Trabajar envilece VIII

Este mes nuestra Frida se enfrenta a un gran dilema, aunque en realidad son dos, pero ella aún no lo sabe.


Ilustración: Estrella


¿Cómo me puedo haber quedado sin ibuprofeno, por el amor de dios? Valium, no me sirve; nolotil, me da miedo; frenadol, me da cagalera; no hay nada. Me tomaré una cervecita, como dicen los de Ketama, a ver si se me va este dolor de cabeza horrible que me va a reventar la casa encima. No, ni loca vuelvo a beber. Agua, agua, me arde la garganta. Qué mala está, ¡por favor!, necesito un zumo de algo. Sólo hay bitterkás, pues tengo el estómago como para echarle amargor ahora… Me ducho y bajo al bar, a ver si Manu me quiere hacer un desayuno a estas horas.

Mírale, dice que lleva toda la vida detrás de la barra. Y sigue sonriendo a la clientela y tratándonos de maravilla. En cuanto me ha visto la cara, y la pintas, me ha hecho un zumo y un cruasán. Sin preguntar, esto es ser un genio. Está hecho para este trabajo. “Ahora te traigo un gelocatil”, me dice. ”Pero primero tómate el bollo, anda, ve al baño y vístete bien, que te has puesto la camiseta al revés y esto es un local de postín.” Si alguna vez tengo un suegro, quiero que sea como él.

Aún no puedo creerme que lo que nos contó Laura ayer. Y no sé si estoy enfadada con ella. Creo que la palabra es decepcionada. Me quedé sin palabras, pero a Sara le salían todas las del mundo, igual se pasó un poco con ella, porque, en el fondo, esas cosas se le pueden ocurrir a cualquiera. A ver si levanta la veda para poder contárselo a Maca, porque me parece que va a ser la única que tenga la templanza para comerse el notición sin mover una ceja.

A Manu sólo le queda el periódico deportivo. Tengo que disimular con algo, no me gusta que vean sola en un bar, aunque bueno, esta parroquia ya sabe que me dejo cuidar… La semana que viene empieza otra vez el fútbol. ¡Qué rollo! Otra vez a hacer la quiniela en el trabajo, Pablo dice que es una estupenda manera de estar a buenas con el jefe y con Sonia, que son un par de forofos, que van a todos los partidos y a veces hasta a las finales. Y otra vez a fingir que me lo paso bien cuando salgo con éste a ver el partido del siglo. Sara, por favor, no me hinches el wasap, que no tengo el día. Laura ya se lo ha contado a Maca y Maca propone una reunión de urgencia en su casa esta tarde. Espero que El Pavo se lleve a los críos, que no estoy para gritos.

No llego, no llego. ¿Por qué habrán decidido quedar tan pronto y por qué tiene que vivir tan lejos? Y yo, parezco tonta, me pongo a caminar en lugar de montarme en un autobús. Total, nos vamos a quedar a cenar, no vaya a ser que no veamos la nueva vajilla que le ha regalado su marido por el aniversario. Manda narices, una vajilla, Maca. Y el otro, que me arma un pollo porque no podemos vernos esta tarde, y encima le viene mal venir a recogerme. Pues una reunión de urgencia es una reunión de urgencia. ¡Por aquí sí que no paso, Moreno!

No quepo en mí. Después de cuatro horas de reunión general urgente, en las que Maca nos intenta convencer a todas de que cada una necesitamos una parcela de intimidad y de libertad para tomar nuestras propias decisiones, que ya vamos siendo mayores, nos sale con que no le parece tan grave, que cada una hace con su cuerpo lo que quiera. Sí, mujer, dentro de un límite; Laura es estupenda como es, no han entendido los argumentos que Sara y yo, tan excelentemente fundamentados, les hemos expuesto. El símil es perfecto; si naciste así es porque la naturaleza es sabia y tienes que ser así, acéptate, a nosotras nos encantas, y que sepamos, a ninguno de sus ligues les ha parecido mal ninguna de ellas.

Sólo se trata de algo físico, no nos entra en la cabeza que se quiera poner tetas. No tiene mucho, pero no es plana. Le cierran las blusas y no le botan como dos melones cuando camina. Están perfectas. Y salta Maca que ella se va a subir las suyas, que después de dar de mamar a tanto niño, las tiene en la cintura. Y que no nos lo piensa decir hasta que se lo haya hecho, faltaría más. Y encima me dice que ya está aquí Gestapo para recogerme, que por qué viene tan pronto, que por qué sabe dónde vive y que cuándo voy a dejar a este doberman que me tiene martirizada.

Martirizada, no, mujer. Me tiene loquita. ¡Qué mono es! Al final ha venido a recogerme un ratito antes. Le haré de cenar lo que él quiera. Conduce tan bien y es tan guapo…

 

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