Go vegan! ¡Hazte veganx! I

Este mes en el que hablamos de alimentación, Mónica comparte con nosotrxs las opiniones de su círculo de personas veganas. En las siguientes líneas sabremos sus impresiones, vivencias y opiniones sobre la lucha «por un mundo más libre y más igualitario».


Ilustración: Daniela


En abril ya escribí aquí sobre veganismo. Este mes quería tratar de mostrar más opiniones acerca del tema y lancé la propuesta a mi (afortunadamente amplio) círculo de gente vegana. Este artículo en dos partes son las voces de personas que no permanecen impasibles ante el sufrimiento de lxs otrxs, voces de gente que lucha por un mundo más libre y más igualitario.

Virginia

Para mí el veganismo es lo mínimo que podemos hacer por el resto de animales, una vez nos sacudimos de encima la arrogancia y nos damos cuenta de que tienen el mismo derecho que lxs animales humanxs de disfrutar de una vida en libertad.

Me hice vegana porque, tras tres años de ovo-lacto-vegetarianismo, la cantidad de información que iba acumulando sobre la industria láctea y la producción de huevos hicieron que no pudiera seguir ignorando el sufrimiento que eso causaba. Tuve un cierto miedo, como, creo, casi todas las personas que dan el paso; miedo de que me faltara B12, -ya que por la «falta de proteínas» ya había pasado durante mi etapa anterior-, pero también a cómo iba a compaginarlo con mi vida social, laboral, familiar… Si con ser «vegetariana» ya era la rara en todas las comidas fuera de casa… Pero una vez que haces la conexión en tu cabeza, no hay -afortunadamente- marcha atrás. Y un día en mi casa dejaron de entrar alimentos derivados de la explotación animal. Volví a tener que leer las etiquetas de todo, a buscar nuevas recetas, alternativas, sucedáneos… pero también descubrí otros alimentos como el tofu, el seitán, la soja texturizada, un montón de tipos nuevos de semillas, los «quesos» de frutos secos, el agar-agar …

Los cambios no habían terminado: tocaba buscar sustitutos para todos los productos de limpieza de la casa y cuidado personal que llevan derivados de la explotación animal o han sido testados en animales. Esto es bastante más complicado y desesperante que la comida, hasta que das con los adecuados y te haces la persona más fiel a su marca que hayan tenido; pero como no se hace en sociedad (al contrario que comer), al menos no hay que dar constantemente explicaciones.

Con el veganismo vino la obsesión por leer las etiquetas; las infinitas búsquedas en internet para saber si éste o aquél producto son aptos para veganes (y el ininterrumpido flujo de cosas que nunca hubieras pensado que están hechas a costa de sufrimiento animal, pero lo están, como tinta de tatuaje o recubrimiento de ruedas de bicicleta); el preguntar a todo el mundo «¿y esto qué lleva?» cada vez que te ofrecen comida o, directamente, rechazarla por sistema cuando los ingredientes no se ven a simple vista; dudar sobre qué hacer con la ropa de cuero o de lana -¿me la sigo poniendo? Y si no, ¿la tiro? ¿la entierro en el fondo de un armario? ¿la regalo? ¿la vendo?-, y cómo reemplazarla; las conversaciones repetitivas, surrealistas y desesperantes sobre por qué eres vegane, sobre de dónde obtienes la proteína y cómo el mundo libre se iría a la porra si todos fueran como tú; la constante necesidad de llevar comida a todas partes en las que vayas a pasar más de unas horas, por si tienes hambre y no hay nada que puedas comer…

Pero el veganismo también me trajo la inmensa alegría que da vivir cada día, aunque sólo sea un poquito, en el mundo que me gustaría vivir: un mundo en el que lxs demás animales no sean recursos, sino individuos libres y respetadxs. De saber que en mi nombre no se esclaviza, no se tortura, y no se mata; y también de que mi sola existencia contribuye a cuestionar el especismo y, en algunas ocasiones maravillosas, a inspirar a otras personas a seguir mi camino. Y trajo consigo la complicidad instantánea con cualquier vegane, dondequiera que nuestros caminos se crucen, necesaria y maravillosa en un mundo bastante hostil en muchos casos, y que puede ser  el principio de amistades inesperadas y enriquecedoras.

Sólo llevo un año siendo vegana, y he tenido experiencias de todo tipo: buenas, malas, horribles, surrealistas… pero también he contribuido (o eso creo) a que al menos 1 persona se haga vegana, y otras tres estén en transición.

En definitiva, para mí, el veganismo es justicia, y es felicidad. Las pequeñas incomodidades que nos genera a nivel social se ven compensadas con creces por el sufrimiento que evitamos a nuestros semejantes.

Enrique Medina

Cuando Mónica me pidió unas líneas sobre «¿qué es para ti el veganismo y qué te motiva para ser veganx?», pensé en explicar por qué cada día estaba más convencido del camino que seguía y la decisión que tomé. Para ello, pensé en ilustrar mis palabras con dos casos que había visto de cerca.

El primero era la historia de una oveja, Sonia, que la industria ya consideraba inservible. Fue abandonada a morir por un pastor en medio del monte mientras los gusanos le comían y necrosaban sus músculos, su vagina, su útero, riñones, ano… mientras aún le quedaba un hilo de vida, todo producto de una herida que nunca nadie se preocupó en curar. Una historia de cómo lxs responsables de Wings of Heart y más gente intentaron por todos los medios salvarla para que pudiera disfrutar de sus últimos años de vida de manera digna y feliz, y cómo no pudo aguantar su cuerpo semejante dolor. Unas imágenes duras e impactantes pero que buscarían la empatía de lxs lectorxs, desagradable pero real. Aquí podéis conocer a Sonia.

Mi segunda opción era la historia de tres cerdos encontrados deshidratados y quemándose al sol dentro de una acequia por unas compañeras. Habían llegado allí a consecuencia de la gran crecida del Ebro, que anegó campos y granjas condenando a más de 10.000 animales a una muerte agónica. Una historia de cómo dos de ellos consiguieron sobrevivir gracias a la contribución desinteresada de un gran número de personas. Ramón y Guillem viven ahora felices en un santuario de animales rescatados llamado Santuario Gaia. Aquí podéis ver a Ramón y Guillem corriendo.

Pero algo ha ocurrido esta mañana en la que me sentaba a escribir. En una de las vías principales de un pueblo cercano a Zaragoza (con gran tránsito de coches y personas) he visto a una gata tratando de mover el cuerpo de un cachorro en medio de la calzada. He parado a comprobar si estaba vivo, y en qué estado se encontraba. Al no ver reacción a estímulos, pero ninguna herida externa, lo he cogido y llevado a la acera para tratar de reanimarlo o hacer lo posible para llevarlo al veterinario, ya que se le notaba un ligero latido, pero no ha sido posible… Al gatito se le ha apagado la vida… cuando he vuelto con una manta para meterlo en la furgoneta su cuerpo estaba completamente rígido.

Ésta es una historia más de un gatito atropellado. No la hubiera tenido en cuenta (para este texto) si no hubiera sido porque durante los 20 minutos que he tratado de reanimarlo, han pasado por la misma calle 3 camiones cargados de cerdxs directos al matadero (lo deduzco por el tamaño de lxs cerdxs). Es decir, en el momento en el que un gatito moría atropellado, por alguien que ni siquiera se paró a comprobar si lo había matado, tres camiones con aproximadamente 230 cerdxs cada uno -un total de unos 690 cerdxs más o menos-, se dirigían al matadero para ser asesinadxs para dar a nuestra sociedad sus vísceras, sus huesos, su cara, su corazón, su sangre…

Esto me ha hecho reflexionar sobre la cantidad de trabajo que nos queda para concienciar a la gente del sufrimiento y la muerte que genera nuestra forma de vivir. Si alguien no le ha dado importancia a la vida de un animal «doméstico» como un gatito, ¿cómo van a hacer la conexión de los cientos de cerdxs que se dirigían al matadero? Ver esto me hace estar cada día más convencido de la decisión que un día tomé: incluir en mi círculo de respeto, consideración y solidaridad a lxs animales no humanxs. Porque no es ético matarlxs, explotarlxs y esclavizarlxs; porque es necesario que consigamos cambiar nuestra relación con nuestro entorno, por justicia, porque tal vez «la victoria nunca llegará, pero a su suerte no les vamos a dejar» como dicen 1991 en su canción: Ángeles y demonios.

Haz la conexión de tu plato y sus consecuencias, da el paso. Es muy fácil ser veganx. Puedes ayudar a que en un futuro cambie nuestra relación con lxs animales y se acabe su esclavitud y su asesinato. Mientras tanto, podrás tratar de cambiar la situación de individuos concretos ayudando a santuarios que viven por y para que estxs refugiadxs provenientes de la industria del entretenimiento, cárnica, etc… tengan una vida digna y feliz. ¿Qué significa para mi el veganismo? Significa tratar de vivir mi vida acorde a unos principios de igualdad y solidaridad, sin discriminación de especie, género, condición sexual, lugar de nacimiento o raza.

¡Da el paso! ¡Hazte Veganx!

3 Comentarios

  1. Me he quedado con la curiosidad de qué ocurre con la ropa de cuero o de lana. A mi me da pena tirar lo que tengo y ando ahí, ahí…

  2. Muchas gracias por ambos textos!! vegetariana en transición a vegana — duele mucho ver a animales en el proceso de ir al matadero, no está bien. una vez entré a ver la fábrica donde se hace el despiece de la carne del animal y fue horrible, tuve que abandonar el tour y salí a llorar al parking.
    Ser vegano conlleva un mensaje de amor y compasión, para mi dice mucho de la persona

  3. Cráyola Permanente

    Mónica, eres muy buenx me encantan tus publicaciones.

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