Una aventura engorrosa

Nuestra coordinadora, Mines, está a punto de ser madre. El resto del equipo de Proyecto Kahlo le rendimos homenaje con este cuento en el que todas hemos puesto nuestro granito de arena.


Ilustración: Ninde


Frida y Mines eran las mejores amigas desde siempre. Vivían en un mundo grande y bonito, lleno de gente y animales diferentes. Era un lugar muy agradable, en cualquier rincón había alguien a quien conocer o alguna aventura que emprender. Pero algo raro ocurría en este mundo tan variado y feliz: estaba lleno de chicle rosa allá donde miraras.

El chicle estaba por todas partes: en sus casas, en sus colegios, en los trabajos… Frida y Mines no recordaban un tiempo en el que no hubiese sido así. Los parques y las carreteras eran esponjosas y dulces y casi todo el mundo sabía desenvolverse bien en ese entorno, ya que todo estaba pensado para ello. Mascar el chicle era fantástico, estirarlo, hacer pompas, jugar con él, pasar su receta de unos a otros… pero a veces se te atragantaba o una pompa estallaba en tu cara.

Aunque nadie conocía un lugar que no estuviese cubierto por el chicle rosa, a algunas personas les resultaba muy molesto, ya que esa capa pegajosa no les dejaba hacer todo lo que querían. Cada vez eran más quienes querían quitarse el chicle de encima, pero no eran tan fácil.

Un día, mientras Frida y Mines estaban jugando en el parque “Clorofila”, empezaron a investigar y a tocar el chicle que rodeaba toda la ciudad. De repente, se dieron cuenta de que el chicle era más fino de lo que imaginaban, que incluso se podría romper fácilmente. Aunque al principio se asustaron un poco, cuando se miraron se dieron cuenta de que querían saber qué había más allá de esa capa rosa.


Ilustración: Xiana


Empezaron a pensar qué pasaría si se atrevieran a romperlo, destrozarlo, partirlo. Mines miró a Frida y supo que ambas querían hacerlo, probar. Pero al mismo tiempo tenían miedo, porque ese chicle había estado siempre en sus vidas: las publicidades decían que era bueno y necesario, que era lo mejor y que nunca desaparecería. ¿Era cierto?

Frida encontró un pequeño punto por donde podía mirar al otro lado del chicle y notó enseguida que todo tenía miles de colores. Era imposible no querer despedazar trozo a trozo la goma rosa, que se hacía cada vez más finita a medida que se iba abriendo. Pero, cuando se rompía un trozo de chicle, alarmas estruendosas sonaban por todas partes anunciando el delito.

Mines y Frida corrieron. Corrieron mientras las demás personas las miraban como diciendo: “Esas chicas locas han roto el chicle”. La gente las señalaba con sus dedos acusadores. No sabían dónde esconderse y, además, era muy difícil correr encima del chicle: por unos lugares era pegajoso y por otros se resbalaban con las babas de la gente.

Unas sirenas sonaban detrás de ellas cada vez más cerca, con sus ruedas antichicles moviéndose a toda prisa. ¡Ya estaban a punto de pillarlas! Sin embargo, al doblar una esquina una voz les llamó desde una casa: “Venid, por aquí”. 

Una puerta entreabierta dejaba asomar una luz temblorosa dentro de la casa. “Daos prisa, no tardarán en llegar”, les apremiaba la voz. Sin dudarlo más, Mines tomó a Frida de la mano y entró rápidamente. Allí les recibió una mujer que llevaba una vela en la mano. “Acompañadme”, susurró. Mines y Frida seguían cogidas de la mano, muertas de miedo.

Al fin llegaron a una sala iluminada por decenas de velas. En ella se encontraban muchas mujeres y también algún hombre. La mujer que les abrió la puerta en primer lugar, se dirigió a ellas con una amplia sonrisa: “Enhorabuena”, les dijo. “Habéis descubierto que el chicle no es irrompible. Bienvenidas a nuestro club”.

Mines y Frida, desubicadas pero contentas, se sentaron en la sala llena de velas. En compañía de todas esas mujeres y algunos hombres, sintieron que estaban siendo invitadas a algo grande. Era un lugar que transmitía mucha fuerza, tanta como para romper el chicle de una vez por todas. La mujer que las invitó a entrar les contó: “Chicas, estáis en el club del desapego chicloso. Podemos romper el chicle y ser libres pero, para ello, es imprescindible que nos unamos y luchemos y bailemos juntas”.


Ilustración: Conchi


Y eso fue lo que hicieron. Todo empezó cuando una mujer mayor se quitó el abrigo. Frida y Mines no podían creer lo que veían… ¡Aquella mujer estaba hecha de colores y todos brillaban como el arcoiris! “Lo que necesitamos para destruir al chicle está aquí”, dijo señalando su frente. Mines y Frida repitieron su gesto y se miraron con la boca abierta, ¡sus cuerpos también eran del color del arcoiris! Entonces supieron lo que tenían que hacer.

Durante una semana Frida preparó con sus nuevas amigas, venidas de todas partes del mundo, pinturas fantásticas nunca antes vistas. Mientras, Mines escribió junto a otras compañeras palabras muy poderosas que les ayudarían a acabar con el chicle rosa.

“Hoy es el día”, dijo la anciana. “Al chicle rosa le gusta reírse de la naturaleza, pero lo hace porque tiene miedo de perder su poder pegajoso. Por eso, la naturaleza nos ayudará y mandará una tormenta en unas horas, ¡preparémonos!”. Había llegado el momento, todas salieron a la calle, con sus colores escondidos bajo las gabardinas, mientras los primeros rayos y truenos caían sobre la ciudad.

La felicidad se mezclaba con el miedo. Ese momento tan ansiado estaba llegando. En pocos minutos la lluvia sería más fuerte y el chicle comenzó a ablandarse. Frida temblaba “¿Y si algo sale mal? ¿Por qué hacer algo en pos de la libertad nos llena de temores?». Mines, cada tanto, miraba bajo su gabardina. Los colores seguían allí. El poder estaba dentro de ella.

La tierra se sacudió bajo un estrepitoso trueno. La anciana levantó la vista al cielo. El momento había llegado. Mines y Frida se toman fuerte de la mano y comienzan lentamente a desatar sus tapados. Miran de reojo. Son muchas.

De lejos suena un fuerte ruido. Parece música. El sonido es cada vez más fuerte. Debajo de los árboles, de entre las montañas y de la orilla del río salen las mujeres. Tapados grises que encubren colores. Tambores que suenan cada vez más fuerte.

Las primeras gotas de lluvia aparecieron, se hacían cada vez más fuertes y continuas, resbalaban por las mejillas de Mines y Frida que lloraban por la emoción contenida. La lluvia arrastraba el chicle rosa y la gama de colores que aparecía ante sus ojos era cada vez mayor. Algunas niñas y niños decidieron unirse al grupo, a pesar de las miradas acusadoras de otras muchas mujeres y no pocos hombres. El círculo de Mines y sus nuevas amigas era cada vez más grande, eran imparables, se ayudaban entre ellas.

“¡Mines, tienes chicle en el pelo, te ayudaré a quitarlo!”, gritaba Frida. “¡Y si no se puede quitar, me cortaré la melena, pero no más chicle rosa!”, respondía Mines. Todo tenía solución, nada ni nadie iba a pararlas ahora.


Ilustración: Qamila


Fue entonces cuando las nubes descargaron toda su furia de color encima de lxs allí reunidxs. Las personas que antes miraban con desprecio a Mines, Frida y sus compañerxs, de pronto, empezaron a unirse a ellxs. El chicle rosa se estaba deshaciendo, la pegajosidad se diluía entre los ríos de colores que se formaban por toda la ciudad.

Mines y Frida pensaban que lo habían conseguido, que la lluvia multicolor había podido con todo el chicle. Lo que no sabían era que algunas personas en sus casas, habían guardado botes de chicle rosa.

Esas personas eran numerosas y estaban más rabiosas que nunca, salieron a la calle con sus botes de chicle y empezaron a echarlo sobre todas las personas que se habían liberado de la capa rosa. El chicle de estos botes era aún más pegajoso que el primero y la lluvia colorida sólo conseguía hacerlo desaparecer con dificultad.

Mines empezó a perder su esperanza y su optimismo, con lágrimas en los ojos le dijo a Frida: “¡Nunca conseguiremos liberarnos de este chicle, ¡cuando unx cree que se acabó, siempre hay más!”. Pero Frida le contestó: “No te desesperes, amiga, ahora todxs saben que el chicle puede deshacerse y eso es lo más importante. Mira lo numerosxs que somos, vamos a volver a la casa escondida de la anciana para preparar un plan aún más fuerte. ¡Ningún chicle se nos resistirá!”


A nuestra coordinadora y amiga, Mines, por estar siempre ahí y por habernos unido de forma única a través de este maravilloso proyecto. Te queremos y estamos orgullosas de ti. ¡A por la gran aventura de la maternidad!

El equipo de PK

2 Comentarios

  1. Chicxs, no podría deciros exactamente cuántas veces he leído y releído el cuento… Cada vez encuentro algún detallito, algún guiño más que me hace enamorarme más de él.

    Pienso maquetarlo como un cuento e imprimirlo para que mi hijx lo manosee, lo observe, lo escuche mientras sigue las ilustraciones y acabe recitándolo de memoria como hacía yo con mis cuentos favoritos.

    Al margen de lo que signifique para mí a nivel personal (no hay palabras), el cuento es, como dice una compañera más arriba, una herramienta espectacular, en mi opinión, para trabajar la lucha por la igualdad de género en edades de primer ciclo de primaria.¡Sois magníficxs! Enhorabuena por esta gran obra de literatura educativa.

    Os quiero! <3

  2. Hermosísimo cuento! Gracias compañerxs. Lo utilizaré para trabajar la temática de diversidad y género con lxs niñxs y adolescentes con los que trabajo.

    Un abrazo

    Andrea

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