Volviéndome extranjera

Desde pequeña ya soñaba con descubrir mundo, aunque siempre me había imaginado mi futuro en España. El día que traspasé las fronteras para ir a vivir a otro país, entendí lo que verdaderamente necesitaba. Siento que me falta todo un mundo por recorrer para poder aprender de otras personas y para comprender su cultura y el lugar donde viven.


Ilustración: Maite


De niña mi abuela me regaló un libro sobre los patrimonios de la humanidad de la UNESCO con imágenes de todo el mundo. Era un libro con unas fotografías preciosas; de esos libros que te da miedo pasar sus páginas para que no se estropee nunca, que guardas en el un lugar especial y que coges cada vez que estás triste o en modo soñador para poder volar y escapar del lugar en que te encuentres. Soñaba con visitar todos los países y lugares que en él aparecían. A día de hoy he visto poquísimos pero no me preocupa: sé que poco a poco conseguiré trasformar las imágenes de papel en hechos y continuaré coleccionando más experiencias en vez de estáticas imágenes.

Recuerdo con especial cariño aquel libro porque fue una de mis ventanas al exterior, a ese mundo que se expandía fuera de mi país. Es el libro que con sus páginas me contó que había cosas maravillosas mas allá de nuestras fronteras y que, por mucho que me gustase lo que me rodeaba, lo que allí se encontraba merecía muchísimo la pena.

El primer sitio que elegí fue Marruecos. Me preocupaba el racismo peligroso que se respiraba en España y supongo que por inquietudes personales me llamaban  la atención los prejuicios y estereotipos latentes sobre los árabes y los musulmanes. Allí empezó todo. Allí un interruptor mental pegó un chispazo y me envió a vivir en otros lugares.

En este camino he entendido que grandes aprendizajes provienen de grandes necesidades. Antes, en mi zona de confort, muchas veces me venía todo hecho. Mi infancia y adolescencia fueron fáciles, con comodidades. Para mí salir fuera fue quedarme sin mis pilares; y ahí es cuando vinieron los verdaderos esfuerzos para alcanzar objetivos. Cuando te vuelves tú la persona extranjera tienes que probarte a ti mismx constantemente; y cuando lo consigues, cuando miras esos pequeños logros, es cuando te sientes realizadx, orgullosx de ti mismx por haber superado un nuevo reto.

Gracias a mis experiencias en el extranjero:

  • He descubierto la importancia de aprender idiomas. En el colegio nos obligan a aprender inglés. Yo nunca vi su utilidad ni tuve la necesidad de hablarlo. Fue cuando salí fuera cuando empecé a darme cuenta de lo fascinante que puede llegar a ser conocer otros idiomas y comunicarme con personas de otros lugares.

  • He sido capaz de buscar casa, pagar gastos, abrir una cuenta del banco, seguridad social, etcétera. Enfrentarte a la burocracia de tu país es un reto, pero enfrentarte a la de un país extranjero lo es aún más.

  • He aprendido a vivir en ciudades gigantescas y en lugares pequeños, rodeada de la nada, de montañas, de agua o de verde, con lluvia cada día o con un calor asfixiante. El ser humano sabe adaptarse a su entorno cuando surge la necesidad. Me gusta haberme vuelto más plástica y maleable en este sentido.

  • He comenzado a cocinar como una loca, porque antes en mi casa con mi madre no me daba la gana aprender, me lo daban todo hecho, y yo aprovechaba. No sólo he aprendido a cocinar las recetas que echaba de menos, sino también recetas de los países que me han acogido y además he probado nuevos sabores, frutas, verduras, etcétera, que jamás había probado antes.

  • He podido bailar danzas regionales, bailes que te hacen unirte más a las personas. La gente comparte contigo su música y sus películas nacionales. Y así, sin darte cuenta, descubres nuevas joyas musicales y cinematográficas internacionales.

  • He visto que las mujeres compartimos los mismos problemas y preocupaciones sin importar el país en el que nos encontremos. He desmontado prejuicios, conociendo muchas personas musulmanas que me han acogido en sus casas como una más, dándome todo lo que tenían, completamente desligadas de esa violencia que los medios se empeñan en mostrar. Personas que transmiten simplemente calidez y paz.

  • He conocido gente maravillosa de diferentes lugares del mundo que me han hecho sentir querida, haciendo que las ciudades donde vivía dejasen de tener nombres propios y pasasen a llamarse casa.

Por supuesto, todo no es maravilloso. Hay situaciones desagradables con las que te tienes que enfrentar, como resolver conflictos cuando no estás preparadx, o cometer equivocaciones por culpa del idioma o de la cultura que te meten en apuros.

Y por supuesto, también está la nostalgia de las cosas buenas que se van dejando atrás. De las cosas que más echo de menos de mi país es el humor. El humor con el que crecí y que entiendo a la perfección, por absurdo que sea. Es el humor que de verdad me hace reír a carcajadas y que me hace sentir cómoda. Muchas veces necesito compartir ese humor nuestro, compartir esos matices ibéricos que con el resto de ciudadanxs del mundo se me escapan.

Pero sobre todo, echo de menos perderme los buenos y malos momentos de la gente que quiero. Perderme cómo van eligiendo sus pasos sin poder estar allí para poder apoyarles en las decisiones que vayan tomando. No puedo ver cómo el paso del tiempo se va marcando en su piel poquito a poco. Mi cotidianidad ya no puede ser las cenas y los bares del barrio, con nuestras anécdotas , historias y fricadas varias. Echo de menos ser la que crece junto a ellos y ellas en vez de haberme convertido en aquella que viene de visita.

¿Y a vosotrxs ? ¿Qué cosas os aporta el estar fuera? ¿Qué estáis aprendiendo y qué es lo que más estáis echando de menos de vuestros respectivos países? Me encantaría que me contaseis cosas en los comentarios, a ver si entre todxs conseguimos crear cosas positivas de lo que significa ser ciudadanxs del mundo.

 

6 Comentarios

  1. Muchas gracias por este escrito… Yo apenas llevo mes y medio que salí de mi país, de Mexico, para pasar un año en Barcelona (mientras estudio) y otros lugares de Europa (mientras el bolsillo lo permita). Peto cada palabra me llegó hasta adentro, he estado en zona de confort desde hace muchos años y tomar la decisión de venir, dejando todo lo que conocía para adentrarme a un mundo nuevo lleno de retos no fue fácil, y vivirlo tiene aun mas cosas por afrontar, pero se que me quedan mil cosas por vivir y por aprender, por sufrir y por gozar, lo bueno es que tengo muchos meses por delante para enfrentar lo que sea… Gracias de verdad!!

  2. Hola chicas,
    Me parece un artículo realmente bello. Me identifico totalmente con todo lo que relatan.
    En realidad también siempre he soñado viajar, conocer el mundo. Cuando comencé a hacerlo, fue como parte de un intercambio en la universidad, empecé a descubrirme y descubrir el mundo allá afuera y fue maravilloso. Desde entonces, no puedo parar. He vivido en Noruega, España, Austria y Líbano. Siempre buscando estudios como excusa para irme. Todos esos episodios han cambiado mi vida en 360 grados.

    Me he descubierto a mi misma en todos los sentidos, he conocido mucha gente quienes cada una ha aportado algo de sí a mi ser: un aprendizaje, una compañía, una sonrisa, incluso han compartido su hogar, su pan, y un poco de su dinero para que no me faltase nada. Ha sido un aprendizaje maravilloso, indescriptible… que no se puede siquiera encontrar en libros. He comprendido que efectivamente, uno va a aprender lo que está necesitando en ese momento o etapa de la vida. Ir por ahí, viajar y conocer, es como navegar los ríos infinitos que en un momento, o en muchos momentos, convergen en mi.

    Mil última experiencia en España, ha sido muy difícil. La situación de crisis y temas personales, me llevaron a tener que volver a mi país, México. Sin embargo, aquí, al volver a (como tu lo expresas) la zona de confort, ha sido para mi como dar tres mil pasos atrás. Quiero creer que estamos en el lugar que debemos estar, pero en mi siento profundamente que mi lugar no está acá. Siento la necesidad apremiante de seguir encontrándome en las personas, en las culturas, en las comidas, en los cielos, en las montañas, en los ríos que recorro. Sin embargo me inundan ahora varios miedos terribles: 1) el ser visitante y perderme tiempo con mis padres principalemente; el tiempo pasa y las marcas de éste se ven en sus ojos; 2) no tener dinero para sobrevivir, casa donde vivir, ni papeles para estar. Ésto último ya que la experiencia en España al final, terminó mis estudios y no tenía visado para trabajar y ganarme el pan. Es difícil vivir en una situación así, aunque siempre encuentres gente que te ayude y sean tus «ángeles».

    Yo quiero desde lo profundo de mi corazón seguir con ese camino… sólo que los miedos me invaden. ¿Cómo seguir y fluir?

  3. ¡Hola!

    Es muy justo lo que dicen en su artículo y desde el mismo título. En efecto, creo que unx se vuelve extranjerx, que no se es extranjerx a partir del momento en que se sube al transporte que sea para atravesar la primera frontera porque esa transformación es un proceso que lleva su tiempo. Pero sin duda también es en ese preciso momento de movilización, de desplazamiento en el espacio, en el que todo comienza.

    Al menos en mi caso fue así cuando casi veinte años atrás partía de mi país, la Argentina, para atravesar definitivamente el gran charco y establecerme en Europa. Y en ese proceso, el sentimiento de ser extranjerx fue cambiando lentamente su objeto: ese nuevo mundo para mí con sus códigos e idioma diferentes (al principio me establecí al sur de Francia), era un reflejo permanente de distinción e incluso reforzaba mi identidad nacional. Creo que en el fondo nunca fui más argentinx que durante los primeros años de mi estadía europea en los que muchos valores y conceptos, que como local me resultaban indiferentes o que decididamente no me gustaban, cobraron en este otro lado del charco un sentido más imperioso, un reconocimiento quizá más riguroso de ser esx que se es por venir de dónde se viene. Pienso en el redescubrimiento que hice del tango, en la justa apreciación de nuestra “latinidad americana” indefectible, en lo mejor de nuestra literatura y artes en general. En esa época comenzó también el periodo de depuración: de la lengua, sobre todo (el jergón tribal se pierde a medida que el contacto cotidiano con la tribu se va haciendo más raro), del vasto círculo de amistades, de lo material con lo que unx solía rodearse cuando estaba en aquel otro lugar lleno de un espacio irreverente. Esto último tiene que ver con el confort no sólo material sino también emocional.

    Pero entonces el proceso tomó otro rumbo en un momento que no puedo identificar en el histórico, quizá cuando sentí la necesidad de adoptar lo más profundamente posible el idioma del lugar de residencia para vivir mejor, para incluirme en él por entero. En ese momento empecé a entender la sutileza de los códigos de esta nueva cultura en la que vivía. También se empezó a consolidar la idea de que éste era mi lugar, mi gente, que mis nuevos reparos tenían nombres en una lengua diferente a la materna. Empecé a volverme menos extranjerx aquí, y también menos argentinx en cada viaje de visita a mi país de origen. No por los indispensables afectos que aún allí viven y que me reconfortan y me sanan, sino por cierta “desactualización” inherente a la distancia, a la desconexión inexorable de la vida pasada que provoca el rigor de la del presente. Una sensación de visitar lugares y gentes en la que todo es (re)descubrir, incluso el humor.

    Alguna vez leí por ahí que una nueva lengua puede darse por aprendida cuando se es capaz no sólo de entender el humor de los locales sino también de crearlo con ellos. Creo que ese fue también el último signo de mi proceso de “volverme extranjerx”: la fuente de la que se abreva mi humor actual. Soy conciente de que a pesar de mi naturalización existirá siempre en mí una dualidad, una brecha imposible de llenar, una marca de nacimiento innegable, un antes y un después indelebles. Y no es que esté mal ni que lo viva mal, para nada, en todo caso me es bien claro que una vez que se empieza a ser extanjerx, el proceso ya no terminará jamás. Me considero afortunadx y agradecidx de vivir lo que vivo y cómo lo vivo.

    Un gusto haber conocido el blog de ustedes y que este post me haya generado las reflexiones que me animé a compartir. Éxitos en todos sus proyectos y un caluroso saludo para las dos,

    Alejandro

  4. Reinventarte. EStar y vivir fuera, te posibilita bastante, incluso te obliga en muchos casos a reinventarte. Lo he experimentado varias veces, y me encanta esta sensación. No es, para nada, dolorosa: sientes que ya no respondes de la misma manera a ciertas situaciones y estímulos, sutilmente notas como no contestas igual a las mismas preguntas… Algo dentro de ti está mudando, como tu piel, tambien lo ha hecho el paisaje, el ambiente, los alimentos, la nueva cultura que te rodea…
    No me refiero tanto el viajar, el moverte y hacer ruta nómada constante…. sino, el atreverte a enraizarte a un lugar nuevo, invertirle un tiempo para sembrar, sobretodo, relaciones y proyectos. Al Enfrentarte a ese empezar de zero, descubres que puedes tambien empezar contigo: ¿cómo te muestras en este nuevo lugar? ¿qué cosas llevas en tu mochila y cuáles desechas? Es una brillante oportunidad para cambiar actitudes y tendencias personales que, aunque nos cueste tiempo aceptarlo, son negativas, pero escojerlas o no, puede resultarnos más fácil de lo que pensabamos. En este escenario fresco y diferente se nos reflejan cosas de nosotrxs mismxs con las que no contábamos, que no veíamos, que no recordábamos…

    Pero, ¿es que una no puede reinventarse en casa? Mmm… me niego a pensar que la respuesta sea NO. POrque espero algún día (lejano) poder volver a Barcelona, con los míos, y redescubrir mi ciudad al tiempo que me vuelvo a reinventar a mí misma…

    ¿Por qué será que siento que crezco y aprendo más fuera de mi tierra? Es lejos y no cerca de mi gente y los recuerdos que han configurado mi historia, que necesito estar… y como las autoras de esta publicación comentan, no deja de dolerme… porque no existe ningún «trauma» que provoque mi huida.
    El mundo es tan grande e inspirador, hay personas e historias tan interesantes por ahí… sin embargo, la vida y la historia entrañable de «mi gente» linda sigue rodando sin mi, se enamoran y se desenamoran, empiezan proyectos nuevos, se mudan, aprenden recetas nuevas, se casan, toman decisones, ríen y lloran, se equivocan, algunas son hasta mamás…. Formo parte en sus corazones, lo sé, pero el presente, el día a día, no lo compartimos.
    Quién sabe, la vida…

    Bueno, Reinventarse es cambiar, trasformarse, y eso no deja de ser intrínsico en las personas, no? Todos evolucionamos y mutamos, salgamos o no del pueblo. No se suele andar con el mismo pensamiento toda la vida…por Dios que horror…
    Pero el salir de tu lugar de siempre, supone un salto al vacío, un ventanal abierto a un aprendizaje mucho más intenso que causará en ti una transformación, un viaje físico y emocional.

  5. Hola 🙂 Me ha gustado mucho el artículo, me siento muy identificada con él por el echo de salir de la zona de confort. Hace 6 meses llegué de Irlanda (allí estuve 9 meses), y lo echo muchísimo de menos. Al principio fue un poco triste dejar España, por la familia sobre todo (bebés ^^), pero la verdad es que tampoco tenía mucho tiempo para añorar, como tu dices, había cosas que superar y aprender día a día, así que estaba bastante ocupada jejeje

    Para mi fue un paso muy grande, siempre he vivido en casa con mi familia, cocina mi madre, estudio en la misma ciudad, mi familia está aqui… Pero necesitaba irme, salir de la famosa zona de confort, y aunque hasta el último momento no me vi capaz, al final lo hice, y es increible como te sientes cuando haces algo que no te ves capaz, sobre todo si sale a pedir de boca jajaja

    Moverte por el mundo (aunque solo he estado en Irlanda, mi plan es seguir moviéndome) te abre la mente, te ayuda a descubrir muchas cosas sobre los demás y sobre ti, a valorar lo que tenías, y lo que estás consiguiendo. El resultado, por malas situaciones que se tengan, suele ser satisfactorio, por lo menos en mi caso 🙂

    Respecto a lo que más eché de menos, en mi caso fui con beca Erasmus, así que humor ibérico tenía bastante jeje supongo que fue la comida jajaja nunca había cocinado (a parte de bocadillo y sandwich, si eso es cocinar jajaja) y mi madre es cocinera y pastelera, así que el hecho de comer arroz y pasta casi todos los días pues… xD Es una bobada, pero bueno, a la que me quise dar cuenta ya estaba de vuelta en casa…

    En fin, momento nostalgia jejeje

    Gracias por el artículo, un saludo 🙂

  6. Para mi el estar fuera ha resultado una liberacion, abrir la puerta a conocerme a mi misma en una variedad de situaciones inesperadas. Desde niña me quemaba la inquietud de traspasar fronteras, de escuchar distintos idiomas, otras culturas diferentes a la en blanco/negro que ya conocia. He superado el miedo a enfrentarme a lo incierto, ahora me tomo la vida como viene, para bien y para mal. Solo puedo etiquetar mi experiencia como enriquecedora y liberadora, me arrepiento de no haber salido antes.

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