantear siquiera algo tan delirante.

El futuro –aquel año 2000 en el que me imaginaba autónomo, maduro y asentado en vez de en precariedad constante- llegó muy rápidamente en forma de asambleas, marchas, encierros, huelgas de hambre y más asambleas. Luego, todas aquellas cosas fueron amontonándose en el baúl de lo no-prioritario, y, un día, ni siquiera recordaba ya qué era lo primero que había sepultado mirando para otro lado más urgente. Y sí, era esto. Pero en alguna, bueno en muchas de esas asambleas, como la lluvia fina empezó a calarme el mensaje feminista de que la priorización sistemática no es sino un mecanismo más del machismo para mantenerse indefinidamente incluso en las organizaciones transformadoras, pero mucho más aún en nuestras propias mentes. Y como este cerebro mío otra cosa no, pero en el arte de derramar información de unos temas a otros sin mucha lógica es todo un experto, algo empezó a hacer clic en mi cabeza.

Y entonces empecé a pensar que no, no había cambiado lo que pensaba sobre la violencia contra los animales décadas atrás. Sólo había quedado sepultado. Seguramente también como el mismo mecanismo de defensa que, en tantas situaciones inaceptables, borra de tu mente lo que vives para poder seguir viviendo. Como, por ejemplo -aún se me sigue haciendo abrumadoramente inimaginable-, los mecanismos que permitieron sobrevivir a quienes soportaron cuarenta años de genocidio franquista, pero siguieron adelante.

Pero todos los mecanismos de defensa personal ante lo insoportable tienen un coste. No sólo para las víctimas, sino para quienes miramos a otro lado, y llega un momento en que es superior al coste de afrontar la realidad desde la coherencia con lo que uno cree. Desde la única opción que por el momento se me ocurre, que es la de asumir que no todo está en nuestras manos. No, asumámoslo: no siempre se puede, pero se debe, y en saberse coherente con ello también hay felicidad, ése es nuestro escape. Bueno, y una dosis razonable de estupefacientes y de amigxs con quienes compartirlos.

Pensando

Creo que debería presentarme como un laico especista en la defensa de los derechos animales.

Estoy muy harto de todas las estupideces que lxs adictxs (físicos, psíquicos o emocionales) a la ingesta de carne, vísceras, fluidos y residuos animales pueden llegar a decir sobre los “sentimientos” de las plantas por el mero hecho de sus “reacciones” a estímulos físicos, pamplina que se puede decir igualmente de un río o de una pompa de jabón. O de su “comunicación”, de la que podrían decirse chorradas similares en el caso de máquinas interconectadas. No, los sentimientos, pensamientos y “conciencia de sí” no existen entre las plantas como en nosotrxs o en lxs mamiferxs, como tampoco entre otras formas vivas… y ahora sí, me acerco a la polémica.

Con Paula Casal y con Jorge Riechmann coincido en que las capacidades sí son moralmente relevantes respecto a los derechos. Pero no las capacidades intelectuales, sino las que se refieren a la conciencia de sí y, significativamente, lo que Paula llama la “contigüidad psicológica”: si un animal puede o no recordar que es un individuo, al margen de que sus sistemas vitales de supervivencia sirvan para mantenerle vivo como tal individuo. Poniendo ejemplos: que un mosquito actúe en pro de su supervivencia no significa que tenga “conciencia de sí”. Como argumenta Paula, es pertinente preguntarse si un conjunto de células y sistemas vitales sin memoria consciente ahora y dentro de diez minutos son “un” individuo, dos individuos, o infinitos individuos a lo largo de su vida.

Reconozco que este ser “especista y antiespecista a la vez” cual gato de Schrodinger genera más dudas que certezas morales, pero ahí enlazo con mi posición de laico. Si abandonamos la prerrogativa de derechos en base a un “alma humana” que negamos desde una posición ¿»materialista»?, las diferencias entre especies sí son relevantes a la hora de valorar sus derechos. Los consideramos seres sintientes y conscientes en función de sus cuerpos y no de “almas” cuya existencia negamos.

De modo que, bienvenidas a la inseguridad permanente y a la necesidad de cuestionarnos nuestra relación con cada especie animal. Aunque eso, en ningún caso, ha de ser excusa alguna para generar sufrimiento incluso a seres cuya autoconciencia cuestionemos. Bienvenidas a la sabiduría de asumir nuestra ignorancia y a nuestra necesidad de aprender por imperativo moral.

 

Rosana

Muchas veces he pensado en que definir el veganismo con palabras que lleguen a la lectora o lector es complicado. Palabras que te hagan sentir realmente algo, más allá de la teoría que lo define como un principio moral que se resume en no considerar, y por lo tanto no utilizar a los demás animales como una propiedad; en entender que los animales tienen su vida propia, que tienen derechos como forma de proteger sus intereses ya que tienen capacidad de sentir y por lo tanto, interés de no sufrir, de no ser maltratados y de disfrutar de sus vidas. No están en el mundo para servirnos a nosotrxs.

Las palabras se quedan huecas, y ya ni te cuento entre cubatas cuando por la noche te sacan el tema (yo ya he dejado de hablar de esto a partir de las 2 de la mañana). Los discursos aburridos (zzzzzzZZZ), las páginas con textos eternos sobre filosofía vegana muy ignoradas y, sin embargo, un montón de personas que no lo son, sintiéndose atacadas sólo por el hecho de hablar de veganismo y pensando que hacemos una dieta.

Para mí el veganismo es una sensación de empatía brutal que te atrapa en un abrazo de libertad. Darme cuenta de que vivo en un sistema especista fue parecido a darme cuenta de que ese mismo es heteropatriarcal y que nos conduce por un torrente capital.

Y cuando te llega esa sensación tan especial que seguramente te nazca de tener compis de otra especie cerca, o al ver algún vídeo de un matadero cualquiera (¡valiente!), de un rescate subido a vímeo de 10 gallinas que vivían en un espacio tan pequeño como un móvil, de un reportaje sobre la realidad de los zoos. O quizás se te ha ocurrido la genial idea de ir a un refugio de animales, has convivido unos días y has desaprendido bastante de eso que nos han enseñado desde siempre. Pues… ¡olvídate de volver a levantarte y vivir el día tan tranquila como antes!

Empatizar con el sentir de los demás animales te cambia la vida a mejor, pero sobre todo, no se la quita a seres que tienen el derecho de vivirla.

Me mueve la justicia, la libertad, la ética, abolir las relaciones de dominación. Ni siquiera me mueve la compasión, ni tampoco el amor. Basta con saber que los demás animales son merecedores de respeto, más allá de la especie a la que pertenezcan, aunque ya como opción personal, ¡me los como a besos!

Go Vegan!

 

David
Siempre he sentido que los animales son seres que merecen respeto, y hace ya mucho tiempo aprendí que explotarlos no era necesario para seguir con mi vida. El veganismo es la sencilla consecuencia de lo anterior, tan sencilla que a veces incluso se me olvida que está; ya que forma parte de mi día a día, de mi forma de ser.

No obstante, en cuanto me paro a pensar en ello, me viene el pensamiento de que dar aquel paso ha sido de las pocas cosas realmente hermosas y transformadoras que he podido llevar a cabo en mi vida. Ser vegano/a no te convierte en feroz militante o en snob elitista. Ser vegana/o tan solo te convierte en alguien que respeta a los animales.

 

Los Comentarios están cerrados.

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies