Aunque tú no lo creas, me cuido

¿Es posible ir al gimnasio y ser gorda? A Elo esta pregunta le parece bastante absurda, pero va a intentar explicarle al mundo que, aunque alguna gente no lo crea,  no es algo tan descabellado.


Ilustración: Nicole


 

– Me podría pasar horas en la cinta de correr, pero es que con esa otra máquina, la elíptica, no aguanto nada.

– Buf, ya ves, es una pequeña tortura…

– Pero quemas un montón.

Esta, en principio, podría ser una conversación perfectamente normal entre dos personas que van al gimnasio y hacen ejercicio regularmente. Pero he podido comprobar que si una de esas dos personas es gorda, pierde su credibilidad. Es más, si la persona con kilos de más es la que dice que una máquina es infernal, o que no aguanta, un mecanismo hace click en las cabezas de mucha gente y tiene pensamientos del tipo normal, con ese pandero… o buf, es que fijo que es una vaga. No leo las mentes, pero son muchos años en mi cuerpo y he aprendido a descifrar miradas y gestos.

Tenemos incrustado en la cabeza el hecho de que si alguien no es delgado, es una persona perezosa, no se esfuerza lo suficiente y, por supuesto, jamás hace ningún tipo de ejercicio. Siento venir a derribar vuestros esquemas mentales, pero esto no es necesariamente verdad. Tengo multitud de amigas que están en su peso ideal (y lo pongo en cursiva porque peso ideal es en el que tú mismx te sientas a gusto) y no comen cosas demasiado sanas ni hacen deporte con regularidad. Ser delgada no es garantía de estar sana; y ser gorda no quiere decir que necesariamente estés enferma.

Recuerdo un texto que leí en internet (he intentado encontrarlo de nuevo y no he sido capaz) de una chica con sobrepeso que contaba una anécdota sobre su abuela. Ella era de origen polaco, creo recordar, y durante su juventud sufrió un período de hambruna en su pueblo. La mujer contaba que, a pesar de que todos tenían lo mismo para comer, es decir, prácticamente nada, en el pueblo seguía habiendo personas delgadas y personas gordas. La chica del texto se preguntaba cómo era posible que su abuela, una mujer con poca formación, hubiera dado en el clavo del asunto mientras que la gente que la rodeaba, en principio con una educación superior, la discriminara por su aspecto.

Aquella mujer era sabia. A veces somos de una manera determinada y esto es difícil de cambiar. Yo siempre he sido gorda. Tengo la espalda muy ancha, mucho pecho, unas caderas de gigantes y unos tobillos que han conseguido que nunca me pueda poner una tobillera en verano, con lo que me gustan, porque ninguna de las que venden me cabe. He tenido épocas en las que no me he movido en absoluto, y otras épocas en las que he hecho deporte casi a diario. Y, aunque he podido oscilar bastante de peso, siempre he sido gorda.

Hace cosa de unos dos años pesaba como veinticinco kilos más. Esa cantidad de kilos a mi espalda hacían que me sintiera francamente mal. Me dolía la espalda, no tenía nada de agilidad, me sentía pesada… Debido a varios disgustos adelgacé algo. Entonces decidí que llevaba mucho tiempo sin ejercitarme y que me apetecía volver a hacerlo. Y, es cierto, ahora me siento mejor. Pero, recalco, sigo siendo gorda. Y tengo asumido que siempre lo seré, porque es como he nacido.

Eso no implica que esté enferma, que no me mueva o que tenga una enfermedad. No tengo problemas de salud, ahora he ganado en agilidad, y me siento bastante bien en mi piel (con momentos de inseguridad y bajones puntuales, cierto). Pero con los años he aprendido que la felicidad no me vendrá por ser delgada. Mi felicidad pasa por sentirme a gusto conmigo misma y por aceptarme tal y como soy. Creo que estoy en la etapa en la que más guapa me he sentido en toda mi vida.

Llegar a este punto me ha costado, como se suele decir, sangre, sudor y lágrimas (sobre todo lágrimas). Me ha costado mucho comprender que soy como soy. Ahora soy capaz de enfrentarme a esas miradas de incredulidad diciendo: sí, soy gorda y sí, aunque no te lo creas, voy al gimnasio. Y me encanta. Como verduras cuatro o cinco días a la semana. Aunque no te lo parezca, me cuido. Ah, y por cierto, me importa un pimiento que tus prejuicios no te dejen ver más allá de tus narices.

Eso es lo que deberíamos hacer muchas veces, Fridas y Kahlos. Hacerles una pedorreta a todxs aquellxs que nos quieren dañar por ser como somos. Lo importante es que hagamos cosas que nos hagan felices, que nos sintamos bien. Seamos delgadas, gordas, altas o bajas. Hagamos deporte o no. Y, sobre todo, darle al resto el beneficio de la duda y no juzgar por el aspecto de las personas.

 

3 Comentarios

  1. piperina

    Me ha gustado mucho la entrada y me alegro mucho de que estés a gusto contigo misma y de verdad que hay gente muy estúpida en este mundo, ufff.
    Por cierto y por favor no me tacheis de superficial que no se ha enterado de nada, pero en cuanto a las tobilleras, se les puede añadir un trocito extra para hacerlas más largas 🙂

  2. Un aplauso de pie de mi parte para ti!!,,leerte es lo que les vengo diciendo hace rato a los que me atacan con comentarios acerca de mi peso ,,,me encanto!!!

  3. ¡Saludos!

    Lo cierto es que tengo una amiga delgadísima a la que le fue diagnosticado colesterol. Costaba creerlo, pero fue así, aún teniendo un peso reducido, comiendo mal y tal, le salió, y se vio obligada a hacer dieta y ponerle remedio, independientemente de su peso.

    Con esto no quiero hablar mal de mi amiga, ojo, todos hemos pasado épocas en las que por diferentes motivos hemos comido mejor o peor y eso tiene sus consecuencias, sin más. Mi intención era dejar claro que si, efectivamente, ser delgadx no es prueba de que lleves una vida sana, ni estar gordx implica que te hinches a bollería industrial y no te levantes del sofá más que para ir al baño.

    Tenemos demasiada facilidad para poner etiquetas y juzgar a primera vista, lamentablemente, pero confío que poco a poco, pasito a pasito, entre todos iremos cambiando esta tendencia =)

    ¡Un abrazo fuerte!

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