Sexismo en el trabajo

El sexismo atraviesa todo nuestro mundo, y el trabajo no es una excepción. Desde el equipo de PK recogemos algunas de nuestras experiencias para hacerlas visibles y retomar la temporada laboral con un humor combativo.


Ilustración: Conchi


Tengo una amplia experiencia laboral trabajando de cara al público, y cuando se trabaja en este ámbito las experiencias sexistas son el pan de cada día. La experiencia sexista que más veces he vivido ha sido el clásico “niña estás muy seria”, “sonríe un poco que estarás más guapa”. Como si “estar guapa” fuera un requisito para el puesto. Lo mismo seré rara, pero para mí no es un motivo de sonrisa estar haciendo pedidos por ordenador o haciendo una plantilla de horarios. Y tampoco me suele arrancar una sonrisa el aguantar las quejas de alguien o estar sola en una recepción.

Aunque menos gracia me hace tener que echar a alguien a la calle y tener que pedirle a algún compañero (hombre) que me eche un cable porque a mí no me hacen caso. O que en el caso de no haber hombres, tener que llamar a la policía.

Otra cosa que me ha sucedido muchísimo, en especial con abuelos, es que se acerquen a mí cantándome alguna canción en plan «piropo» tipo «mira que eres linda«. Yo esto no lo acabo de entender muy bien, y mi cara siempre es la misma: estupefacción. Apartar la mirada es lo que mejor me ha funcionado.

La gota que colmó el vaso de mis experiencias sexistas laborales fue el abuso sexual al que me trataron someter. Bajo la máscara del “ven, que te voy a ayudar” (yo era nueva) un hombre me metió en una sala, me cogió de los brazos y se me abalanzó. Lo pude parar empujándole. Ese es el extremo, pero “tocamientos inocentes” he vivido un montón; y aún quitándoles la mano, repiten. Por suerte conforme he ido teniendo más edad menos me ha pasado. También porque aprendes a verlos venir y evitas la situación.

Irene

A día de hoy, aunque la presencia de la mujer en las aulas de la facultad de medicina es bastante mayor que la de los hombres, parece que con nuestra sola presencia estuviésemos devaluando la profesión.

Me han llegado a decir que medicina, y según qué especialidades, se han convertido en «profesiones femeninas», con toda la carga despectiva que se pueda imaginar en este comentario. Los comentarios sexistas y micromachismos son el pan nuestro de cada día. Mujer (y encima joven), aunque te vean sentada en la consulta, aunque te vean dirigir la entrevista clínica, la exploración, no son signos suficientes, tienen que preguntar y cerciorarse de que no eres la enfermera, de que tu lugar es sin lugar a dudas ese.

De todas esas experiencias algunas se quedan grabadas a fuego, por lo ofensivas que resultaron, como aquella vez en las urgencias del hospital en la que el marido de la paciente solicitaba la presencia de mi jefe (ni por un momento pensó que pudiera ser una jefa). No quería una médica, y menos aún joven. En otras ocasiones terminas riéndote y haciendo las paces con la confundida, como aquella vez que acudimos a un domicilio para atender a un abuelete. Él y su mujer eran entrañables, pero el equipo sanitario estaba formado sólo por mujeres: una enfermera, una médica y la conductora de la ambulancia, que ésto sí que es raro. Cuando nos íbamos del domicilio, aquella mujer nos preguntó, sospechando que no debía hacerlo y con toda la prudencia que pudo, si el médico no iba a ir a valorar a su marido.

Ante los superiores y compañeros masculinos por supuesto no debes flaquear, cuidar tus comentarios y mostrar constantemente que posees las aptitudes y actitud adecuada para desempeñar ese puesto, si no te muestras lo suficientemente seria puedes pasar a ser «la niña», «bonita», «la pelirroja», y escuchar a tu compañero decir que: «la nueva pediatra ha conseguido su puesto por llevar minifalda»… A éste se le olvidó que había aprobado una oposición que él no. No obstante, disfruté recordándoselo.

Y pasando a las situaciones incómodas en las que te encuentras sola en la consulta con el machirulo de turno (me voy a guardar para mí lo que me dan ganas de hacer), por suerte son las mínimas ocasiones, pero a veces una mirada, una media sonrisa o un comentario no explícito pueden resultar muy violentos, sobre todo cuando la exploración requiere un acercamiento físico.

En fin, queda mucho por hacer, pero en ello estamos.

Lola

Supongo que a lo largo de nuestra vida laboral ocurren multitud de situaciones incómodas, muchas de ellas sexistas… y conmigo la vida no se ha quedado corta en este tipo de situaciones.

Como ya sabemos, por el sistema actual establecido, desgraciadamente la posición de la mujer en el mundo laboral siempre ha estado relegada a un segundo plano. Con la típica frase de “por tu cara bonita conseguirás todo lo que te propongas”, se refuerzan estas conductas negativas, que para nada ayudan a la mujer a luchar en la jungla que es el mundo laboral en igualdad de condiciones. A veces parece que el curriculum, tus conocimientos y tus aptitudes son algo secundario y lo que prima es tu aspecto por encima de todo lo demás.

Os voy a contar un par de casos que me han ocurrido.

Recuerdo cuando entre a trabajar de monitora de X deporte (deporte el cual practico), me hicieron una pequeña entrevista y enseñé mi carnet como profesional. Todo iba de maravilla, me encantaba y los niños estaban contentos con su profe. Fue pasando el tiempo y la relación con los compañeros se estrechaba cada vez más, hasta que un día uno de los compañeros que llevaba más tiempo me dijo “¿Sabes por qué te cogimos? Porque eras la que estaba más buena de todas”. Esto pasa más de lo que os imagináis… ¿Por qué me cogieron a mí y no a otras de mis compañeras de equipo? Si todas teníamos la misma capacidad de enseñar y habíamos optado al puesto, ¿por qué? Ya sabéis la respuesta. Evidentemente mi enfado fue de campeonato y no volví a trabajar con estas personas.

Por otra parte, no hace mucho, un conocido me ofreció la posibilidad de crear una empresa junto a él, para así entre sus conocimientos y los míos poder crear un proyecto que mereciese la pena. Todo parecía genial y puse muchas ilusiones en ello. Me di cuenta de que pasaba algo extraño cuando este tipo insistía a diario en ir a su casa a tratar la “creación de la empresa” de forma más íntima. Cuando fui consciente de lo que realmente estaba pasando, le dije que solo quería una relación laboral y profesional con él, y ¿qué pasó? Me mandó a la porra y nunca más volvió a hablarme, ¡ya que lo único que buscaba era acostarse conmigo!

Situaciones asquerosas como éstas se repiten muy a menudo en la sociedad, así que chicas ya sabéis, ¡que la lucha nunca pare!

Conchi

Por suerte hasta el año pasado nunca había tenido ninguna experiencia sexista en el trabajo. Sin embargo, me cogí una excedencia, me fui a vivir fuera y de pronto estaba trabajando en China. Era camarera de un pub, aunque más que de camarera trabajaba de maniquí. Ser extranjerx en China está sobrevalorado y si encima, eres mujer, todavía más.

Servía copas y cervezas a precio de simpatía y sonrisa gratis. Ponía cócteles en vasos que eran diferentes para él y para ella. Y si el barril se terminaba, ya había algún hombre para salvar la situación porque yo… era una taza de porcelana (y eso que no era china).

Nunca tuve buen feeling con el encargado de ese sitio, si podía me revelaba y encima para él, no era ese tipo de camarera que llena el bar porque baila en la barra mientras te sirve un chupito de “blow job” (mamada en inglés).

Como podéis imaginar, sirviendo semejantes bebidas, con compañeros hombres que les daba igual que tú estuvieras ocupada si ellos necesitaban hielo, aguantando a clientes que quieren ligar contigo y se ofenden cuando no les sigues el rollo… Mi sonrisa brillaba por su ausencia. Y llegó el día que dije BASTA, porque yo la camiseta blanca mega apretada que me dio mi encargado no me la iba a poner. Y le dije que no, y que mis compañeros camareros iban a trabajar como les daba la gana, que yo no era la muñeca de nadie y que estaba harta de estar ahí aguantando(les). Y me fui y sentí alivio y mucha rabia.

Y aquí sigo con mi rabia. Y no porque ahora en mi trabajo viva estas situaciones, tengo la suerte que no. Pero cada mañana cuando voy al trabajo, paso por un hotel donde las mujeres que están limpiando los cristales van con cofia y falda corta. Y pienso si no habrá mejor modelito para estar subida en una escalera… y también pienso que éste es un sólo ejemplo, porque por desgracia, cada día vemos o vivimos alguno.

Núria

 

1 Comentario

  1. Ay! me han hecho recordar varias!!
    *Cuando entré a mi trabajo (tengo 22 años, recién egresada de la carrera y siendo mi primer empleo «formal») mi «jefe» decía que los hombres que estaban antes que yo eran mucho mejores porque siendo yo mujer no podía ser alguien que dirige o que da órdenes… soy activadora física mi trabajo es dar indicaciones y evaluar aptitud muscular.
    *Alguna vez este individuo trajo a un amigo suyo a evaluarse y mientras yo lo sostenía y le contaba las abdominales me dijo que le contara en voz alta porque mi voz le motivaba.
    *Mi «jefe» abusaba verbal y psicológicamente de todas las mujeres, nunca de los hombres y cuando yo entré se topó con pared porque nunca me dejé, eso lo hizo ensañarse aún más conmigo y me gritaba encerrados en su oficina
    *Ayer un paciente hombre me dijo que yo no sabía lo que hacía, que sus evaluadores anteriores eran buenos y yo no, que me falta experiencia (no! en serio?! ni me lo imaginaba!!!). En la evaluación del servicio me puso un «regular» cabe aclarar que todxs los demás me calificaron como «excelente»
    *Viendo una presentación para entrega de resultados vino mi «jefe» y me dijo que quitara más de mis diapositivas porque quería que yo «hablara lo menos posible».
    *Alguna vez nos quiso llevar a las mujeres como «damas de compañía» para sus eventos de promoción del servicio

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