Reconquista al pasado

«A día de hoy, siglo XXI, comprendemos que no son las deidades míticas las que pretenden escribir nuestro futuro y falsear el pasado, sino una panda de políticos, especuladores y líderes sectarios que se piensan dioses».


Ilustración: Javitxuela


“Carpe diem quam minimum credula postero» – Disfruta el momento y nada fíes del siguiente -, dijo Horacio; que, defensor del placer del ahora, bien aprehendió y divulgó la propuesta del dios griego Kairós: “vivir el momento. Aprovechar la ocasión». Deseo perseguido por muchos, mas vivido por ninguno. Pues, ilusorio, el presente, tal como lo queremos entender, no existe.

Medio segundo necesita nuestra mente para procesar y concebir un hecho y no guardarlo secreto en el inconsciente. El neocortex, (fracción cerebral frontal y morada del pensamiento y la razón), complejo, precisa de un lapso de tiempo para procesar lo ocurrido y contrastar después su decisión con la amígdala (la evocadora de traumas y su carga emocional, como también la decisora de la huida o lucha ante las nuevas amenazas).

La realidad, así, nos queda lejos. Medio segundo, concretando. El responsable de que el presente sea inalcanzable y vivamos siempre en el pasado.

Tic-tac. Tic-tac…  Cuán burlesco resulta el tiempo con nosotros. Él, siempre aventajado, no atiende a tregua ni a súplicas de nadie. Él, que según se dice, sólo responde ante sí mismo y nos impone su voluntad ante los cuándos y a su imposible captura. Cronos así lo quiso -o eso dicen- mitológico dios del calendario humano.

Jic-jac. Jic-jac. Resuenan las carcajadas del reloj.

Las agujas giran caprichosamente, negando tiempo al ahora. Y nuestra mente, de nuevo cómplice en tal negativa, lo hace a través de la metacognición. Dicha habilidad, responsable de  la interconexión de los procesos cognitivos sobre otros (pensar el pensamiento) nos invita con ello a la valoración perenne de nuestras experiencias pasadas a fin de construir las futuras. De este modoal igual que el mundo onírico, el mañana es construido por nuestro ayer, cobrando protagonismo la remembranza y la imaginación sobre el presente.

Por otro lado, Eón, dios en las antiguas tierras fenicias, formado del polvo y la energía primaria, abogó por la concepción del tiempo como eterno, fundiendo en un bucle extraño al pasado y al futuro. Al principio y fin como sinónimos. Estableció al flujo temporal recursivo, no progresivo. Y no fue el único.

La misma percepción, así como efecto emotivo tienen nuestras ilusiones que nuestras vivencias. No hay distinción allá en nuestro mundo psíquico del mundo que nuestros sentidos ratifican verdadero. ¿No de igual manera percibimos el lucir del azahar en la primavera sevillana, como también su aroma en nuestros sueños otoñales?, ¿no visualizamos a la Pompeya calcinada aun sólo habiendo leído sobre ella? Y ahora que lees este ensayo, lectora, ¿no escuchas tu ritmo hacerlo?
Las mismas áreas cerebrales son las que se activan al momento que recordamos un hecho o bien lo imaginamos. Exacta realidad tienen el pasado y el futuro.

Retroalimentándose ambos, el límite entre uno y otro resulta paradójico. Y complejo el por qué del traslado subjetivo de nuestra mente a través de la trinidad temporal (pasado, «presente», futuro) y de su no linealidad. ¿Permutarán, acaso, las tres moiras sus funciones con respecto al destino humano a capricho? – Tejer el hilo de la vida, medirlo y cortarlo-.

Ciertamente, la respuesta no la tienen las tres míticas deidades de la Grecia antigua, mas sí nuestra heredada brújula temporal y el efecto de la neurocorrelación. Por ellos podemos recordar e imaginar, y volver al «ahora», sin perder nuestra concepción del Yo protagonista, ni el momento en el que viajamos (el día, el año, la década…). Por esta capacidad (la cronestesia) nos convertimos en navegantes temporales.

Mañana, hoy, ayer, medio segundo, un mes, un siglo… ¿Concebimos todos, aun navegantes, de igual forma al tiempo? Como observadores conscientes y activos, poseedores de un propio mundo interior y diferentes vivencias, resulta imposible. El tiempo es elástico, y plástico nuestro cerebro. Pero si recordamos a nuestro mundo y nuestras propias experiencias consecuencia de las ideas y vivencias de pasados observadores, recordaremos que éstas son, de igual manera, la cuna de los que vendrán. Que, en consecuencia, “el otro vive en mí y yo en el otro, en el pasado, presente y futuro”.  Y que ello ocurre a voluntad nuestra, jamás por imposición divina.

“Tu ne quaesieris
quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe”

Dijo Horacio: No pretendas saber, pues no está permitido, Leucuóne, el fin que a ti y a mí nos asignaron los dioses.

A día de hoy, siglo XXI, comprendemos que no son las deidades míticas las que pretenden escribir nuestro futuro y falsear el pasado, sino una panda de políticos, especuladores y líderes sectarios que se piensan dioses.

Por ello, en manifiesto, recuerda la Insurrección. Imagínala futura. Bien la sabe posible tu mente y la historia. Nuestros sueños. Hazlo por ti, por mí, por ellos. Porque es la reminiscencia de nuestro origen. Y allá donde vamos. Que sea el legado de nuestros Yoes conjuntos. Porque, si la realidad se ratifica a través de la percepción sensorial que esperamos común en todo humano, y en sueños sentimos, ¿que ocurrirá cuando todos soñemos lo mismo?  Cuando todos alcemos la voz. Porque, si la realidad es la cópula del pasado y el futuro, y ambos son, ambos se crean conjuntamente el uno al otro, nuestra batalla ya está ganada, pero lo hemos olvidado. Nos han hecho olvidarlo; los peseudodioses.

Por ello, reitero el manifiesto: recuerda la Insurrección perenne. Hazla propia. Porque, de entre las infinitas posibilidades, decidimos que así ocurriera. Y así, el mañana, con orgullo, lo vivamos conscientes, sin “dioses”, fruto y parte del pasado.

Johana G.

Bibliografía:

– Roger Penrose. La nueva mente del emperador
– Douglas R. Hofstadter. Gödel, Escher, Bach
– Benjamin Libet. Mind Time: the temporal in consciousness
– Sonia Fernández Vidal. Desayuno con partículas
– Horacio. Oda XI

 

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