Feminazis enfadadas

Somos mujeres y no por eso tenemos que estar siempre con una sonrisa. Somos mujeres y podemos estar serias. Mónica reivindica esta nefasta relación estereotipada entre regla, malhumor y princesas Disney.


Ilustración: Caribay


Por las facciones de mi cara, o por la expresión de mi mirada, o por lo que sea, ha sido algo recurrente estar, por ejemplo, sola en un lugar esperando a alguien y que ese alguien venga con cuidado pensando que yo estaba de mal humor. A ver, estoy sola en la calle, tranquilamente, esperando; ¿tengo que estar con la sonrisa en la boca, con ojos risueños y cabecita ladeada pensando en unicornios y arcoiris? Al principio me molestaba mucho ese imperativo social, ese rechazo a una cara femenina seria; ahora, tras sentir durante años el peso de este mandato cultural, abrazo mi seriedad -incluso mi mal humor, ¿por qué no?- y los reivindico por las razones que vendrán a continuación.

En este artículo me gustaría darle vueltas a cómo se distorsiona el sentir de las mujeres (biomujeres que nos identificamos con el género femenino; para acortar, utilizaré simplemente “mujeres”) si adoptamos posturas serias. Cuando hablamos con seriedad se relaciona directamente con el mal humor. Si defendemos en público nuestra postura sobre algún tema con seriedad se nos tacha de violentas, de bordes, de amargadas, de malfolladas (!).

Por ejemplo, ¿cuántas veces habéis tenido que aguantar que os pregunten si tenéis la regla? Es innegable que algunas (¡sólo algunas!) tienen fluctuaciones de su humor cuando les va a venir o les ha venido ya la regla; pero esto cambia de cuerpo a cuerpo, e incluso una misma persona no vive su regla de igual manera a lo largo de su vida. Conectar nuestra seriedad, o incluso nuestro mal humor, con nuestra menstruación es misógino y reduccionista. Históricamente se ha reducido el género femenino a la biología de los cuerpos de las mujeres: somos carnales, irracionales, pasionales, hormonadas, dominadas por nuestros más bajos instintos.

Ya Simone de Beauvoir en la Introducción a El segundo sexo (publicado en 1949) prevenía contra este reduccionismo absurdo y, además, añadía algo interesante: a los hombres se les olvida que ellos también tienen biología; también tienen un cuerpo inundado con hormonas, fluidos, con carne que siente y que demanda ciertas atenciones. La bióloga feminista Anne Fausto-Sterling, en Cuerpos sexuados, dedica páginas a desmontar el mito de las hormonas sexuales y su relación con nuestro comportamiento que, ella considera, está mediado culturalmente. Los hombres también tienen ciclos de testosterona (diarios y estacionales, al menos) y nadie se acerca a un tío malhumorado y le dice: “¿Qué pasa, que estás ahí en todo el pico de las hormonas o qué?”.

A las mujeres se nos exige que seamos dulces, amables, cuidadoras, cariñosas. No hay lugar para una sonrisa horizontal que exprese seriedad, ni para palabras duras que expresen nuestras opiniones. Si actuamos así, nos salimos del estereotipo de princesas Disney que han diseñado para nosotras, mujeres occidentales, y eso provoca reacciones en contra que tratan de devolvernos al redil. Esto me recuerda a un precioso poema de Rafeef Ziadah llamado Shades of anger, en el que ella dice: “Soy una mujer árabe de color, y venimos en todos los tonos de la ira. Así que, quién es esa mujer morena gritando en una manifestación. Lo siento, ¿no debería gritar? ¿Olvidé ser uno de vuestros sueños orientales? Genio de la botella, bailarina del vientre, chica de harén, con voz suave, mujer árabe. Sí, amo; no, amo”. El poema entero es una maravilla, os recomiendo que lo veáis hasta el final.

Además, si somos feministas y hablamos públicamente sobre nuestras opiniones (en realidad, del tema que sea), lo que faltaba… En estos contextos políticos, o al hablar simplemente de nuestras opiniones en voz alta, muchas de nosotras sentimos la necesidad, en ocasiones, de suavizar nuestro discurso con alguna sonrisa o mirada cómplice; otras, en cambio, reivindicamos que nuestra seriedad, incluso nuestro mal humor, están más que justificados. ¿Cómo no vamos a estar enfadadas cuando nos están matando, violando, maltratando?

En el documental Women Art Revolution podemos ver cómo artistas feministas reivindicaban su ira tras, por ejemplo, la cantidad de violaciones denunciadas en cortos periodos de tiempo. A este respecto, Suzanne Lacy hizo Three Weeks in May, una obra de arte y de activismo interesante: durante tres semanas estuvo en contacto con las autoridades para conocer los casos denunciados de violación, y ponía un sello con la palabra “RAPE (violación)” en el punto del mapa donde había ocurrido. Al final de las tres semanas, el mapa estaba rojo. Pero supongo que tenemos que mirar esta obra de arte con una sonrisa en la cara.

Por otra parte, podemos observar, en este documental y al mirar un poquito a la historia del feminismo, cómo este encasillamiento de las mujeres feministas en su mal humor responde a una estrategia del heteropatriarcado para vender cierta imagen negativa del movimiento feminista. Se trata de vender la figura de las mujeres feministas como histéricas, agresivas, amargadas, y se consideran estos atributos de manera peyorativa: una mujer no puede tener estas características y estar contenta, o ser socialmente aceptada de agrado. Feminazis, se nos llama últimamente, ¡ja! Se manda así también un mensaje al resto de la sociedad: no te acerques a esa mujer que grita tanto, que se enfada tanto, que habla tanto en voz alta sobre sus derechos, porque es una histérica, una amargada que te va a hacer la vida imposible. Pues a ti en concreto, que lees esto, no sé si te vamos a hacer la vida imposible, pero a tus privilegios masculinos y heterosexistas ten por seguro que sí. Como decía Ziadah al final de su poema: “Beware, beware, my anger”.

Muchas reinvidicamos que sí, que estamos enfadadas, y con razón. Es una forma de confrontar directamente los estereotipos establecidos sobre la feminidad y de abrazar aquello por lo que se nos critica. Sí, estamos de mal humor, de muy mal humor; estamos amargadas, hartas, cansadas, hastiadas de que milenariamente se nos haya tratado como una mierda. No somos pasivas, no nos vamos a dejar pisotear más; y estamos muy serias, estamos muy convencidas de que no podemos expresar con la no-sonrisa de nuestras caras ni la mitad de la seriedad que este tema requiere. Llámanos histéricas, bordes, violentas. Nuestra ira es milenaria y en los colmillos que mostramos intuirás el hartazgo de generaciones y generaciones de mujeres oprimidas. Sí, somos unas brujas enfadadas, unas demonias que te fulminan con la mirada, machista de mierda, y no vamos a suavizar nuestro discurso con sonrisitas profident, porque estamos hasta el coño de que se nos trate de calmar.

 

9 Comentarios

  1. Claudia Etche

    Excelente artículo, chicas, totalmente de acuerdo con el análisis político que hacen («político» en el sentido más profundo del término, obvio).

  2. Unas genias locas! Me siento tremendamente identificada en esta historia! Desde chica tengo cara de getona y me toman por seria y malhumorada; particularmente en un debate! Creo que es una pena tanta sonrisa de barby entre las chicas y los varones! Ojo que algunos también fueron educados para complacer a la sociedad y especialmente a sus progenitores…hay que darle rienda a la vida!! Cuando si no vamos a andar por ahí con la cara que se nos antoje! Pero si no es delito!

  3. Lorena Maldonado

    Muy buen artículo, realmente ha reflejado muy bien la realidad de la sociedad «avanzada» en la que vivimos, desafortunadamente, se hace más énfasis en la respuesta de los hombres hacia las mujeres feministas que en la respuesta que tenemos las mujeres hacia otras mujeres, estoy estudiando en una escuela donde solo asisten mujeres, y diariamente me veo afectada por los comentarios de mis compañeras respecto a mi «mal humor», los estereotipos de «niña Disney» o «maestra toda sonrisas» ha marcado mi vida como normalista. De verdad que es muy triste saber que entre nosotras no existe ese respeto que tanto exigimos de los hombres; pero que sobre todo nos dejamos llevar por esos estereotipos perdiendo el sentido del autorespeto, la dignidad y nuestra escencia como mujeres.

  4. Laura Arriagada Contreras

    Muy bueno el artículo, la verdad es que estoy hastiada de tanto machismo y sexismo,y de que la gente sólo se quede callada. La otra vez hiba en una micro dirigiéndome a mi casa, hiba parada ya que el bus hiba lleno, cuando de repente sentí algo que me pasaba a llevar la pierna por detrás, no le hice caso y seguí con mis pensamientos, hasta que la cosa siguió y mire hacia atrás y había un tipo, seguí pensando hasta que de nuevo sentí la misma cosa, mire de nuevo hacia atrás y me di cuenta de que ese maricon de mierda me estaba punteando, si, eso, punteando, me sentí atroz, quería llorar, gritar, me corrí para el lado, aguantándome las ganas de hacer algo y gritándole en mi cabeza al tipo miles de cosas. Por suerte alguien se bajo y me pude sentar, cuando veo que este tipo me miraba y como que se reía, y yo tan sólo miraba hacia otro lado, me sentía impotente. Luego este tipo se gana frente al lado de un asiento donde estaba una niña joven y al desgraciado se le para su «cosa» y empieza como a asomarselo casi a la cara, en ese momento colapse y le pegue una patada y le grite algo como esto: ¡Que te pasa enfermo!, por suerte se corrió para el otro lado. La gente del bus… callada, sin decir nada, ni siquiera preguntaron porque le había gritado, y lo peor es que la niña tampoco hizo nada. Me baje enojada, pero por lo menos sentí que alce la voz, mínimamente, pero algo hice, esperooo…
    Mi sueño es que en esta «suciedad» pueda algún día existir la igualdad de derechos para todos, sin importar sexo, orientación sexual, gustos, etc
    Eso, sólo quería desahogarme, ya que no sabía a quien contarle.

  5. Me empiezo a aceptar como histérica, cabreada, amargada y rabiosa… y con este artículo más aún, gracias

  6. Pamela Cota

    historia de mi vida. -» Hola mi nombre es Pamela y soy una amargada, muy dañada por la vida, ademas mi cara así es solo porque estoy pensando algo negativo» , haha buen articulo. Gracias.

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