De mayor voy a ser…

De mayor quería ser muchas cosas. Y, a pesar de no haber conseguido la mayoría de ellas, creo que no lo estoy haciendo del todo mal.


Ilustración: Javitxuela


Aún conservo varios viejos diarios de mi infancia y adolescencia. Me hace mucha gracia ver la inocencia con la que descubría las cosas, cómo el más mínimo de los problemas era un mundo, ver mis miedos, mis dudas… Pero, sobre todo, me asombra ver todo aquello que soñaba con ser cuando me hiciera mayor. Lo pongo en cursiva, sí, porque, por suerte, en muchos aspectos sigo siendo una niña. Intento mantener viva esa curiosidad infantil, y espero no hacerme mayor nunca, nunca.

Pero, para bien o para mal, esa niña queda muy atrás ya y, si bien no me he hecho mayor del todo, sí que me he convertido en una mujer adulta, o algo parecido. Muchas veces me paro a pensar en si he cumplido todos aquellos sueños que tenía Mini-Elo… Y la respuesta es no. En uno de esos diarios, de cuando tenía unos trece años y compuesto a base de imágenes (intentando emular, salvando las distancias, los diarios de nuestra querida Frida -que una ya la había descubierto y la admiraba) hay un dibujo de mí misma de mayor. En ese dibujo llevo el pelo corto, un vestido, soy esbelta y voy descalza. A mi lado se puede ver un violín, estanterías llenas de libros y premios literarios variados. Por soñar que no quedara.

Y otros trece años más tarde, ¿qué hay en mí de aquellos sueños? Me corté el pelo, sí, a pesar de que en un principio mi madre mostró reticencias al respecto. Y no fue mucho más tarde, porque no había cumplido aún los catorce. Despojarme de mi melena, aunque yo aún no lo sabía, fue uno de mis primeros actos de rebeldía ante muchas cosas que no me gustaban. No me pongo demasiados vestidos ni soy esbelta; aunque lo primero lo voy haciendo cada vez más y lo segundo cada vez me importa menos. Ir descalza es una de las cosas que más me gusta y más resfriados me trae, casi a partes iguales. Mi violín está guardado en su estuche a la espera de que supere esta apatía que me embarga últimamente y que me hace no sentirme con ánimos para sacarlo y acariciar sus cuerdas; mis estanterías están repletas de libros y premios literarios sólo tengo uno, también de la época en la que dibujaba a mi yo del futuro.

Podríamos decir que he fracasado. No he conseguido ser una escritora de renombre, ni una gran violinista, ni ser delgada -aunque esto último ya no me quite el sueño. Pero si sigo pasando las páginas, y voy leyendo y recordando retazos de mi vida, veo que he logrado muchas cosas. He conseguido viajar y ver otras realidades. Me sigo manteniendo fiel a mis principios, esos no han cambiado demasiado en estos años. Sigo luchando por lo que creo. Ya entonces me movilizaba, protestaba por las injusticias y me metía en algún lío que otro por no saber cerrar la boca. Y todas las cosas malas que nos rodean no han conseguido cambiarme ni un ápice en este sentido. Creo que es un motivo para sentirme orgullosa de mí misma.

Quizás la parte mala de no querer hacerme mayor sea que no he cambiado mucho. Pero es que no quiero cambiar. Quiero seguir siendo esa niña respondona a la que echaban de clase por liderar una rebelión en el aula. Aquella renacuaja que gritó a un profesor en clase que era un machista mientras comentaba un texto en clase de literatura. Esa mocosa que se cortó su melena porque algo dentro de ella se lo pedía a gritos.

Aunque el desánimo se apodere de mí porque soñaba con ser independiente y tener un trabajo a estas alturas y no lo he conseguido, sé que no es porque yo no me haya empeñado en ello. Seguí estudiando, como soñaba de niña, no he dejado de protestar y he conseguido encontrar el lugar perfecto para escribir en este bonito sitio llamado Proyecto Kahlo. Y un solo comentario de una persona desconocida diciéndome que mi texto le ha llegado, vale más que todos los premios literarios que dibujaba de pequeña junto a mi yo del futuro.

Ahora ya no me dibujo pensando en cómo seré dentro de otros trece años. Y veo mi futuro bastante oscuro en general. Las perspectivas, para mí y para la gente de mi generación no son muy halagüeñas. Pero también sé que si queremos cambiar ese futuro, tenemos que ser nosotrxs lxs que, con nuestras acciones del presente, hagamos que la oscuridad se vaya tiñendo de luz. Y en eso estamos 🙂

Eloísa

4 Comentarios

  1. En el fondo, el motivo por el que cuando somos adolescentes queremos un futuro lleno de copas y medallas, no es por los premios en si, ni por el dinero, es por que queremos ser amados y admirados. Pero no hace falta un premio para eso :).

  2. Elo, el eco de una generación (qué Lena Dunham ni leches)… :*

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