Romper con el pasado

Todos los días tenemos una oportunidad para crear un futuro mejor, sea cual sea al que nosotrxs aspiremos. Al menos es lo que desde hace varios años me repito de manera incansable para dar mi mejor esfuerzo en el presente y disfrutar del hoy.


Ilustración: Patricia


Me gusta ser yo, descubrirme ha sido un viaje muy complicado de experiencias altamente divertidas y muchos temores superados. He aprendido por las malas que si quieres cambiar algo en el mundo, ese cambio debe comenzar por ti: aceptarte, quererte, dejar de intentar ser otra persona y comenzar a descubrir la maravillosa persona que ya eres.

Pero hay días donde mi «yo del pasado» se adueña de mi mente, y comienzan a invadirme algunos sentimientos de culpa y vergüenza que tanto luché por eliminar cuando transitaba por la etapa de la adolescencia. No sorprende saber que todxs tenemos una etapa de nuestra vida que no nos enorgullece del todo. En mi caso, como ya mencioné, fue la adolescencia. Y no fue porque haya llevado excesos de ningún tipo (y si así fuera, este no sería un motivo para sentirme avergonzada).

Me avergüenzo (un poco) de mis actitudes, mi personalidad y la manera en la que actué en muchas ocasiones; contrarias a mis creencias actuales. Pensaba horrores sobre las «consecuencias» de aceptar que a mí me gustaban las chicas y no los chicos, todo esto como consecuencia de las creencias (altamente exageradas y fuera de la realidad) inculcadas por la familia, la sociedad y la religión. Era tan callada e introvertida, porque no quería llamar la atención de una manera negativa, que prefería pasar inadvertida antes que establecer cualquier tipo de relación con alguien (me cerré al amor durante mucho tiempo).

Me importaba tanto ser aceptada por la sociedad que no me daba cuenta de que el rechazo más significativo (y el único importante) era el que yo misma me imponía. Me reía con las bromas (a veces malintencionadas) de mis compañerxs, sólo para sentir que yo pertenecía a un grupo y dejar de sentirme como «la chica rara». Desperdicié una de las etapas más bonitas de la vida de todo ser humano, sólo por estar pendiente del «qué dirán» de unos desconocidxs (a los que por cierto, no he vuelto a ver jamás en lo que va de mi vida).

Después de muchos libros de autoayuda y de una búsqueda intensiva de meditaciones y experiencias de vida con personas maravillosas, aprendí a gustarme a mí misma; a quererme y a darme una oportunidad para ser feliz sin depender de la opinión de otrxs. Me di la oportunidad de ser yo. No fue fácil, fue un proceso altamente doloroso. Hacerlo significó romper con creencias erróneamente inculcadas desde mi niñez, romper con prejuicios absurdos sobre lo que unx «debe» y «no debe» hacer para ser feliz.

Romper con el pasado es doloroso, complicado y provoca un cosquilleo en el estómago cuando pensamos en ello. Lo hermoso de este tipo de rupturas es que puedes conservar contigo todo lo bueno y dejar ir únicamente lo malo. Lo que no te gustó, lo que te hizo daño, lo que te lastimó.

Y al final, hay que darle las gracias a ese pasado (si es posible), porque gracias a él somos la persona fuerte y valiente que se enfrenta a la realidad con una sonrisa. Somos la que lucha antes de esconderse. Somos la que vence cualquier obstáculo que se le presenta porque ya ha salido victoriosa de batallas (quizá) más difíciles y tiene la confianza de que ganará.

Romper con lo malo es necesario, romper con un pasado doloroso nos ayuda a descubrir el maravilloso mañana que tenemos por delante.

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Karina Rodríguez (21), San Luis Potosí (México).
https://www.facebook.com/Cariskina.oficial/

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