Las Madres de Plaza de Mayo: un pueblo las abraza

Las Madres de Plaza de Mayo son un ejemplo de resistencia. Sus hijxs siguen desaparecidxs y ellas aún lxs siguen buscando. La maternidad es, también, lucha.


Ilustración: Qam


Usualmente, en nuestro lenguaje cotidiano, los términos de madre y maternidad se vinculan con las ansias y las expectativas del embarazo, con la ilusión del nacimiento, la infancia y los cuidados que se deben asegurar desde el momento de la concepción, hasta la adultez. La idea actual de juventud como símbolo del éxito y la clasificación como «mejor etapa de la vida» dejan afuera un sinfín de realidades en las cuales la maternidad no desaparece cuando los jóvenes crecen y se independizan. Madre se es toda la vida ¿no? Es interesante pensar la maternidad como una experiencia trascendental en todo sentido, de entrega y de absoluto compromiso, de lucha por lxs hijxs, aún cuando ya son adultxs y han comenzado a andar un camino por su propia cuenta.

Es por todo esto que hoy dedicamos este artículo a uno de los ejemplos más bellos e históricamente reconocidos de lo que la maternidad implica: una búsqueda incansable, permanente y arriesgada contra el frío, el viento y la desolación pero inspiradora y transgresora. Hablamos de las Madres de Plaza de Mayo.

Para empezar estas líneas, debemos contar un poquito de historia. El 24 de marzo de 1976 comenzó en la Argentina una de las dictaduras más sangrientas del Cono Sur y con ella la censura, la represión, la persecución y la violencia se hicieron presentes en la mente, en la piel y en la carne de toda la sociedad. Para los militares que habían tomado el poder por asalto, había un enemigo escondido entre el pueblo argentino y ese enemigo era tan claro como difuso. Podía ser cualquiera; debía ser eliminado. Miles de personas comenzaron a ser detenidas, encarceladas y enviadas a centros clandestinos donde eran torturadas porque el poder las consideraba peligrosas. Nadie sabía dónde estaban, qué había sido de ellas o por qué se las habían llevado en la oscuridad de la noche o en la impunidad de la plena luz del día.

Cuando surgió el concepto de «desaparecidos» (aquellos que el poder de facto sustraía y de los que se negaba a dar información), surgió otro concepto mucho menos lúgubre, incluso inspirador y emocionante: el de las Madres de Plaza de Mayo. Las Madres de Plaza de Mayo empezaron siendo sólo madres (¡como si eso fuera poco!). Madres que sufrían una ausencia inexplicable, que tenían miedo pero que aún así salían a la calle a caminar, a no quedarse quietas, a golpear puertas y visitar despachos intentando recibir un dato, un indicio, una esperanza. «¿Dónde están nuestrxs hijxs?» decían, sin recibir casi respuesta. Paseos por todos los organismos gubernamentales, hipocresía y mentiras se convirtieron en una realidad cercana para ellas. Lentamente, se fueron encontrando unas a otras en los fríos pasillos, en las oficinas y en las salas de espera y entendieron que la tragedia era algo que a todas se les había cargado sobre los hombros. No entendían tal vez el porqué, pero esa incertidumbre era lo que las hacía seguir adelante.

Madres de Plaza de Mayo tiene una fecha oficial de nacimiento: el 30 de abril de 1977. Apenas un año después de iniciado el proceso dictatorial, a ellas sus hijos ya les faltaban. Fueron comprendiendo lentamente que convivirían de por vida con esa ausencia. Pero ninguna madre abandona la lucha y así fue que con la fuerza de algunas y la desesperación de otras, el reclamo se convirtió en algo que trascendería los tiempos y que las transformaría en ejemplo de lucha. Todos los jueves se reunirían, por decisión propia pero también por imposición de la realidad, en la Plaza de Mayo, vidriera de la escena social y política argentina. El objetivo sería hacer carne, exponer y visibilizar ese reclamo que nadie parecía reconocer. Colocaron en sus cabezas pañuelos blancos que se ataron por el cuello y que sirvieron para identificarse unas con otras. Esos pañuelos, hechos de tela de pañal, representaban en silencio el vínculo indestructible que existe entre un bebé y su madre. Los pañuelos son hoy en día uno de los símbolos más hermosos y emblemáticos del panteón histórico argentino. Las miradas tristes, vacías por la pérdida y aún entonces esperanzadas, las conectaron. Armaron un círculo e inauguraron las rondas que por exigencia del poder las obligaba a mantenerse caminando para escapar al estado de sitio reinante. Ese abril de 1977 las Madres de Plaza de Mayo dieron origen a su historia, aunque la misma ya había empezado mucho antes, cuando todavía no se habían dado cuenta. Emprendieron así un camino enrevesado, arduo y escarpado pero lleno de valentía que las transformó en otro tipo de madres. Fueron a partir de ese momento madres no sólo de sus hijos, fragmentos de sus vientres. Fueron desde entonces madres de todo un pueblo que evocaría en cada una de ellas una de las más grandes batallas de nuestra historia. Esa batalla tan agridulce que a muchas de ellas no les devolvería nunca a sus hijos, pero que les daría un pueblo entero para cuidar.

Las Madres de Plaza de Mayo son reconocidas internacionalmente por su coraje, por su fortaleza y su osadía. Son ejemplo de lo que una madre realmente es: alguien que nunca baja los brazos. Que nunca deja de ser madre. Y así, con esa esperanza e ilusión criaron a un pueblo entero bajo la noción de que al que una vio nacer jamás se olvida.

Si te interesa saber más sobre las Madres de Plaza de Mayo, puedes entrar a su página: Madres de Plaza de Mayo

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