Emociones y su cara oculta

Los síntomas físicos muchas veces estan ligados a emociones. Las emociones no se disuelven con el tiempo, necesitan que se les preste atención y se tome conciencia de ellas. Ingrid reflexiona al respecto.

 

Emociones y su cara oculta
Ilustración de Estrella Nicolás

Rabia, vergüenza, alegría, compasión, impaciencia, valentía… Sí, somos seres emocionales y no podemos evitarlo. Las emociones forman parte de nuestra vida y de nosotres mismes, nuestras emociones nos definen a lo largo de nuestra experiencia vital, y nos ayudan a conocernos y a formar nuestra propia percepción del mundo que nos rodea.

A pesar de ser conscientes de que las sentimos, en qué situaciones y con qué intensidad, no solemos pararnos a pensar en las consecuencias o efectos que tienen tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente. Hay emociones intensas que desencadenan respuestas en nuestro organismo difíciles de ignorar, como la alegría, el miedo, la tristeza, la rabia… de una forma u otra todes somos capaces de identificar los «cambios internos» que se producen cuando sentimos estas emociones: se acelera el pulso, sube la presión arterial, nos sentimos llenes de energía, o quizás todo lo contrario… es algo totalmente inevitable que nos ocurre con bastante frecuencia y con lo que estamos acostumbrados a convivir.

Pero el mundo de las emociones es mucho más complejo de lo que parece, y sus efectos en nuestro organismo pueden llegar a ser igualmente complicados.

Desde el comienzo de mi adolescencia sufrí de episodios leves de asma que ocurrían tras realizar ejercicio, en situaciones de estrés, y se agravaban en primavera. Me diagnosticaron «alergia asmática», a pesar de no haber podido identificar la causa de la alergia, y me recetaron dos inhaladores para tratar el asma que desde entonces me acompañaron por años. Con el paso del tiempo, casi 10 años después, tuve la oportunidad y la suerte de encontrarme con un enfermero que me hizo una espirometría (prueba que sirve para diagnosticar ciertas enfermedades respiratorias) antes y después de usar los inhaladores, un día que me sentía falta de aire. El resultado de la prueba fue certero: no tenía asma, así como ningún otro problema fisiológico que explicara mis frecuentes episodios.

Mi primera reacción fue incredulidad, y así comencé a conversar sobre mí y mi historia con este enfermero que tanto valor le otorgaba a la meditación, al poder de la mente y a la paz interior. Tras dos horas de conversación, fui consciente de que había sido capaz de guiarme a través de ciertos acontecimientos que ocurrieron durante mi infancia, y donde pude ver con ABSOLUTA CLARIDAD (y enfatizo en ello) que tenía un conflicto emocional. Tenía sentimientos de duelo por la pérdida de un ser muy querido de los cuales ya era consciente, pero gracias a él descubrí otras emociones que habían permanecido ocultas hasta entonces: el rencor, el resentimiento y la culpa.

«No tienes asma, tienes un conflicto emocional.»  Nunca olvidaré su mirada y sus palabras tajantes, así como el momento en el que conversé sobre el problema con la persona que debía, donde desenredamos y analizamos todos nuestros sentimientos. Nunca más volví a sufrir uno de esos episodios de asma. Hace años que no tengo inhaladores y nunca más he vuelto a sentirme tan vulnerable.

Aprendí que mi problema era somático. Mi cuerpo se expresaba mediante síntomas físicos para alertarme de que algo no andaba bien en el terreno emocional. Por supuesto mi caso fue bastante leve y fácil de solucionar, pero no siempre ocurre así. Hay muchas personas que padecen enfermedades cuyo origen es completamente emocional. Los síntomas más comunes son dolores de cabeza, de espalda y articulaciones, úlceras gastrointestinales, taquicardia, trastornos del sueño, fatiga, dificultad para respirar en determinadas ocasiones, vértigo, dificultad para tragar, alteraciones de la piel, pérdida de memoria, vómitos y diarreas, etc.

Esto ni mucho menos quiere decir que todas las enfermedades sean somáticas, por supuesto el primer paso es siempre descartar el origen biológico de los síntomas. Incluso pueden coexistir en una misma persona enfermedades fisiológicas y síntomas de origen emocional.

Pero esta experiencia personal me enseñó la importancia de escucharse a une misme, de analizar nuestras emociones, de no reprimirlas ni ocultarlas… porque las emociones no se disuelven con el tiempo, necesitan que se les preste atención y se tome conciencia de ellas; al fin y al cabo su objetivo es ayudarnos a enfrentar la vida, darnos comocimiento sobre nosotres mismes y añadir experiencias. A pesar de que algunas no son agradables, huir de ellas solo agrava la situación, y la pospone para el futuro, o la convierte en motivo de queja de nuestro cuerpo.

Hay técnicas que ayudan a autoexplorar las emociones, como la meditación, los ejercicios respiratorios, el yoga… Aunque no hace falta complicarse demasiado para conocerse a une misme: quizás estar al aire libre, en contacto con los animales, o tal vez estar a solas un rato es suficiente… Lo más importante es tomar consciencia de une misme, ser sincere contigo, evitar reprimir emociones negativas y sobre todo PERDONAR: perdonar a les demás, pero sobre todo a une misme, porque para aprender hay que errar, ¿y qué es este camino que llamamos vida sino un continuo aprendizaje?

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