Pulso a la muerte

“¿Enferma? No es posible, estoy bien, me encuentro viva, radiante, llena de energía”.


 

Ilustración: Carmen Navarro

 


Cierra los ojos. Imagínate en una consulta médica, sentada frente a ti hay una doctora. No es la misma de la última vez, uff, cuesta mostrar tu intimidad a una persona diferente cada vez que vas. Te saluda cordialmente y te hace un resumen de tu historia clínica, como si tú no la conocieras. Seguramente lo hace por ella, quiere dejar todos los cabos bien atados. La miras fijamente, ansiosa por que termine su resumen. Los ojos de ella son esquivos, sabe que cuando salgas de la consulta no serás la misma persona, tu vida habrá cambiado y tú ni siquiera serás consciente de ello. Has ido acompañada de tu pareja, vas a recoger el resultado de unas pruebas que decidiste hacerte más por la presión de los que te rodean que por ti misma. Estás nerviosa pero seguramente todo esté bien y no tenga mayor importancia. Entonces la doctora, tras unas cuantas paráfrasis y retahíla de tecnicismos, termina diciéndote que tienes una enfermedad muy grave…

El tiempo pasa y la vida fluye de una forma más o menos rápida, consciente, más o menos homogénea. Nos creemos indestructibles, tendemos a pensar que nuestro cuerpo siempre será el mismo, que el paso de los años no nos afectará y que la vida continuará siempre igual:  el trabajo, el examen, los niños, mi novia, el perro, ¡el viaje a Japón!, el paro, la hipoteca, sexo, risas, cervezas, 4 kilos de más, el coche, discusión con mi padre, mi pareja, ese libro, película, el parapente, “no me gusta la pareja de mi hija”, el recibo de la luz, la gasolina, “umm, mi cafelito”… Y un día todo esto se frena en seco, sin previo aviso, ni una sola señal de stop a los lejos. “¿Enferma? No es posible, estoy bien, me encuentro viva, radiante, llena de energía”.

Titubeas, un temblor fino en las manos, un rubor facial seguido de palidez y nuevamente un rubor facial, incredulidad al principio, la mirada insegura denota miedo. “¿Y ahora qué?”. Entonces se inicia un calvario de idas y venidas, consultas médicas, pruebas, trámites burocráticos, tratamientos dolorosos y en medio de esa marabunta la noticia de un posible fin cercano. Un cambio radical en la vida y la percepción de ésta. Aún así y casi sin fuerzas te levantas diariamente -cuando suena el despertador llevas un buen rato despierta, ¿acaso has dormido?- , te maquillas para disimular la palidez del rostro, una sonrisa a tu hijo, “es tan pequeño…”, a tu madre, “estoy mejor, me encuentro bien” y estás literalmente desgarrada por dentro. Tu amiga te ha comprado  un gorro para esconder tu iatrogénica calvicie. Mejor sin él, quieres mostrar tu presente, tu lucha. La vida continúa, otros avatares: llanto, radioterapia, dolor, morfina, besos, abrazos, reconciliaciones, ambulancia, esfuerzo, apoyo, estímulo, cumpleaños – “¿cuántos más…?” -, pasión, recaída, me levanto, continúo, más besos, abrazos, nostalgia, esa canción,  tortilla de patatas, “apenas me sabe”, la lluvia, el silbido del viento, el mar, el sol, el futuro.

Conforme pasan los días esas miradas inicialmente fugaces se han vuelto desafiantes, las manos firmes, abiertas, dispuestas a recibir o dar, la respiración pausada y la voz firme. Ni el más experimentado samurái adquiere esa pose tan elegante y combatiente a la vez. Si yo fuera la muerte huiría de ti. Por ello te admiro y te respeto, por tu valentía, tu fortaleza, tu golpe en la mesa a puño cerrado, tu reafirmación ante la vida, tu pulso. Digamos Ana, Rosa, Pepe, Laura, Julia, Lorenzo, Antonia… Mi más sincero agradecimiento  por hacerme partícipe de vuestra vida, vuestra historia de superación personal, valentía y lucha.  Gracias.

Lola C.

 

7 Comentarios

  1. Lola, enhorabuena porque este artículo es precioso, llega muy adentro y te pone las prioridades del revés. Me ha encantado. 🙂

    • Pues si Mines, deberíamos relajarnos un poquito más y disfrutar de esas pequeñas cosas tan cotidianas que nos hacen disfrutar realmente de la vida…y vivir…que para eso estamos aquí

      🙂

  2. Me has emocionado. Ole por tantos valientes que le plantan cara a la muerte!!!

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