Secuestros de mujeres en Kirguistán

Poco sabemos de Kirguistán, mucho menos de su tradicional y violenta costumbre de secuestrar mujeres para casarse con ellas

Ilustración: Marta A.

Un buen matrimonio comienza con lágrimas, esa es la gracia en los secuestros de mujeres”. Cuando lo escuche por primera vez en boca de una mujer pensé que era un chiste. Un mal chiste, por cierto. Es que sí, en pleno S. XXI cuesta creer en este tipo de afirmaciones. Pero no, eso que yo daba por obviedad se vino abajo cuando pise Kirguistán.

La República de Kirguistán (o República Kirguisa) fue una de las quince repúblicas socialistas soviéticas. Haber sido parte de la URSS fue, quizá, uno de los hitos más emblemáticos en la historia de este desconocido país que ya lleva más de dos mil años de existencia.

La población kirguisa se considera descendientes directos de Gengis Khan y del gran Imperio Mongol. Incluso hoy en día, el país sigue priorizando la vida rural; andar a caballo, cosechar la propia comida y la vida comunitaria en las típicas yurtas circulares de color blanco son sólo algunas de las características de Kirguistán. Un país, por cierto, pequeño pero con una geografía de la más variada, donde el ochenta por ciento de la superficie es montañosa, incluido el cordón montañoso del Pamir, uno de los más altos del mundo, y el controversial pico Lenin sobre los siete mil metros sobre el nivel de mar.

Pero mi intención no es mostrar los paisajes soñados de Kirguistán sino develar un matiz cultural que me cuesta tanto comprender como no-juzgar. Y con esto me estoy refiriendo a los secuestros de mujeres para el matrimonio.

Los secuestros de mujeres son tan ridículos como tradicionales, al menos para mi mente occidental y feminista. No son ni siquiera un matrimonio arreglado. No hay un consentimiento de la otra parte. Es como suena. Un secuestro que deviene en matrimonio. Sin opción, sin violines ni anillos de oro.

El secuestro de mujeres es cosa de hombres. Ellos se reúnen, se emborrachan y salen a la caza (literal) de quien será su próxima víctima (esposa). Muchas veces suelen tener vista a la mujer que quieren secuestrar, pero a veces no la encuentran y como volver sin presa es una deshonra, se terminan conformando con su hermana, su amiga o vecina.

Una vez que dan con la chica, la suben a la fuerza al auto, al caballo, la moto o el vehículo con el que han salido de caza para llevarla a la casa del futuro marido, es decir, del secuestrador, donde espera expectante toda la familia de él. No nos olvidemos que el secuestro de mujeres es una práctica reconocida y facilitada por buena parte de la sociedad.

La madre y hermanas del secuestrador se encargan de darle una bienvenida a la víctima. Ellas se ocupan de convencerla de quedarse en la familia. En muchos casos, incluso le regalan un pañuelo blanco como símbolo de la unión y paz familiar.

El siguiente paso supone un llamado telefónico por parte del secuestrador a la familia de la novia. Simplemente les comunica que secuestró a su hija. En este caso, hay dos opciones: o asienten, o piden algún dinero en modo de compensación. Lo lógico sería pensar que los padres de la novia van a llamar a la policía, montar un escándalo y pedir a gritos el retorno de su niña querida, pero eso no pasa. Posiblemente porque el padre también secuestró a su esposa y su hija es solo un escalón más en la cadena.

Esa misma noche, la mujer secuestrada pasa la noche en casa de nuevo marido. Lo cierto es que a la mañana siguiente ella cuenta con la opción de escaparse y de regresar a su casa natal, pero muy pocas lo hacen. La lógica kirguisa supone que una mujer cuando es secuestrada pierde su dignidad, por lo tanto a esta mujer no le quedan muchas más opciones.

El rapto de la novia en Kirguistán a menudo incluye la violación. Incluso si dicha violación no ocurre, una vez que la mujer ha pasado retenida la noche (aunque sólo sea una noche), su virginidad es puesta en duda. Volver a la casa familiar es una deshonra, por lo tanto sólo le queda la soltería, la prostitución o el suicidio. Lamentablemente, en Kirguistán no tienen más opciones. El hombre sí, si pierde a su secuestrada sólo debe salir al día siguiente por otra candidata. Nada más y nada menos.

En pleno S. XXI estamos ante una práctica que no conocé el paso del tiempo. Una costumbre milenaria que comenzó entre clanes rivales. Quienes robaban y forzaban a las mujeres de otros clanes a ser parte del clan propio. Una costumbre que sigue a la orden del día. Especialmente en las zonas rurales de Kirguistán, donde los jóvenes consideran al rapto de novias como una forma socialmente aceptable de conseguir una esposa.

Si bien es cierto que muchas ONG’s están trabajando en el país, creando consciencia social y abriendo refugios para recibir a las mujeres que se niegan a aceptar a sus maridos secuestrados pero que no tienen ya a donde volver, seguimos ante una práctica que vuelve a evidenciar que la cultura pesa mucho más que la razón.

Intento imaginar cómo hubiese sido mi vida si hubiese nacido en Kirguistán. Si un buen hijo de vecino hubiese venido con su auto, su caballo o su moto y me hubiese secuestrado. Intento imaginar la presión de tener que decir que sí. Que acepto el secuestro contra mi voluntad. Pero no puedo, no puedo imaginarme compartiendo toda mi vida con un desconocido al que no puedo ni siquiera llegar a querer, pero que debo hacerlo ya que es el padre de mis hijes. Intento pero no puedo.

Mi viaje por Kirguistán me invitó a cuestionar mis propios privilegios. A menudo, me olvido de la suerte que tengo al haber nacido en esta parte del mapa.

2 Comentarios

  1. ¡Buen artículo!

    Como (casi) antropóloga, he leído un poco sobre esto. La verdad es que aún con la «visión desde fuera», es difícil de leer y de comprender que siga pasando.

    Dicho lo cual, por favor, echadle un vistazo al artículo. Tiene faltas de ortografía y algunas incoherencias (secuestrado vs secuestrador) que me han dificultado un poco la lectura.

    Gracias 🙂

  2. Hola Fridas.
    Mi nombre es Fátima Alejandra. Tengo 20 años. Soy maestra, feminista y revolucionaria. Estoy agradecida de leerlas todos los días, me han enseñado sobre relaciones, historia, arte, entre otras cosas. Tengo varios artículos sobre educación y sexualidad. Quisiera escribir para ustedes, les dejo mi mail: [email protected]

    Desde ya estoy a su disposición. Muchas gracias por abrirme los ojos.

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