Paraísos sexuales

Y las terribles consecuencias que conllevan. Ludmila y Lucas nos hablan de la escalofriante realidad que se encontraron en Tailandia: la explotación sexual infantil.


Ilustración: Javitxuela


Era mediodía en Chiang Mai (norte de Tailandia) y el sol quemaba sobre nuestras cabezas. Buscamos un lugar donde hospedarnos. En el último hotel que preguntamos nos atiende P. Ella es dueña de un hotel familiar (insistía con esto). No dejaba de mirarnos de pies a cabeza y varias veces nos preguntó de dónde éramos. Tras un breve interrogatorio, nos acepta y nos muestra la habitación. Todavía no entendíamos por qué tantas preguntas.

A los días de nuestra estadía, mientras desayunábamos, se acerca un hombre de unos 50 años preguntando por alojamiento. P. dice que no tiene lugar. Nosotros nos miramos ya que éramos los únicos huéspedes de un hotel de 3 pisos. P. comienza a contarnos su historia. Ella había sido taxista, conocía el norte de Tailandia y conocía lo que turistas, como el simpático señor que preguntaba por habitación, venían a buscar.

P. nos presentó la cara más porno de Tailandia, una faceta que desconocíamos por completo. Nos habló de la prostitución, que se palpa en la calle. Es cierto, lo primero de lo que nos enteramos antes de viajar a Tailandia fue de la “Ping pong party”. Y no hace falta ser Sherlock Holmes para encontrar burdeles y casas de masajes “completos”. Las calles de Bangkok o de Prattaya están llenas de clientes y curiosos. Pero eso no fue lo que más nos impactó.

 

Niñas tailandesas jugando
 

Nos habló de la pedofilia, nos contó la historia de una chica de 12 años, a la cual sus padres vendieron a la mafia para conseguir algo de plata. Con su juventud y virginidad era la joya más valiosa del burdel. Ella cotizaba en euros. Y la tenían sometida con la excusa de que si escapaba mataban a su familia, la misma familia que la había vendido por unos pocos Bhats. Su relato nos ponía la piel de gallina.

Es cierto el dicho de que uno solo ve lo que conoce. De pronto nuestra estadía en Tailandia empezó a tomar otro color. Ya no era fascinación por las playas, sino asco. Las calles estaban llenas de bares y casas de masajes con “final feliz”. Las camareras andaban semidesnudas y los hombres solitarios (de media y avanzada edad) eran mayoría en las calles.

P. nos contó muchas historias, pero siempre hablando en tercera persona. Sus historias encubrían tristeza, odio y mucho enojo. Hablaba de las niñas de los pueblos rurales, de traficantes y dueños de prostíbulos que ofrecen sumas exageradas a sus padres y que se esfuman con sus hijas sin darles un solo peso. Habló de HIV, de las niñas que mueren, de las automutilaciones que se hacen para ser más feas. Nos habló de los abortos clandestinos. Nos contó de una niña que dejó de comer y se murió de desnutrición, “Se veía fea y huesuda, ningún cliente la elegía”.

También habló de ellos: los turistas. Hombres que pagaban por una noche de sexo, hombres que pagaban más por una niña virgen, pero también los había con mujeres de compañía o «ladyboys».

Nosotros: ¿Y entonces?

P. : Entonces nada. Acá todos saben. Es el negocio.

 

Pasando un buen rato, sin ser muy conscientes de la cruda realidad que les rodea
 

Con el correr de los días empezamos a escuchar historias más escalofriantes. No solo ofrecen el servicio con el o la menor, sino que incluso los podes comprar. Muchos turistas que vienen a instalarse a Tailandia compran su nueva esposa, “hija” o “nieta” en algunos casos.

Pero, lógicamente, es muy distinto verlo a que te lo cuenten. Estábamos en Chiang Rai, un poco más al norte. Estábamos en un “guest house” muy alejado del centro. Una zona casi rural. Era de noche y estábamos hablando sentados afuera disfrutando un poco de una leve brisa. El lugar tenía un cuidador. Un hombre sonriente que no hablaba mucho inglés (y nosotros no hablábamos thai). Por lo que nuestra comunicación se limitaba a unas sonrisas. Ya debía ser tarde, cerca de medianoche. Las estrellas no nos dejaban ir a la habitación, cuando vimos al cuidador llegar en moto. Se bajó, y por la posición en la que estábamos y la oscuridad, él no llegó a vernos. Se acercaba para nuestro lado, hasta que nos vio. Se quedó paralizado. Al lado tenía una niña de no más de 15 años. Ella también nos miró, pero de una manera mucho más penetrante. En el lobby del hotel se encuentra un turista de unos 60 años esperando. También nos miró. Habrán sido 5 segundos pero ese cruce de miradas pareció eterno. El cuidador un poco nervioso y un poco torpe empujó a la chica, el turista la tomó del brazo y ambos entraron a una habitación.

No supimos nada más, tampoco supimos cómo actuar. ¿Y si en realidad era la hija? ¿Y si no? ¿Llamar a la policía? ¿Qué prueba teníamos? ¿Espiar por la puerta? Todo eso nos dejó una sensación de amargor. Creo que esa noche, ninguno de nosotros dos pudo dormir.

Ser prostituta no es lo mismo que tráfico de personas (trata de blancas). Diferenciar ambos conceptos no es tarea fácil y no estamos en condiciones de hacerlo. La línea es muy delgada.

P. : “Las niñas se quedan porque están amenazadas. Les dicen que si se escapan las matan o matan a su familia, les ofrecen grandes recompensas en un futuro que nunca llega. Ellas se lastiman, se inventan caídas o se cortan accidentalmente, solo para que esa noche no les toque. Saben lo que les espera, ven a sus compañeras morir infectadas. Incluso en algunos casos, sus madres también tuvieron el mismo destino y murieron con HIV”.

 

«Los chicos no están a la venta»
 

En Tailandia, para muchas niñas, la infancia se vive en la clandestinidad de un burdel o en la habitación de un acompañante de turno. Eso es el mundo para ellas, esa es su realidad. Y eso deja marcas, marcas que aunque no se dicen, se sienten. Pocas son las que logran escapar y alcanzar la libertad. Muchas ONG’s trabajan en la zona, pero el negocio puede más y son pocas las niñas que son liberadas. De estas pocas, algunas logran estudiar e incluso casarse. Otras vuelven a la prostitución: necesitan dinero, tienen problemas de adicción y eso es lo único que conocen.

Otras se inventa un pasado, en este caso su pasado. Ella dice haber sido taxista.

Más relatos en mochilasenviaje.com

Ludmila y Lucas

 

5 Comentarios

  1. Marchelo

    La manera en la que desarrollan la historia me parece no muy bien estructurada, como que quisieron darle el estilo de un artículo de opinión, pero les falta más formalidad en ese sentido. La información que plantean queda muy general, supongo porque tampoco iban a realizar una investigación.
    En fin me da mucho gusto conocer especios donde difundan este tipo de problemáticas, saludos.

    Aquí lles dejo en link para que lo chequen y difundan. México tristemente también se vive la prostitución y explotación infantil. http://blogcronico.wordpress.com/2010/07/10/acapulco-kids/

  2. María Jesús Sánchez

    Estimadas, a pesar de que me parece interesante el reportaje siento la necesidad de comentarles que es errado hablar de «prostitución infantil» el término correcto es «explotación sexual comercial infantil». La diferencia no es inocua pues el término prostitución implica que la persona que se prostituye consiente este acto. Una niña o niño nunca podrá consentir un acto como este, pues siempre hay una relación de poder con un adulto de por medio (como se ejemplifica en el artículo: «Las niñas se quedan porque están amenazadas. Les dicen que si se escapan las matan o matan a su familia, les ofrecen grandes recompensas en un futuro que nunca llega»)

    Agradezco que exista este tipo de artículos para visibilizar el tema, pero es muy importante fijarse en este tipo de cosas.

    Me parece relevante aprovechar el espacio para comentarles que esta horrible vulneración no sólo ocurre en países como Tailandia. En países que se consideran tan avanzados como Chile también ocurre, y es un fenómeno que nadie quiere ver.

    Saludos y aprovecho de felicitarlos por el blog que me parece muy interesante!!

    • Hola Maria,

      Gracias por tu comentario. Como pusimos en el articulo, no somos expertos en el tema por lo cual tu mirada ayuda a completar el texto.
      Estamos de acuerdo con que estas situaciones hay que visibilizarlas, es un primer paso, y desgraciadamente son mucho más «ocurrentes»de lo que podemos imaginar.

      Saludos!

  3. No conocía esta realidad. Ojalá pudiera hacer algo, luchar por esto. Actualmente estoy estudiando Integración Social y tengo claro que mi destino TIENE que ser trabajar con mujeres. Ojalá pudiera luchar activamente contra este tipo de situaciones cuando acabe mis estudios. Contra la prostitución y el machismo.

    • Hola Irene,

      Que bueno lo que decís, si es lo que realmente queréis ojalá lo cumplas. Indignarse acerca de estas situaciones es el primer gran paso para empezar a buscar el cambio. Escuchamos de muchas ONG’s que trabajan en la zona, con buscar en google vas a encontrar un montón.

      Un abrazo!

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