El glamour de la música

Esta vez,  una reflexión sobre el día a día de pequeñas bandas de música.


Ilustración: Amanda


Cuando vemos documentales sobre músicos, o leemos entrevistas sobre sus caprichos -rosas blancas en el camerino, caviar, etc.-, nos imaginamos una vida repleta de lujos y excentricidades. Pero no es oro todo lo que reluce. Es difícil llevar el día a día de una persona que se dedica a la música, y más aún si no vive de ello.

El glamour roto en pedazos, sí, lo sé, pero es la realidad. Parece fácil estar ahí, en un escenario, y que la gente te admire, te siga, cante tus canciones… Pero no siempre lo es, y menos aún para los grupos que no viven de la música y que no tienen ningún tipo de apoyo para llevar adelante sus proyectos. Detrás de lo que vemos en los conciertos hay mucho, muuucho trabajo.

En los últimos años he visto muy de cerca el día a día de un grupo punk-rock que ya lleva 15 años creando sus propias canciones y su propio estilo. Vivir desde adentro cómo viven la música está siendo una experiencia increíble, pero se me hace difícil ver lo poco que se valora su esfuerzo. Componen sus propias canciones, sus melodías y ensayan a horas intempestivas (por sus trabajos, que son los que les aportan dinero para poder vivir y seguir con la música). Los fines de semana tienen conciertos (ya que son los únicos días libres que tienen) después de estar toda la semana trabajando, y  hasta sacan los discos con su propio dinero. Y a cambio de eso, cuando tocan en algún bar o local, lo único que les dan es la cena; no les dan ni un céntimo por la gasolina, ni por el tiempo, ni por el concierto.

En un sistema en donde el dinero es el que manda, y en el que si no cobras, parece que lo que haces no es válido; no ganan nada. Y, ¡ojo!, su filosofía es esa misma: no estar bajo ningún contrato, sin publicidad que les ate, y pudiendo ser lo que quieran ser. Respeto y admiro mucho su forma de entender su propio grupo. Ellos tocan en conciertos a favor de diversas luchas sociales y políticas y no cobran nada. Es importante que estar tocando en un grupo sea mucho más que hacer música, sino que también sea un medio para luchar, para dar voz a causas que no la tienen, para entender la vida, pero me parece mal que en los sitios a los que acuden no valoren nada de esto y no les paguen ni unos gastos mínimos. Parece que tienes que pisotear a todo el mundo que esté por delante tuyo y pedir dinero por todo lo que haces, para que ese trabajo sea valorado.

Está claro que no me gusta este sistema capitalista en el que vivimos, pero tenemos que ser conscientes de que es el sistema en el que estamos y en el que tenemos que llevar a cabo nuestro día a día. Por lo que es importante darle al dinero su justo valor: ni más, ni menos. Si nos ayuda a llevar a cabo nuestros proyectos, ¿por qué no podemos pedir el dinero que nos corresponde para poder seguir con nuestros sueños? El dinero no lo es todo, y muchos y muchas de nosotras querríamos un sistema diferente y luchamos por ello día a día (incluídos estos grupos, que justamente por ese motivo tocan en locales okupados y realizan actividades en contra de macroproyectos, transnacionales, etc.), pero, queramos o no, en esta sociedad sin dinero no podemos comprar instrumentos, pagar el local de ensayo, ni los desplazamientos a los lugares de los conciertos. El arte no es sólo lo que vemos en los museos, en los macroconciertos, en los festivales de cine; el arte también está en la calle, en los bares, en los locales.

Apoyemos a estos grupos, disfrutemos de sus conciertos y valoremos su trabajo, porque se lo merecen. Ya que, el glamour de la música es el que se les atribuye a esos grupos conocidos que pueden pagar y exigir lo que quieran. En cambio, los grupos de nuestros pueblos y ciudades son los que se esfuerzan, los que consiguen hacer buena música, pero los que no tienen camerinos ni furgonetas personalizadas para llevar los instrumentos. Estos grupos pueden gustarnos, incluso, más que las bandas conocidas. Y es sabido por todos y todas que la música no entiende ni de clases sociales, ni de razas, ni de oportunidades… pero si queremos disfrutarla, tenemos que ir a esos conciertillos en los bares o locales  y disfrutar de la buena música.

Antes de terminar, quería apoyar más que nunca a los grupos de mujeres, que apenas se ven y que tienen que superar barreras y prejuicios sociales para poder disfrutar de la música.

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