Porque fueron, somos

Elo reivindica y recuerda a esas miles de mujeres que lucharon por defender la libertad y sufrieron todo tipo de violencias por ello.

 

Ilustración: Blanca

Cierra los ojos. Imagínate vivir con miedo. Que una noche llamen a la puerta de tu casa y saquen de ella a golpes a tu padre, a tu hermano, a tu marido, a tu hijo. Imagínate que te quedas sola y señalada por todes les habitantes de un pueblo. Imagínate que te pasean desnuda por sus calles para humillarte. Imagínate que te rapan el pelo, que te hacen besar una bandera que no sientes tuya, que tienes que alzar el brazo cara al sol para evitar que te den una paliza.

Imagínate que te meten en una cárcel en la que sólo hay frío, miseria, hambre y mierda. Imagínate que te acusan de delitos que no son tales ante un consejo de guerra, que te condenan a muerte. Imagínate que te sacan de tu celda en una gélida madrugada y que te matan como a un perro contra una tapia de la prisión. Imagínate que te entierran en una cuneta y que ochenta años más tarde tu familia aún no sabe dónde estás.

Muchas mujeres españolas no tienen que imaginarse nada de esto porque lo sufrieron a principios de este siglo. Y lo peor de todo es que muchas de ellas siguen, casi un siglo después, en el anonimato. Conocemos algunas historias como la de las Trece Rosas; pero muchas otras mujeres que defendieron la dignidad y la democracia han caído en el olvido.

A pesar de todos los fallos que la República pudiera tener (como cualquier sistema político), con su llegada las mujeres disfrutaron de la aparición de cierta apertura en la sociedad. Por ejemplo, pudieron votar por primera vez y durante la contienda estuvieron en el frente de batalla. Obviamente no podemos pensar que la situación de las mujeres fuera idílica en aquellos tiempos; pero es innegable que la represión que vino después iba a teñir de oscuridad las vidas de muchas mujeres en España.

Las mujeres en la dictadura de Franco veían sus libertades totalmente coartadas. No sólo se ejerció contra ellas una violencia física cruel y salvaje, sino que el sistema en sí tenía en sus raíces más profundas la semilla podrida de una gran violencia estructural contra la mujer. Éramos entonces consideradas como menores de edad o personas que no tenían uso de razón; ya que necesitábamos que un hombre respondiera por nosotras en todos los aspectos de la vida.

Vuelve a cerrar los ojos. Imagínate no poder salir del país si no es acompañada de tu padre, tutor o marido o, al menos, sin una autorización suya. Imagínate no poder comprar una casa ni firmar un alquiler. Imagínate no poder firmar un contrato de trabajo si no te lo permite, de nuevo, tu padre, tutor o marido. Imagínate que el hombre al que perteneces según la ley no te concede permiso para viajar ni trabajar. Imagínate que puedan detenerte por llevar una falda demasiado corta o por darte un beso demasiado largo con tu novio en la calle. Imagínate no poder expresar tus ideas políticas o tu orientación sexual.

Seguro que prefieres no seguir imaginando.

Aunque aún queda mucho por recorrer, hace no tantos años una mujer en este país dependía de la actitud y la mentalidad de los hombres que la rodeaban. Si una iba a caer en una familia cuyos hombres eran abiertos o se casaba con un hombre con un mínimo de decencia, podía capear el temporal. Otras muchas no fueron tan afortunadas.

Si ni siquiera estos derechos elementales eran respetados, no quiero imaginar lo que sería en otras materias. No existen cifras de violencia de género en aquellos años e incluso era algo que estaba muy normalizado. Si se pudieran hacer estadísticas, estoy segura de que serían escalofriantes (ya lo son hoy en día, así que pensad en cómo podrían ser entonces que no había apenas concienciación sobre este mal endémico de nuestra sociedad).

Las mujeres de hace cuarenta, cincuenta o sesenta años vivieron en una España que lanzaba toda su violencia hacia ellas simplemente por tener una ideología, por exigir sus derechos, por querer vivir con dignidad. No podemos olvidar a todas esas luchadoras que fueron abriendo el camino para que mujeres como yo podamos estar, por ejemplo, escribiendo estas líneas.

Cierra los ojos. Piensa en ellas, en todas ellas; en las que salieron adelante, en las que se dejaron la vida en el camino, en las que aún siguen en cunetas por defender la libertad. Aprieta los puños. Suelta una lágrima y recita en un susurro: porque fueron, somos. Porque somos, serán.

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