A la locura

«Y los llamaban locos. Aún viviendo la evidencia histórica de que la evolución es no sólo necesaria, sino inevitable. Ellos que vieron caer Imperios, derrocadas coronas y a la libertad cobrar sentido a lomos de la Revolución».

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Ilustración: Sabina

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Y me llamas loca. Tú que has visto al hombre pisar la luna, tintado el cielo de colores, pirámides en el desierto y tragadas por la jungla, leído la filosofía, desarrolladas teorías, sentido música y su evolución, degustado el vino, vivido el amor. Y me llamas loca. Y lo vuelves a hacer.

Desde que la creación a partir de la nada era “imposible” y, más aún, que la consciencia tomara cuerpo en la materia y evolucionara, data tu existencia. Se cuenta son 13.80o.000.000 años los que nuestro mundo arrastra, y que tras su implosión tuvo lugar lo que hoy llamamos universo; a sus múltiples galaxias, aún más planetas, satélites, lunas, soles. Todo ello fruto de un concebido orden caótico dio origen, a su vez, al lector de este ensayo. A cada centímetro de su piel y al olor que conserva, favor a sus sueños y a la valentía de crearlos. Por ti el lector es, sueña y crea. Y yo.

Tú me descubres loca, y yo te vivo de innumerables maneras; te siento en cada lugar y a cada instante, te vivo en la desnudez y en el latir acelerado, en cada reivindicación y pancarta. En mis sueños, y al cumplirlos. En los de otros.

Sus inicios, según la actual medida temporal, se remontan al año en el que la dictadura del asesino Pinochet y la segregación del pueblo alemán vieron su fin. Dichos episodios, impensables en principio, ocurrieron gracias a quienes en ti creyeron, y en sus sueños. Tú los formaste locos. Y a mí.

Desde entonces – dirán – mi idea sobre ti responde a mis intereses personales. Y a mí, el saber que tu concepción sea adulterada, allá por algún opresor de consciencias, defensor de un sistema tirano que trate hacer de ti un concepto adverso, sólo fortalece mi idea sobre ti. Por muy loca que éste me llame. Y lo vuelva a hacer.

En la Grecia antigua era de locos concebir un sistema más virtuoso que el que aquélla practicaba; el incorrectamente llamado democracia (gobierno del pueblo) que, en su praxis, más propiamente debiera llamarse: domocracia (gobierno de propietarios). Ya en diálogos, denunció bien el griego ésa y más faltas. No era honorable un sistema que condenó al hombre que veló por la concienciación ciudadana. Jamás noble, una sociedad que pone precio al saber y se jacta de perfecta.

Va contra evolución pensar en un sistema, cualquiera que sea éste, como el absoluto y verdadero. Y, a lo largo de la historia, como a locos se sentencian a quienes niegan lo estático y velan por el aprendizaje y la construcción de nuevos rumbos hacia el progreso y las nuevas necesidades que éste presenta.

 

“Aetas parentum, peior avis tulit
nos nequiores, mox daturos
progeniem vitiosorem.” 

 

-“Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos engendraron aún más depravados. ¡Y nuestros hijos nos superarán!”–  Traducción de las palabras de Horacio, romano hijo de un sistema esclavista (esclavo fue su padre), y consciente de que el revolucionario es, a ojos de cualquier sistema opresor, un enemigo. Un loco ignorante.

Así lo pensó el Imperio clamado indestructible en el que vivió, y que a los siglos fue  irónicamente sometido por la barbarie nórdica de entonces. Otra que también creía a su sistema señorial el definitivo. Reprobando loco (cómo no…) a quien lo cuestionara, y sometiendo a la extirpación de una supuesta piedra alojada en la cerebro, responsable de su presunta demencia.

Claro está que no a todos les fue extirpada, ya que poco después de la toma de la Bastilla, el 4 de agosto de 1789, fue suprimido el feudalismo, en la llamada noche de la locura.

Y los llamaban locos. Aún viviendo la evidencia histórica de que la evolución es no sólo necesaria, sino inevitable. Ellos que vieron caer Imperios, derrocadas coronas y a la libertad cobrar sentido a lomos de la Revolución.

Y aun a sabiendas de ello, aún hay quienes siguen tales pasos y pretenden sojuzgar el cambio a favor del estancamiento en un sistema patán y obsoleto. Hablan de lo imposible de su destrucción y del renacimiento en una sociedad honesta. Olvidan ser producto de múltiples revoluciones, aún más motines, revueltas. Reniegan que todo ello te lo debemos a ti, y que por ti el progreso no concluye. Parecen ignorar que todos conformamos uno: Todos y todo polvo de la misma estrella.

Y nos llaman locos… Y está bien que lo hagan. ¡Que lo vuelvan a hacer! Así lo estamos, hijos tuyos, locura, y tripulantes de tu nave. Por ti demostramos lo utópico, aquello pensado imposible, derrocado sistemas pensados perennes, dado vida al cambio, y a su legitimidad de existir. Y es que: sí.  Lo imposible es posible, y así ocurre todo el tiempo. Y eso lo aprendí de ti.

Johana G.