Pieles diversas contra el patriarcado

Ser mujer negra y pobre, o mujer blanca y pobre no es lo mismo. Cada rasgo es importante en esta sociedad heteropatriarcal en la que vivimos a la hora de gozar de privilegios o sufrir opresiones. De todo esto nos habla Mónica este mes.


Ilustración: Sabina


Es necesario pensar en el color de nuestra piel. De todas las pieles. No para dividirnos, sino para darnos cuenta de que el color de la piel es uno de los rasgos que nos definen como personas, a todas las personas. Género, sexo, sexualidad, etnia, edad, capacidad, clase social… son categorías que nos configuran como sujetos y nos dan un lugar en el mundo. Necesitamos pensar todos esos rasgos para comprender qué opresiones, o qué privilegios habitamos.

Las feministas negras y las feministas lesbianas, ya en los años 70, evidenciaron que el movimiento feminista era burgués, blanco y heterosexual. Por ejemplo, el colectivo de feministas negras Combahee River Collective ya denunciaba en 1977 la separación de “la raza de la clase social y de la opresión sexual, porque la mayoría de las veces experimentamos las tres opresiones de manera simultánea”. Resulta también fundamental leer a Angela Davis en Mujeres, raza y clase, y la reciente compilación Feminismos negros, editada por Traficantes de sueños. También encontré el otro día este blog con muchas referencias a textos interesantes de feminismos indios y negros. Estos textos nos ayudan a comprender que las opresiones que vivimos están relacionadas: se refuerzan o esconden otras.

Elisabeth Spelman evidencia en su libro Inessential Woman que es un error intentar separar las categorías que nos conforman: no se puede aislar el género de la clase social, la edad, la sexualidad, la capacidad o la etnia para tratar de revelar las opresiones que vivimos, por ejemplo, las mujeres. Una persona blanca, mujer, de clase media no puede pensar en aquello que le ocurre únicamente por ser mujer, únicamente por ser blanca y únicamente por ser de clase media. No tiene sentido no atender a los demás rasgos de nuestras identidades y analizar sólo las opresiones derivadas del género. Además, opina que este tipo de tratamiento causa exclusiones, pues se tiende a pensar en las mujeres discapacitadas, o en las mayores, o en las de color como las «diferentes».

Es urgente tomar ya nota de lo que las feministas postcoloniales y negras nos llevan intentando enseñar desde los años 70 y dejar de pensar en términos heterocentrados, blancos y burgueses para pasar a pensarnos como identidades múltiples y contextuales. Muchas veces pensamos que el color de nuestra piel no es una marca importante, sino que es un rasgo neutro, y no nos damos cuenta de que es una categoría fundamental que determina ciertas posiciones en el mundo. Yo, personalmente, no me di cuenta de la importancia del color de mi piel hasta que no me sentí blanca por primera vez en un país asiático. En ese momento, me di cuenta de que yo también estoy marcada, y eso tiene un significado importante en la sociedad.

Reflexionando sobre cómo nuestro color de piel, sea el que sea, afecta a nuestras vidas, se puede conseguir mantener una actitud (auto)crítica y global. De esta manera, podemos entender ciertas exigencias que se realizan sobre nuestros cuerpos: cómo se nos exige ponernos cremas para estar más morenas, o cremas para perder tonos de color; o cómo se nos exige que no tengamos curvas o, por el contrario, que tengamos cuerpos curvilíneos y rellenos. Estas imposiciones sobre nuestros cuerpos dependen de muchos otros rasgos de nuestras vidas: de nuestra clase social, de nuestra edad y, también, por supuesto, del color de nuestra piel y del lugar en el que vivimos.

Tratando de pensar el porqué de nuestros privilegios y el porqué de las opresiones que vivimos, podemos aspirar a minimizar gran cantidad de opresiones, y no sólo aquellas sobre las que estamos trabajando más específicamente en el feminismo. Es ésta una buena estrategia para sumar los esfuerzos de las luchas sociales, que suelen formar grupos aislados, y puede servir para integrar la diversidad dentro de cada grupo.

 

1 Comentario

  1. Una vez leí un estudio (me da un poco de pereza buscar el link ahora) de como se trataba a las mujeres negras y blancas durante un parto. A las mujeres negras se les atribuye cualidades como de mayor resistencia al dolor y mayor fuerza física (todo lo contrario a los estereotipos que se suelen asociar con las mujeres en general) y por tanto, eran atendidas mas tarde que ellas.
    Con esto quiero reafirmar lo que dice el artículo, no te tratan como «mujer» y como «negra/blanca» por separado. Sino que te pueden discriminar en su conjunto. Incluso discriminaciones contradictorias chocan en una misma persona.

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