Trabajar envilece IV

Lista para sus primeras vacaciones, nuestra Frida aún no se cree que le paguen mientras va a pasarlo bien. No sabemos si irá libre de sus cargas profesionales, pero ella lo intenta.


Ilustración: Nerea


Tres intentos para cerrar la maleta. No puedo más. Si en la web del tiempo pone variable, ¿qué narices me llevo para seis días? No me merece la pena. La próxima vez vuelo con una compañía de verdad, no de las que hacen meter mi maleta en una jaula para gatos. Ni bolso de mano, sigo sin creérmelo.

Todo sea por ver a las chicas, a ver cómo se las apañan en la ciudad del amor, ¡sin amor! La última vez que las vi estaban encantadas con sólo mirar los escaparates de la tiendas y los restaurantes donde no podíamos entrar. Ahora ya van mejor, bueno, y yo también, esta vez podríamos ir incluso a algún espectáculo. Igual la sorpresa que me tienen preparada para la primera noche es un bistró de esos que salen en las pelis antiguas, con sus mesitas redondas y sillas de forja, azulejos en las paredes y un camarero con camiseta de rayas. Guapísimo, moreno, fuerte, alto, con la voz de tenor, amable, con los labios más bonitos de la ciudad, suaves, seguros, perfectos, sonrientes.

Nada. Nada. Nada. Me gustaría tanto volver a verle. Tres semanas de búsqueda, y las telefonistas de su empresa poniendo pega tras pega; que si no se facilitan datos de los conductores, que si toda esa información que pido es confidencial, que si no me he dejado nada en el taxi, no tengo porqué reclamar… Pues me dejé un tío bueno, señoras, y quiero volver a verle. Pero claro, eso no se lo puedo decir: A) no vaya a ser que lo echen. B) no vaya a ser que me lo quiten. Laura no me cree cuando le digo que es la mejor noche, la más romántica y la más emocionante que me ha pasado nunca. Y todo por estar dentro de un coche, ¡pero bueno! las cosas más bonitas son las menos esperadas, digo yo.

Jolín con el wasap, voy a silenciar a Maca que me trae loca. Mil veces le he dicho ya que no puedo traer encargos, si no me entra mi ropa, cómo le voy a traer nada a ella. Que vaya con su estupendo un finde, que ya le cuido yo a los niños una noche y que me deje tranquila. Ay, perdona dondequiera que estés, Maca, que te estarán pitando los oídos. Prometo cuidarte la maleta, te lo prometo. Sara, te mato, ¿cómo me haces esto?, ¿plan de última hora? hoy por ti, mañana por mí. Cuando te vea te vas a enterar. Todo gratis, pero tú llevas el coche. Vale, yo también lo haría. No te lo tengo en cuenta. Pero no pienso traerte nada. Te quedas sin Fantasmita, maja. 

Vale la pena este madrugón. Maleta en la puerta. Llamo al taxi. Sara, me debes treinta pavos. Mis primeras vacaciones pagadas, me parece increíble que no vaya a estar en la oficina y cobre por ello. Debería ser así un par de meses al año, jiji. Así no tendría que estar pendiente del súper que me hace la vida imposible, y que cada día se comporta más y más parecido a los inlocalizables. Bueno ya, no puedo pensar en él. En cuanto salga del ascensor estoy de vacaciones. Ya sería mala suerte encontrarme con Sonia en París. Mira que hay mundo y que tiene pasta para irse donde quiera. Pues cuando le comenté que había reservado el vuelo para visitar a mis amigas allí, no tardó una hora en organizar a su familia para cogerse unos diítas. Vuela con los pijos, conque no me la voy a encontrar en el aeropuerto, menos mal. Paso de que me vea metiendo la maleta donde los gatos. Estoy de vacaciones, estoy de vacaciones, estoy de…

Ay, ay, ay. Gracias, piernas, por sostenerme. Está saliendo del taxi. Me sonríe. Es perfecto.

Creo que voy a perder el avión.

MLuz

 

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