Sentirse deprimida es una de las peores sensaciones que se pueden tener. Es la muerte en vida. Pero siempre, siempre, se puede renacer.
Te sientes deprimida y no puedes sentir nada más. Sólo su dolor, su punzada, su hundimiento.
Crees que eres tú lo que te dice. Te dice que ya no eres nada, que estás vacía, que no sientes ni sentirás. Te dice que no tienes fuerza y que no vas a salir, que nunca le encontrarás «el qué» a nada. Nunca sabrás ver la gracia a la vida. Porque no la tiene.
Pero es mentira. Tú sientes. Puedes sentir. Sólo estás nublada. Sólo estás en ese estado, te sientes fuertemente así pero recuerda: no eres tú. Sólo es es la depresión. Que habla fuerte, que grita, que te anula. Pero no eres tú.
En depresión te sientes como en muerte. Pero tú eres vida. Que no te engañe. Que no te seduzca su embrujo, sus fuertes sensaciones. Es lo que eres: vida. No te engañes ni siquiera tú. Que no te engañen tus emociones.
Ten paciencia, poco a poco se sale. No es un proceso fácil (¿qué proceso importante lo es?). No será tampoco rápido. Un pasito después de otro. Volviendo a ver la luz. Días buenos, días menos buenos… Pero días que suman para volver a sentir. No te castigues por sentirte así. Recuerda: es sólo un estado. Y saldrás. Lo harás.
Estás en el fondo del pozo. No quieres estar ahí, lo sé. Nadie quiere estar ahí. Pero piensa en tu fuerza, en la fuerza que esto te dará. La fuerza que sólo puede dar haber tocado fondo. En lo que brilla la gente que lo pasa mal y sale (que serás también tú). En la fuerza que ya tienes. Lo que disfrutarás lo bueno. Lo mucho que te conocerás porque sabes de algo que no todo el mundo sabe: cuánto se puede llegar a sufrir. Cuánto dolor se puede llegar a sentir.
Piensa que si ésta es la intensidad con lo que vives este momento malo, ¿cómo será cuando sientas lo bueno? Como mil explosiones, como cuatro big-bangs.
Pero sobre todo mantente firme. Cree en ti. Tienes que saber que puedes salir. Y que saldrás, no pierdas la esperanza. No dejes que escape ese atisbo de esperanza que la depresión puede hacerte llegar a pensar que no existe. Porque existe. Está ahí, en la luz que es tu presencia. En el amor que te tienen. En el amor que te tienes. Porque sí, lo tienes aunque no lo veas. De verdad, está ahí.
Sentirse deprimida nos puede engañar con respecto a lo que sentimos por nosotras y por los demás porque todo lo tiñe de gris. Te dice: estas sensaciones es quien eres. Estas sensaciones son y serán. Pero no es cierto. La depresión no eres tú ni es permanente. Recuérdalo a cada paso: no eres tú, es un estado. Y como todo los estados, pasa.
Créelo. Créete. Pasará.
Valora cada pequeño paso, busca ayuda, apóyate en quien te quiere. Usa todas esas muletas como fuerza. Como trampolín. Y fíjate en este objeto: el trampolín. ¿Cómo consigue llegar a su máximo de altura? Estando en lo más bajo antes. Esto funciona igual, tú eres como ese trampolín. Tienes ese poder. No te vas a quedar anclada. No eres un objeto de titanio que cueste moldear. Eres piel, sangre y emociones en constante movimiento, en constante cambio.
Tampoco luches en contra de las emociones que surjan. Dale espacio a estas sensaciones, libéralas. Duele, sí. Pero si no le das espacio seguirán apretando. No luches contra el malestar. Déjalo estar, acéptalo. Sólo aceptándolo podrá pasar. Sólo aceptándolo podrás caminar a través de él. Sólo aceptándolo evitarás castigarte por sentirte así. No te castigues, no te critiques por estar mal. No eres un bicho raro. No hay nada roto en ti. No eres defectuosa. Pasas por un mal momento pero como todo en esta vida, repito: pasará.
Puedes volver a renacer. Esto es de lo que no tienes que dudar. Por mucho que te cueste verlo. Por mucho que no lo creas ni lo sientas. Lo harás aunque sientas que no vas a poder.
Pero puedes. Tu potencialidad es infinitamente mayor a lo que ves y lo que sientes ahora. Es algo que siempre se puede, sin duda: renacer.
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Como las nubes: esto también pasará