El hammam

O cómo el mundo árabe me ayudó a conocer y amar más mi cuerpo.



La primera vez que llegué a Marruecos vine sin saber que era un hammam. Sabía que era un baño público donde las mujeres se bañaban juntas y poco más. Cuando entré por primera vez en aquella habitación tan caliente, con mujeres que no conocía de nada, casi desnudas, sentí un escalofrío al que no supe dar significado. No quise darme el masaje, me daba miedo, me sentía pérdida en ese lugar tan pequeño, no era mi mundo y no sabía como reaccionar.

Me daba vergüenza que otra persona semidesnuda me tocase.

Solo con el tiempo pude asimilar, lo que todo este ritual de baño puede significar; abandonar mis ideas occidentales, en busca de conocer, experimentar y explorar todo lo que el hammam me podìa aportar.
La verdad es que pasé de saber poco de una cultura diferente a conocer más a las personas de esta sociedad a través de su baño público y algo no menos importante, me ayudó a conocer y querer más mi propio cuerpo. Por ejemplo, pasé del pudor y la sorpresa propia ante tantos cuerpos desnudos en el mismo sitio, a una desinhibición personal ( sobretodo a nivel mental) respecto al cuerpo femenino, al fin y al cabo, “ todas tenemos lo mismo”.

En Occidente hay un desconocimiento grandísimo de qué cosa es un hammam, y de qué función cumple en la sociedad árabe. Cuando he preguntado acerca de este lugar, la respuestas eran de negación, por no saber lo que era, o respuestas con ideas Orientalistas – colonialistas del baño como un sitio exótico e idílico. La imagen de lo que es un verdadero hammam ha sido dañada por:

Los pintores y artistas denominados orientalistas (Eugene Delacroix, Jean Auguste Dominique Ingres, Jean-león Gerôme…) y su legado.

 

 

Las agencias de viajes, los centros de estética y cuidado del cuerpo actuales, que venden el concepto de hammam en Occidente.

 

 

Las peliculas, la moda, la publicidad en los medios visuales que usan el exotismo oriental como táctica de captación de atención.

 

 

Como se puede ver, todo tiene una connotación erótica evidente (lugar relajante, caliente, el vapor, la gente desnuda) que estimula el imaginario mental de las personas, y crea estereotipos ligados al sexo. Pero la verdad es otra, el hammam es un lugar de cuidado y respeto al cuerpo propio y un lugar de socializaciòn.

Se tiene como costumbre ir una vez a la semana al Hammam. Casi siempre se suele ir con alguien, sea un familiar, amigas, etc. Por esto, es frecuente que las mujeres inviertan bastante tiempo dentro del sitio, hasta 4-5 horas si se quedan hablando con las distintas personas que también están ahí. Pero si una no se para a conversar, su baño se reduce entre 1 y 2 horas. El baño consiste basicamente en lavar cada parte del cuerpo, incluyendo el pelo, con muchísima tranquilidad. Para la piel se usa un guante que rasca y te quita la piel muerta y la suciedad acumulada. Para aclararte hay cubos que se llenan de agua y cada una tiene uno o dos que se usan de forma individual . Tambien hay una persona experta, que te da el masaje con el guante, y que frota hasta que te quedes completamente limpia. Según la tradición, no se puede estar completamente desnudo en los baños públicos, hay que taparse las partes íntimas. Pero en los hammam en los que he estado esta no es la realidad, las únicas personas que visten así son las trabajadoras por una cuestión tanto práctica como higiénica. El resto de mujeres suelen llevar solo bragas (más de la mitad) o no llevar nada (suelen ser más las mujeres ancianas y niñas).

La mujer allí está en constante contradicción en lo que se refiere a su cuerpo. Aunque de una forma diversa a la nuestra. Por una parte, consigue un aprendizaje pleno a de su cuerpo, que se da desde la infancia, a través del baño. Y cuando sale a la calle, sufre el tabú del cuerpo, tachado religiosamente de tentador, y subrayado por una cultura tradicional, que obliga a taparlo y hablar sobre él lo menos posible. Tambièn estàn expuestas, como nosotras aquí, a todos los carteles publicitarios, películas, revistas de belleza…que usan a la mujer como herramienta, para la instalación del idealismo occidental en el mundo árabe. Al final nadie deja a la mujer elegir por sí misma, decidir que es lo que ella quiere en verdad, cómo comportarse, cómo vestirse, etc.

La verdad es que para la mayoría de las mujeres, el hammam es su vía de escape de la rutina diaria, del patriarcado establecido en la sociedad, por lo tanto es un lugar en el que la obediencia, sumisión y pasividad desaparecen dando lugar a la actividad y socialización femenina sin ningún tipo de presión. Al compartir espacios desnudas o semidesnudas, también los tabúes sociales establecidos para el cuerpo, y que tanto se le imponen a la mujer, vuelan durante un tiempo. Aunque el baño sea también un elemento de vida cotidiana, es el lugar donde las mujeres se alejan de sus quehaceres y responsabilidades diarios; los niños, hacer la comida, limpiar… Es una excusa para salir de casa sin tener que ir a hacer algo para su familia y poder abandonarse a sí mismas. Recuerdo una mujer marroquí que me dijo: “Es mi momento de mayor relax, me quito toda la suciedad del cuerpo, y también de la mente”.

Con el hammam entendí mejor qué significa ser una mujer en el mundo árabe, me proporcionó una mayor empatía, y descubrí que dentro de las grandes diferencias culturales evidentes, se encuentran muchas otras semejanzas, que solo entre nosotras como mujeres podemos entender.

 

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