TRABAJAR ENVILECE XI

Nuestra Frida no pasa un gran momento, llega el frío, la oscuridad y parece que no ve ninguna luz al final del túnel.


Ilustración: Estrella


 

Ya estaba bien de tanto calor, pero es que se está tan bien debajo del edredón que no quiero salir de aquí. Hoy no tengo tanto que hacer. La pila de ropa por planchar no me deja ver qué silla está debajo, pero eso puede esperar. Creo que aún me quedan dos camisetas monas y el vaquero negro, que me hace un culo horrible, pero es el que tengo. No pienso renunciar a la pizza, las tapas, el vino o el bocadillo de tortilla que me tomo con Laura para almorzar sólo por entrar en una talla menos. Por ahí sí que no paso.

Ayer terminé agotada después de todos los recados que me mandó Sonia. ¿Cómo puede ser tan petarda? Ya me parece una auténtica barbaridad que hayan contratado a esta pipiola para que les dé clase de inglés cuando yo estoy más que preparada para hacerlo, que para eso mis padres se han gastado dinerales para pagarme los estudios y yo he metido horas de trabajo y de esfuerzo para sacarlo adelante. Y tienen que coger a una de la calle para que haga lo que yo haría más que encantada. Y le tengo que hacer los deberes, manda narices. Para que ella no haga el ridículo delante de los demás Inlocalizables. Me cae fatal, por no pensar aún peor de ella.

Pobre cría, la viste igual que ella y sólo tiene siete años. Ya sé que los niñas de hoy en día sólo comen pechugas hormonadas de pollo, que disfrazan con el nombre de nuggets como si estuvieran comiendo en el macdonals todo el santo día. Que ven cualquier cosa en la tele, esas series del disney chanel que enseñan valores gringos que no son los nuestros y que chocan las manos en alto cuando están de acuerdo en algo. En fin, que se hacen mayores antes de tiempo porque sus padres trabajan y no pasan tiempo con ellas. Pero de ahí a que vaya a recogerla al colegio y me la encuentre con medias, minifalda, tacones y con bucles en el pelo que ella misma se hace con las planchas de su madre… No sé, no me parece… Al menos que me enseñe a hacérmelas porque a mí me quedan como los caracoles de Estrellita Castro. Um, wasap de mi hermanito, a ver qué tripa se le ha roto hoy. Como me pida otra vez el coche, lo lleva claro.

Aquí me hallo, sentada como una niña buena mientras la amiga más friki de mi hermano nos lee algunos poemas de su última publicación. Cuando me ha propuesto salir con él y sus amigos a liarla por ahí no me imaginaba a mí misma sentada en su casa rodeada de tanta gente con gafas bebiendo té verde, té rojo y menta poleo con sacarina. ¿Qué estoy haciendo aquí? Hermanito, ¿tú querías animarme? Madredelamorhermoso. No entiendo nada, esa chica tiene mucha vida interior, o exterior, no sé, pero no entiendo ni una palabra. Los demás aplauden, banda de pirados. Pues yo también. Aplaudo y asiento, como si me pareciera bueno… Voy al baño, un wasap rapidito a ver si Sara me saca de aquí.

Después de dos horas, ya me siento en mi salsa. Una barra de bar, musiquita alegre y una caña. Así sí, hermanito. Mírales a todos, qué distendidos, hace un rato parecía que les habían castigado a todos contra la pared y ahora risas y bailoteos. Qué majos, hay gente que no me han presentado todavía. Otra cañita y me presento. Mucha pareja, no es lo que más me apetece ver ahora, pero tendré que asumir que no formo parte de una. Padre de familia, menudo sinvergüenza. Ahí vienen Javier y Sergio, qué graciosos, me acuerdo de cuando entraban en casa y mamá les ponía el colacao de la merienda. Parece que fue ayer, y aquí estamos, quince años después y vienen a meterse conmigo y a tirarme de las trenzas. Están calvos, pero siguen siendo los mismos. Sara no va a venir, se ha echado un churri. Bueno, con estos dos, estoy en casa.

Las tres y cuarto. Creo que me dejaron en casa de día. Sí, puede ser; definitivamente sí porque tengo el sabor del cruasán del bar de Manu. Pero a Manu no lo recuerdo. Anoche me lo pasé genial, tengo que quedar más con mi hermano y sus amigos. La chica que leía poesía era una cachonda integral. No veo cómo escribe cosas tan tristes y tan sesudas y a la vez conoce los chistes más verdes y más soeces del mundo. Su novia, otra que tal, bailando con ella estuve durante horas, y muriéndome de risa.

Por lo visto no se ha acabado el mundo. Parece ser que aunque las cosas se tuerzan, tu novio sea un gañán, un impresentable y un cerdo y en el trabajo te ninguneen, te expriman y luego te ignoren, esto sigue girando. Qué gran noche, aunque no estuviera con las chicas, todavía hay gente por ahí con quien seguir la vida. Voy a llamar a la poetisa a ver si hablar con ella me ayuda a enfrentarme con la plancha.

1 Comentario

  1. Me he reído un montón de como hablas de la poetisa…jajajaja «esa chica tiene mucha vida interior, o exterior, no sé, pero no entiendo ni una palabra.»

    Describes perfectamente los miedos que tengo yo al tener una niña. Es muy pequeña todavía, pero aún así me cuesta a veces encontrar la ropa que me gusta para ella sin que sea rosa y tenga la imagen de peppa pig, violeta u otras cosas disnaylandicas. Da miedo lo que veo alrededor y las únicas armas que le va a ser útil va ser su entereza, sentido común y confianza en si misma.

    Otra verdad más clara que el agua es lo de infravalorar y no aprovechar bien los conocimientos de las secretarias. Yo no sé como las empresas no se dan cuenta. O si se dan, pero entonces demuestran que no saben nada de negocios, ya que tienen capital que no utilizan en su justa medida.

    Me encanta el personaje, lo real que es, lo sincero que es consigo mismo,,,

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