Crecer como persona

Para crecer hemos de observarnos, escucharnos, trabajarnos cada día, comprendiendo cada una de nuestras etapas vitales. Pero, ¿cómo se hace eso? Una lectora nos lo cuenta.


Ilustración: Inés


Hace ya muchos años que trabajo duro para crecer, trabajo a contracorriente, a contra tiempo y  a contra todo. Lo mío es el esfuerzo del Sísifo de Camus y sigo porque sé que todo lo bueno se obtiene con esfuerzo y empeño en la causa.

Para crecer como persona, desde hace un montón de días, me observo detenidamente, trabajando como si estuviese en una mina para bajar a lo más profundo de mi YO. No sé lo adentro que llego, pero hay días que no veo nada y otros en los cuales hay tanta luz que se ve todo claramente.

Cada día aprendo más identificando, clasificando, deconstruyendo sentimientos, emociones, defectos y cualidades. Solo con nombrar las acciones me canso.

Me despierto todos los días pensando que mi trabajo, mío, personal, no lo paga todo el dinero del mundo. Es trabajo de policía, limpiadora, comercial, psicóloga, ama de casa, actriz y todo esto en un solo puesto: el de crecimiento personal.

La tarea es libertad pero cárcel también, según se tercie el día. Crezco cada día más y cada vez más estoy a gusto conmigo misma. Quedan muchas batallas, pero todo lo que he ganado vale mucho y sabe a manjar para mi paladar espiritual.

Donde más avances he hecho ha sido en el terreno de crecer como mujer. Es lo que más me ha costado. Vengo de un ambiente muy tradicional y, aunque me haya movido en muchos círculos diferentes, modernos, liberales, ha sido difícil quitar esa capa de piel que correspondía a la mujer que nuestra sociedad ha construido desde la época en que denigraron a Eva en la Biblia. He tenido que hacer varios tratamientos de exfoliación y no se ha quitado toda de una vez.

Hay una cosa que agradezco un montón de la maternidad (a la par que tener a un ser maravilloso a mi lado, que es mi hija): en mi caso, el cambiazo hormonal que he pegado. Sé que tiene mucho que ver con mi serenidad de ahora. Mi madre me decía que un parto es como si te hicieran una transfusión total de sangre. No sé si es verdad, pero yo no tengo el mismo cuerpo desde el parto y lo digo para bien y para mal.

Mis hormonas están menos revolucionadas y se pueden ver venir. Ya no son mis enemigas invencibles. Siguen siendo enemigas, pero a ratos y en ciertos momentos del calendario único y personal que marca mi útero. Observo y aprendo mucho de las 4 mujeres que viven en mí mes a mes, según las estaciones de Miranda Grey en Let’s go menstrual (artículo que podéis descargar y leer en Internet). Crezco con ellas aprendiendo: de la mujer invierno, a  disfrutar de su serenidad blanca, de su tendencia a descansar y aceptarse como es; me contagio de energía renovada y optimismo de la mujer primavera; la mujer verano me hace crecer en relaciones personales, en proyectos e ideas que cumplo más fácil a su lado; soy creativa, caprichosa y gata enfadada a punto de arañar con la mujer otoño.

Crezco y sobre todo lo hago con un sentido: el de tener las herramientas necesarias para poder disfrutar al máximo de lo tengo en esta vida que se me ha dado, ya que es una, irrepetible y  depende solo de mí si me lo paso bien o mal.

Cosmina Cozma, Madrid (España)

http://madreaprueba.wordpress.com/

 

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