Mujeres de película

¿Ser mujer hace que las directoras hagan un cine con perspectiva de género? Elo nos muestra algunos ejemplos para reflexionar.


Mirada violeta
Ilustración: Amanda


Supongo que no añado ninguna información nueva si digo que la mayoría de las películas están hechas por y para la mirada masculina. Sí, como la pintura, la escultura, la fotografía y prácticamente todas las manifestaciones artísticas. Obviamente, como en todo, hay honrosas excepciones y podemos encontrar representaciones no hegemónicas que huyen del sexismo imperante en el arte. En general podemos también pensar que las mujeres aportan una visión diferente en el mundo del cine; pero ser mujer no quiere decir que automáticamente las directoras elijan una visión feminista.

Laura Mulvey, una teórica de cine británica, sostiene que hay tres miradas masculinas en el cine: la de la cámara, la de los personajes masculinos de la narración y la del propio espectador. Es decir; el director de la película utiliza la cámara para enseñarnos cómo mirar; los personajes masculinos dentro de la película también tienen una visión patriarcal y, en última instancia, la mirada no feminista del público, al que en general no le chirrían los comportamientos, planos o argumentos de las historias que ve mientras come palomitas.

Pero, ¿qué pasa cuando una persona se pone las gafas violetas y empieza a pensar que quizá aquello que esta viendo no es lo natural sino lo que le han enseñado que es natural? Pues en ese momento algo hace click en nuestro interior y no podemos dejar de ver lo machistas que son muchas de las películas que hemos visto a lo largo de nuestras vidas. La mujer es representada como el objeto de deseo de la mirada masculina, es un sujeto pasivo, una mera comparsa del hombre. Es la damisela en apuros del western, la chica aterrorizada a la que el héroe salva en el thriller, la princesa rescatada por el príncipe, el ama de casa solícita, la malvada adúltera, la madre abnegada, el estorbo en las películas de aventuras, el pecado para el hombre recto… Es un sujeto pasivo que recibe un castigo por ser mala o el perdón por haberse redimido de sus pecados. Y no, no tenemos que viajar en el tiempo; podemos verlo en nuestra pantalla de cine más cercana.

Desde Lo que el viento se llevó hasta El diario de Bridget Jones podemos ver personajes femeninos cuyas motivaciones son los hombres y el dinero. La diferencia es que, si en los años cuarenta se hacía sin ningún tipo de disimulo, en la época actual nos venden películas como Sexo en Nueva York como si fueran el paradigma de la modernidad, el feminismo y el progresismo cuando, en realidad, esconden un terrible mensaje. Al final los personajes siguen quedando para hablar de hombres y su fin es encontrar un buen marido. Lo más sangrante es que, si bien antaño estas películas eran siempre dirigidas por hombres, en la actualidad las mujeres se suben al carro de la dirección para perpetuar la mirada hegemónica masculina (la mencionada El diario de Bridget Jones está dirigida por una mujer que, a su vez, se basó en una novela escrita por otra mujer).

El famoso test de Bechdel, que proviene de un cómic de 1985 de Alice Bechdel, es indicativo de la poca (y mala) presencia de las mujeres en el cine. Para pasar el test, la película debe incluir al menos a dos personajes femeninos; que hablen entre sí y de algo que no sean hombres. Es cierto que esto no asegura que la película vaya a ser feminista; pero al menos nos da una idea del porcentaje de mujeres que aparece en el cine y de cuál es su papel. Es muy sorprendente la cantidad de películas importantísimas en la historia del cine que no pasan este test. Para muestra, un botón de la mano de Anita Sarkeesian.

Como mujer y feminista he dejado de disfrutar de muchas películas que hace unos años hubiera aplaudido entusiasmada. Por ejemplo, no pude empatizar con el protagonista de Drive porque me daba la impresión de que era un tío duro y eficiente que empieza a tener problemas porque una mujer se cruza en su camino. Y, ya se sabe, juntarse con mujeres sólo trae problemas (Modo ironía: on). Y, como cinéfila que me considero, me duele en el alma; pero he empezado a ver con otros ojos algunas de mis películas favoritas. Entre ellas puedo citar American Beauty, que a pesar de sus maravillosas interpretaciones ahora me parece que ofrece unos personajes femeninos muy planos: la mujer histérica, controladora y maniática de la limpieza; la Lolita seductora, la fea-guapa que sale de su cascarón. Por desgracia, más de lo mismo.

Podría continuar también con el escándalo que suponen las mujeres directoras olvidadas. En mi carrera universitaria, Comunicación Audiovisual, con multitud de asignaturas sobre historia del cine, no estudié A NINGUNA MUJER DIRECTORA. Ni una, en cinco años de carrera. Sí vimos algunas películas dirigidas por mujeres; pero nunca nos paramos a estudiarlas a ellas como creadoras. Y no hablemos ya de guionistas o técnicas; directamente inexistentes. Pero qué puedo esperar si la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos tardó 82 entregas en concederle el premio a la mejor dirección a una mujer (Kathryn Bigelow por The Hurt Locker). Como en todos los aspectos de nuestra sociedad, seguimos en la lucha.

No me gustaría terminar este texto sin mencionar a mujeres que sí han realizado películas con una visión de género; como Icíar Bollaín con Te doy mis ojos, Isabel Coixet con Mi vida sin mí o Vera Chytilová con Las Margaritas, por citar algunos ejemplos. Y, por supuesto, aquellas películas que, aun siendo dirigidas por hombres, nos muestran otra visión del mundo, las mujeres y sus relaciones como ocurre en Las Horas, 80 Egunean, Solas o Tomates Verdes Fritos. Estas son mis recomendaciones, Fridas; ¿y las vuestras? 🙂 

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