Aprender a cuidarse a una misma

Cecilia nos cuenta sobre el histórico rol de la mujer como cuidadora del hogar y la familia a través de la película ‘Tully’

Ilustración de Kry García

Si hay un espacio al que históricamente se ha asociado a la mujer es el espacio del hogar. La tarea de las mujeres respecto del cuidado de la familia y de la casa siempre ha sido un elemento indiscutido bajo el sistema patriarcal y algo que tradicionalmente se comprendió como un acto de amor era en realidad una forma de opresión hacia nosotras.

Los cuidados de la familia, especialmente de les niñes pero también de les ancianes, son parte del rol de toda buena mujer. Para la sociedad machista en la que vivimos una mujer que elige su profesión, sus intereses personales o que simplemente no se halla cumpliendo el rol de madre o de buena esposa es una mujer que fracasa. La culpa, la vergüenza, la autoexigencia y la autocensura son sentimientos comunes cuando pareciera que hay algo mal en nosotras y que no podemos ser aquella mujer exitosa que tiene tiempo perfectamente organizado para trabajar y además ocuparse de la casa.

Como siempre, un buen análisis de las publicidades que circulan en la televisión nos permite observar esto claramente. Recordemos aquí que la publicidad no sólo trata de vendernos un producto o servicio sino también, y más subliminalmente, un ideal al cual aspirar: del mismo modo que se busca que todos los varones aspiren a ser como Cristiano Ronaldo o como Messi, también se aspira a que las mujeres deban saber cómo limpiar correctamente un baño, cómo encontrar el mejor quitamanchas o cómo preparar la mejor comida para sus niñes en crecimiento. Esos cuidados, nunca se le exigen a un hombre, quien a lo sumo aparecerá en las publicidades compartiendo la tarea con su par femenino.

El concepto de «cuidado» asociado a una mujer además tiene un valor diferente al cuidado que un hombre puede proveer a su familia. Mientras detrás de la figura masculina suelen acomodarse ideas como protección, fuerza, valentía, coraje, en el caso de la figura femenina esos valores suelen estar relacionados con el amor, la preocupación, la entrega, el conocimiento profundo y real de lo que cada miembro de la familia necesita, etc. Así, ese supuesto instinto maternal se construye social y culturalmente pero se supone natural y dado previamente a nuestra existencia como personas. 

Murales sobre el trabajo hogareño y las mujeres

En 2018 se estrenó la película «Tully», protagonizada por Charlize Theron. Esta historia nos cuenta la vida de una mujer en sus cuarenta, que tiene dos hijes pequeñes y acaba de tener un bebé. Su casa, su vida, su rutina es un permanente desorden y ella lucha para cumplir con todos esos rituales que nos impone la maternidad, pero sin poder disfrutar de ninguno de ellos. La otrora super model Charlize Theron cumple magníficamente con el rol que le toca interpretar porque encarna el cansancio, la desazón, la frustración y, especialmente, la caparazón que hay que construirse ante la mirada ajena cuando una es mujer y no puede calmar a niñes que lloran o llega tarde a todos lados o tiene la casa a la miseria porque no hay tiempo suficiente para limpiar (ni ganas).

Si bien existe un marido que es un buen padre con sus hijes, su papel está desdibujado con la intención, supongo yo, de mostrar cómo la presencia de un compañero masculino no siempre implica que los roles estén repartidos y que el trabajo se realice por igual entre ambes. Además, está presente en la historia otro fenómeno del que pocas veces se habla y que es la depresión post-parto, aquella realidad que muchas mujeres sufren luego de dar a luz. Marlo, el personaje de Theron, tiene un hermano mucho mejor posicionado económicamente que le recomienda contratar a una niñera de noche, algo a lo que ella inicialmente se opone, justamente, por considerar tal situación como parte de su fracaso como madre y mujer. Cuando finalmente accede, aparece en la historia Tully, una joven que trabaja de noche como niñera y haciendo algo novedoso: permitiendo que Marlo duerma y descanse, que recupere energía y pueda liberarse de esa obligación (que el padre no tiene) de ocuparse del bebé recién nacido.

La presencia de Tully en la vida de Marlo no es simplemente una ayuda. Tully se va convirtiendo más y más en una liberación para el personaje de Charlize desde lo emocional. Marlo recuerda su juventud y reflexiona sobre cómo el hecho de convertirse en madre cambió su rumbo y su vida entera. No contaremos el final pero sí podemos anticipar que no debe haber mujer que se sienta indiferente ante esta historia, habiendo vivido experiencias similares a las de Marlo o habiendo deseado tener a una Tully que la acompañe y asista.

Tal vez sea este uno de los elementos que más nos cuesta todavía romper, incluso a quienes somos conscientes de lo que es el patriarcado y cómo determina nuestras vidas. Transformar esa vieja idea, muy útil para sostener a los privilegiados allí donde están, de que la mujer es una buena mujer cuando cuida a sus hijes y a su marido, cuando lo acompaña y secunda en sus decisiones, cuando es experta en descuentos en el supermercado pero no en cómo gobernar un país, es todavía una deuda pendiente. Las gafas violetas, una vez más, nos van abriendo caminos y ese horizonte que parecía indiscutible e innegable comienza a desdibujarse, comenzamos a cuestionarlo. Porque la palabra «cuidados» también puede referirse a cuidarnos a nosotras, a elegirnos y a dedicarnos a nosotras mismas.

 

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